jueves, 19 de marzo de 2015

THE DAY I BEAT MY FATHER UP




"Saturno devorando a su hijo" (Francisco de Goya, 1819-1823)



Hay una célebre anécdota referente a Salvador Dalí, que cuenta como envió a su padre una carta con semen y escrita la frase: “Ahora ya no te debo nada”, como relegando a su progenitor al papel de un simple inseminador sin relación afectiva alguna. Al contrario, en el episodio encontramos precisamente algunas de las claves más habituales en las relaciones paterno-filiales: el desafecto, la frustración ante la incomprensión (ningún hijo se siente comprendido por su padre), el rechazo y el distanciamiento ante una figura a la que se busca por todos los medios no parecerse, ya que el padre, lejos de ser el spoiler de su hijo que dice Manuel Jabois, se ve como la versión caduca y apolillada que no queremos repetir del pasado reciente. 

El magnífico charlatán de Alejandro Jodorowsky aconseja dentro de su particular “psicomagia” orinar en la tumba del padre para “liberarse” de las represiones que puede sufrir en su inconsciente el sujeto. Él mismo asegura haber defecado dentro de unos tarros con las fotos de sus progenitores. Lo que en Dalí era un acto libre y radical de un genio aún hoy inabarcable e indescifrable, en Jodorowsky no deja de ser burda palabrería con la que seguir viviendo de la intelectualidad uno de los mayores cuentistas que han conocido los últimos tiempos.

Observo no obstante que se da entre el sujeto masculino de espíritu, digamos, vanguardista (por calificar de alguna manera a quien siente la necesidad, como sea, de escapar del rebaño y ejercer a toda costa una individualidad absoluta que le erija en un ser humano totalmente único e irrepetible) la costumbre de despreciar la figura paterna, culpabilizándola de cometer errores que han lastrado la vida tanto del padre como del hijo. Yendo más allá incluso diría que ese sujeto de espíritu vanguardista es el 99% de los jóvenes, pues es en la juventud cuando uno se cree realmente diferente y de alguna manera señalado por los dioses para triunfar en la vida. Luego llega la realidad con sus bofetadas, la insulsa pero estresante vida laboral y la domesticación del individuo que antaño buscaba escapar pero ahora siente el confort del rebaño y la comodidad de la vida monótona, y entonces, en efecto, tu padre, que ya pasó por todo aquello antes, es el spoiler del que hablaba Jabois. 

Kafka lo expresó mejor que nadie en el personaje de Gregorio Samsa, un joven que metaforiza la incomprensión convirtiéndose en cucaracha. Claro que ese mismo Kafka es quien había escrito años antes una carta de 103 páginas a su padre recriminándole su autoritarismo y su férrea educación, así como su hipocresía (instándole continuamente, por poner un ejemplo, a acudir a la sinagoga para cumplir con los deberes de su religión judía, mientras que el propio padre no lo hacía) En el manuscrito de Kafka se encuentra otra de las claves de la mayoría de relaciones paterno-filiares. Primeramente admiración e idealismo (el padre como un héroe), y el posterior rechazo (no quiero ser como él ni repetir sus mismos errores) a tal figura. 

“The day I beat my father up” es el título de una canción del multidisciplinar artista Billy Childish (de quien aprovecho para recomendar su novela “Cuadernos de una juventud al desnudo”, uno de los mejores textos sobre ese personaje extraño y alienígena que es en ocasiones el adolescente), en este caso con sus Headcoats, en la que expresa con su habitual desgarro punk ese sentimiento de frustración, e incluso odio ante el padre (hay que entender que Childish fue abandonado por su progenitor a la edad de siete años)   

Kafka murió con 40 años, sin que haya constancia de que se produjese la reconciliación paterno-filial que el escritor anhelaba. Su padre no llegó a leer aquel manuscrito, entregado por su hijo a su madre.    

 Billy Childish sigue escribiendo poesía, canciones que son puñetazos, y pintando cuadros, posiblemente espoleado por una infancia dura en Chatham, incluyendo la figura del padre alcohólico que abandona la casa y un episodio de abuso sexual. 

Dalí figura en el panteón de ilustres como uno de los mayores genios que jamás ha dado nuestro país, en culpa gracias a su padre, un abogado y notario catalán que le pudo dar la educación y la cultura necesaria para sacar al pintor que llevaba dentro. 

Jodorowsky sigue viviendo del cuento. Su hijo Adan lleva el mismo camino, haciendo cutre-carrera musical en una intragable mezcolanza de hipster, indie y moderneo petardo insufrible a lo Mario Vaquerizo. No sabemos si su padre le aconseja que defeque sobre fotos suyas. 

Jabois es actualmente una de las mejores plumas periodísticas del estado, aunque personalmente me cuesta perdonarle su militancia mourinhista (sólo espero que algún día vea la luz sobre tal abyecto personaje), y digno continuador de la mejor tradición de articulistas españoles. 

El Eyaculador de Palabras, cual Kafka del siglo XXI, consume sus horas en una gris oficina y mata sus ratos apaciguando sus ansias literarias, mientras medita sobre una obra irremediablemente inédita, consciente de su condición virginal editorial. El Eyaculador recuerda su particular relación paterno-filial, en la que también hubo una primera etapa de admiración (el padre como héroe idealizado), y de posterior negación (no querer ser como él), a la que habría que añadir una última de, cuanto menos, comprensión y respeto hacia una memoria y una figura obligada a honrar, en agradecimiento a un hombre que trabajó como un mulo para sacar a su familia adelante. Espero hacerlo bien. 


En realidad mi padre nunca me preguntó si quería nacer, pero una vez que me hubo puesto en este parque de atracciones sólo queda mirar alrededor y pensar “¡cuánta vorágine!”, de modo que vamos a seguir subiéndonos a la noria. Gracias viejo, te recuerdo cada día.