viernes, 6 de noviembre de 2015

¡ARROJEN ESE MALDITO RIGOR A LA PAPELERA!




Hace unos meses escuché unas declaraciones de la actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que me parecieron bastante desafortunadas. Era con motivo de sus primeros cien días en el cargo. Haciendo el pertinente balance se quejaba de la falta de apoyo de la prensa hacia su equipo municipal, resaltando que el resto de opciones políticas, las convencionales, las tradicionales, sí recibían ese apoyo al contar con medios de comunicación claramente afines, cosa ésta que sin duda es cierta, pero desafortunado es pedir adhesión mediática cuando tales medios de comunicación debieran existir para informar al ciudadano con rigor y la más posible objetividad independientemente de filias o fobias políticas. Como en el fútbol respecto a los árbitros, a quienes no hay que pedirles que te piten a favor ni en contra, si no que arbitren lo que vean, y que no te den, pero tampoco te quiten, el político a la prensa no debe pedirle ni apoyo ni enemistad, si no fidelidad a su oficio.


Admitiendo lo desafortunadas de sus declaraciones en una mujer quizás no demasiado precisa en su capacidad para expresarse ante la opinión pública, lo cierto es que sus palabras dejaban al descubierto una terrible realidad: la del periodismo de trincheras, en el que la información al ciudadano pasa a un segundo plano en favor del objetivo real de apoyar ideologías u opciones políticas, o mucho mejor, y más fácil (ya que siempre es más fácil destruir que crear), torpedear a base de manipulación y veneno el trabajo del “enemigo”. Una labor cruenta que la propia Carmena está sufriendo en sus carnes, con toda clase de despropósitos y mentiras (o medias verdades) viendo como diversas webs y redes sociales se salpican de presuntas noticias totalmente alejadas de la realidad. Es posible que este trato hostil que sufre el actual Ayuntamiento de Madrid lo hayan padecido sus antecesores, aunque yo particularmente no lo recuerdo desde Gallardón hacia atrás (sí con Ana Botella, aunque no tanto la manipulación periodística como la burla y el escarnio), y por otro lado la herramienta de internet en su vertiente más perversa permite propagar el bulo con mayor facilidad. Queda por tanto apelar al sentido común del ciudadano, y esperar que sepa poner en duda una información aparecida en una web llamada (por citar un ejemplo) Rietedepodemos.com y la sepa diferenciar de lo publicado en alguno de nuestros diarios nacionales, alguno de ellos con el suficiente prestigio otorgado después de décadas, o incluso con más un siglo de existencia a sus espaldas, por mucho que se empeñen en tirar por tierra tal bagaje contando hoy día con plumas que harían volver ipso facto a la tumba a ese gran impulsor de la prensa española que fue Torcuato Luca de Tena en caso de que reviviera de entre los muertos (pienso, como imaginará el lector, en el actual ABC cubierto de ponzoña al retribuir monetariamente la basura verbal vomitada por ese pseudo ser humano llamado Salvador Sostres) Aun admitiendo la parcialidad de los grandes medios de comunicación, plagados de escribas incapaces de morder la mano que les da de comer, créanme, siempre serán más fiables que cualquier web de aficionados o cualquier blog, incluido por supuesto éste mismo que están leyendo, por lo que invito y aconsejo que tras la lectura de esta entrada contrasten todo lo que aquí pretendemos exponer a continuación. 






Luca de Tena, periodismo de bigotes.



