viernes, 12 de febrero de 2016

LA CACHIPORRA TERRORISTA


"El que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos" (Salvador Dalí)







Mr. Punch, violencia contra las fuerzas del orden. Los niños le adoran.





Una bruja vive tranquila en su casa, viendo su tranquilidad interrumpida por la llegada del propietario del piso en el que vive, quien aprovechando su situación de poder sobre dicha bruja la viola. En venganza la bruja mata al propietario. Posteriormente la bruja descubre que ha quedado embrazada en la violación y da a luz un niño. Una monja aparece en escena para llevarse al niño, la bruja no quiere permitírselo y tras un forcejeo violento, la monja muere. Finalmente la policía se persona en el lugar para detener a la bruja y le colocan una pancarta que reza “Gora Alka-ETA” para incriminarla con actividades terroristas. Aparece un juez que en vista de las circunstancias la condena a muerte, pero la bruja es lista y en un ardid propio de las brujas logra convencer al juez para que sea él quien meta la cabeza en la soga, resultando ahorcado a manos de la propia bruja. Una bruja que tras enfrentarse a la Propiedad, la Religión,  el Estado, y la Ley, sale victoriosa.   


Este es el argumento de “La Bruja y Don Cristobal”, retablo de marionetas cuyo título reconoce la influencia del famoso “Don Cristobal” de García Lorca (no hace falta encarcelarlo, ya fue fusilado en su día) Don Cristobal era un personaje lorquiano bruto y malencarado que la emprendía a golpes con su mujer y los hijos de ésta (fruto de sus relaciones con otro hombres), llegando a asesinar a varios personajes de la obra. Don Cristobal al fin y al cabo, no deja de ser un arquetipo del teatro de títeres europeo de toda la vida, con ejemplos cruentos, sangrientos, irreverentes, transgresores  y satíricos por doquier.  Uno de los más célebres y varias veces representado en España ante niños es el inglés “Punch and Judy”, en el que el protagonista, Punch, un personaje de estrato humilde, lucha con desatada violencia contra todo tipo de poderes fácticos, legales y económicos, asesinando habitualmente representantes de la ley y el orden en cualquiera de sus distintas versiones, haciéndolos pasto de su máquina de hacer salchichas, donde incluso acaba su propio hijo. Los niños al verlo, ya ven que horror, lo jalean y lo pasan en grande. Mister Punch tiene una placa conmemorativa en Covent Garden, recordando su primera representación en dicho barrio londinense, y es considerado un símbolo de libertad absoluta.


Ahora relean el argumento de “La Bruja y Don Cristobal”, espectáculo creado por la compañía teatral granadina Títeres desde Abajo, y pellízquense ante el insólito hecho de que la representación de dicho espectáculo ha dado con los huesos de los dos miembros de la compañía encargados de representarla en la cárcel durante cinco días, bajo prisión preventiva y sin fianza, y su posterior retirada del pasaporte y obligación a personarse en el juzgado día tras día,  todo esto en la España de 2016, en un asombroso ridículo, uno más, que no está pasando desapercibido en el resto de Europa y globo terráqueo. Hay que reconocer, eso sí, que si lo que buscaba Títeres desde Abajo con esta obra era denunciar la facilidad con la que se puede incriminar a alguien con actividades terroristas en este país, sin duda lo han conseguido.


Un cachiporrazo rotundo a la libertad de expresión, a la catarsis que siempre nos ha procurado la ficción, escenario donde cabalga, o debiera cabalgar, libre la transgresión.


Es perfectamente comprensible la indignación de los padres que llevaron a sus niños a ver un espectáculo de títeres (y quienes posiblemente desconozcan la violenta tradición de este arte) y se encontraron frente a una subversiva pieza para adultos que reivindicaba el anarquismo más incendiario. No era precisamente su idea de una tarde de Carnaval con sus hijos la de embarrarse en un alborotador panfleto anti-sistema. No así de comprensible es la indignación de quienes en un asombroso (y peligroso) ejercicio de cortedad de miras acusaron a los títeres de enaltecimiento de terrorismo y jalearon la detención de los titiriteros. En ese caso sólo puedo compadecer a sus hijos, pobres criaturas, por tener unos padres tan retrógrados. Que tengan cuidado esos chavales con los discos o libros que vayan a elegir para su alimentación espiritual, no vaya a ser que acaben en la hoguera (los libros y discos, no ellos, aunque no pondría la mano en el fuego, nunca mejor dicho) como en aquel pasaje del Quijote en el que son condenados los libros de caballería, responsables de mudar el seso del hidalgo de cuerdo a loco. Y sin embargo es muy posible que esos mismos chicos sean alentados a leer una de las obras más crueles y sanguinarias de todos los tiempos. Una repleta de plagas, maldiciones, asesinatos, violaciones, traiciones, lapidaciones, crucifixiones, y todo un largo catálogo de monstruosidades que convierten cualquier película de Tarantino en “Sonrisas y Lágrimas”. Normal que Alex De Large, una vez recluido y puesto bajo vigilancia, hiciese de La Biblia su libro favorito. En el Quijote se advierte del peligro de no distinguir entre realidad y ficción, así como de censurar la ficción evasiva escudándose en lo pernicioso de su influencia. La delirante noticia sucedida con los titiriteros haría retrotraernos prácticamente a los tiempos en los que el Marqués de Sade era encarcelado por sus escritos libidinosos y transgresores,  es decir, a prácticamente 200 años atrás nada menos. 

  


Alex de Large, ensimismado leyendo La Biblia.
   

No deja de resultar infantil el tratamiento respecto a la (lo quieran o no ya afortunadamente bastante olvidada) cuestión terrorista etarra que sigue dándose en una parte de la sociedad española, atrapada y reprimida en un ridículo tabú.  Si han visto “La Vida de Brian” de esos grandes transgresores que han sido los Monty Python, recordarán la escena en la que un pobre diablo es condenado a lapidación por haber usado la palabra “Jehová” en vano.  En esa desternillante secuencia finalmente el implacable y estirado juez (interpretado por el gran John Cleese, a quien hace poco leíamos advertir sobre como el exceso de corrección política puede acabar con la comedia) es lapidado por el pueblo al usar la palabra “Jehová”. “ETA” parece haberse convertido en el particular “Jehová” de los españoles, no debe ser usado en vano, ni para hacer sátira política ni social, ni como atrezzo de una obra de ficción. La añoranza con el terrorismo etarra es tal que asistimos a un excesivo y preocupante celo por parte de la LEY, en un concepto mayúsculo, abstracto, y casi divino capaz de regir nuestros destinos y pensamientos en inventarse filoetarras. En ese sentido el auge de la fuerza política Podemos, las diversas mareas, versos libres e independientes como Manuela Carmena, o incluso el ya lejano 15M han sido puro alimento para quienes añoran a ETA, ya que como ETA no mata, al menos se pueden amparar en la obscena idea de que muchos españoles desearían que matase. En concreto todos los españoles que no piensan como ellos, y ahí puede entrar tanto un radical nacionalista abertzale como un libertario en contra de cualquier frontera, tanto un titiritero haciendo un montaje, como yo mismo sin ir más lejos. 



Dado el cariz que ha tomado todo este asunto, y consciente de que bien podría ser yo el próximo que tenga que dar explicaciones ante un juez sobre (espero que presunto) “enaltecimiento del terrorismo”, y sabedor de que por una parte de mis conciudadanos sólo voy a recibir insultos y amenazas, ya que no voy a recibir su solidaridad déjenme pedirles que, al menos, como cantaban Los Nikis, me manden una lima en una bocata.   





Yo sólo le dije a mi mujer: "¡qué rico bacalao, por Jehová!"



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