Siguiendo con el tema puramente periodístico, el ciudadano con dedos de frente debería saber distinguir en la redacción de ciertas noticias cuanto pudiera haber de veraz, cuanto de falso, cuanto de manipulado y cuanto de tendencioso. Pongamos un ejemplo. Si yo leyese “Manuela Carmena tiene la intención de defecar sobre una foto de Esperanza Aguirre en medio de la Plaza Mayor”, así, sin más, sería una noticia que trataría de contrastar. En primer lugar porque se habla de una intención, no de un hecho. En segundo porque no se recogen declaraciones de la propia interesada ni se reconoce contexto en cual tal intención fue expresada. Sí por el contrario leo “Manuela Carmena asegura en rueda de prensa que defecará sobre una foto de Esperanza Aguirre en medio de la Plaza Mayor, “es un acto liberador de psicomagia recomendado por Alejandro Jodorowsky”, aseguró esta mañana la regidora tras convocar a la prensa en su despacho”, en este caso me atrevería a pensar que la noticia es cierta. Pero todo esto poco importa ya que accedemos a la información embutidos en el prejuicio, y por mucho que la realidad sea otra siempre preferiremos creer el titular tendencioso si se adapta a nuestros intereses ideológicos, tanto más cuando en la informatizada sociedad de hoy día se han cambiado sobremanera los hábitos de lectura influyendo por tanto en lo que entendemos como “comprensión lectora”, accediendo el ciudadano a lo que considera “información” simplemente por la lectura de titulares que ha visto en algún muro de Facebook o Twitter. Asumiendo el predominio de la información a través de la red, hay que insistir además en la necesidad de escudriñar bien las noticias debido a la constante actualización, tanto es así que es absolutamente frecuente ver un enlace con un titular y tras pinchar sobre el mismo para acceder al contenido comprobamos como la noticia no tiene absolutamente nada que ver con aquel titular. Esto puede ser tanto por la intencionada manipulación de quien factura el titular tendencioso confiado en que el lector no accederá a la noticia y se quedará con lo leído en dicho titular, como por algo mucho más perdonable y comprensible como es la simple actualización de la noticia, la cual ya difiere considerablemente de la primera información publicada horas antes. Estos cambios en los hábitos de lectura ya están siendo profusamente investigados (aunque como en el tema de la salud siempre saldrá algún “cuñao” diciendo lo saludable que es comer un kilo de panceta a la semana), pero cualquier ciudadano puede comprobar y experimentar a gusto, viendo como noticias falsas (creadas con toda la intención con ese afán de experimentación) se convierten en virales, o asistiendo a uno de los efectos más llamativos de estos nuevos hábitos. Y es que seguro que en más de una ocasión han visto a alguno de sus “amigos” de Facebook colgar una noticia que al parecer es el súmmum de la escabrosidad, la madre de todas las aberraciones, y que provoca decenas de reacciones y de comentarios indignados y riadas de “¡no hay derecho!” perfectamente comprensibles ante un suceso tan indigno que viene a corroborar el hecho de que vamos de mal en peor y cuesta abajo y sin frenos… el problema es cuando ves que esa noticia en realidad es de hace diez años. Y así han convertido a los ciudadanos en una masa empobrecida intelectualmente, estrangulada en su recién adquirida “memoria de pez”, porque al cambiar la manera de leer cambia por tanto la manera de procesar información, y con ello cambia, y aquí está realmente el peligro, la manera de pensar. 



Retomando el asunto Carmena, simplemente quiero señalar algunas noticias que han ido circulando por redes, foros y mentideros varios que en estas ocasiones hicieron honor a su nombre y se convirtieron en escenarios de propagación de la mentira. Obviamos todo lo sucedido durante la campaña electoral, y que ya abordamos en otra entrada, cuando la crispación ante la posibilidad de una Carmena alcaldesa llevó a Esperanza Aguirre a recurrir al viejo (y sucio) recurso de meter a ETA en campaña, vinculando a la actual alcaldesa con la banda terrorista. Posteriormente la propia Aguirre admitiría que se equivocó con su estrategia de acoso y derribo hacia Carmena, ya que no hizo sino fortalecer aún más su figura ante los electores, y en mi caso particular admito que tal fue así, ya que apenas tenía información sobre la figura de la ex –jueza, pero la presentación hecha por Aguirre ante los madrileños de su rival como un Gran Satán filoetarra hizo que me interesara por revisar su curriculum. 



La fiesta empezó con un auténtico disparate. Aprovechando que uno de los puntos del programa electoral de Ahora Madrid era el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica en cuanto al cambio de nombres y plazas dedicadas a personajes o instituciones relacionadas con la dictadura franquista, el batallón de fusilamiento anti- Carmena rebuscó en el extenso listado redactado en 2004 por Izquierda Unida (hay que recordar que la ley es de 2007, es decir, no se hace un listado a posteriori y como consecuencia de dicha ley, sino que existe tres años antes redactado por un partido político y de ninguna manera sin ser oficial, de hecho no existe un listado oficial de calles franquistas) para ver con que podían meter el miedo en el cuerpo a los madrileños. Y ahí aparece el fútbol (Santiago Bernabéu), la pintura (Salvador Dalí) o la literatura (y aquí el disparate ya es mayúsculo, poniendo sobre la mesa los nombres de Manuel Machado, Gerardo Diego, Jardiel Poncela, o el gran Xenius, Eugenio d’Ors) Es cierto que tales nombres aparecen en ese concienzudo listado elaborado por Izquierda Unida, pero hay que recordar que en ninguna manera es un listado oficial, sino una recopilación de nombres que tienen calles en Madrid y que de una u otra manera tuvieron vinculación con el franquismo. Pero apelando al sentido común cualquiera puede comprender que Dalí, Bernabéu o Jardiel Poncela no tienen ese reconocimiento en el callejero de Madrid por sus méritos franquistas si no por sus méritos profesionales o artísticos. Dicho de otro modo, no es lo mismo una calle dedicada a la División Azul que a Salvador Dalí, y esto lo entiende lo mismo Manuela Carmena que un mono titi empapado en LSD. Pero había que poner en marcha el ventilador excrementicio, y pronto comenzamos a leer cosas como “La calle Santiago Bernabéu en el punto de mira del callejero antifranquista de Manuela Carmena” o “Manuela Carmena podría quitarle la calle a Salvador Dalí” o “Carmena ataca a la cultura con la supresión de calles en Madrid”. Así de loco venía el verano. A día de hoy, y con el invierno en puertas, lo cierto es que no se ha cambiado ni una sola calle, ya que como ha explicado el Ayuntamiento no es para nada una medida prioritaria. Cuando se haga y en los casos que se haga se estudiará el caso en concreto y estoy dispuesto a apostarme aquí delante de ustedes y jugarme lo que quieran a que en ningún momento del mandato de Ahora Madrid les serán retiradas las calles a Dalí, Bernabéu o los escritores citados. ¿Quién se atreve a apostar conmigo? Pero esa fue, así que yo recuerde, la primera gran palada de mierda y mentiras.     





¡A ver quien los tiene tan cuadrados para quitarme mi calle!



Una noticia que me llamó la atención y que demostró el desconocimiento sobre cómo funcionan muchos ayuntamientos en nuestro país en su lógico afán recaudatorio, independientemente del signo político que ocupe la alcaldía. En el mismo verano leíamos la intención (y dale con las “intenciones”) del municipio de Madrid de cobrar una tasa a los cajeros automáticos de las entidades bancarias. Esta noticia era cierta. Pero lejos de ser una medida que sólo podría caber en la cabeza de una peligrosa comunista contraria al libre mercado como Manuela Carmena, profundizando en el asunto vemos que es una posibilidad que se permite a los consistorios desde que el Tribunal Supremo en 2009 aprobase una ley para tal cometido, lógicamente a nivel estatal, y dejando en manos de cada ayuntamiento la elección de aplicar dicha tasa o no. Desde el 2009, por tanto, diversas alcaldías han utilizado ese recurso para engrosas sus arcas a costa de las entidades bancarias que como todo el mundo sabrá y por mucha crisis que nos asista no dejan de registrar enormes beneficios. Badajoz (con más de 20 años continuados del PP en la alcaldía), Málaga (igualmente, dos décadas de PP en el consistorio), Sevilla (alternando PP y PSOE), Zaragoza (con el socialista Belloch), Córdoba (PP), Palma de Mallorca (PP) son ejemplos de ciudades que se acogieron a esta posibilidad con alcaldes socialistas y populares al frente. A ellas se les sumó Barcelona en 2013 con Xavier Trias, de CIU, aplicando la tasa más alta hasta la fecha. Item más, profundizando sobre el tema de las tasas municipales a cajeros encontramos el caso de Albacete donde se llevan cobrando desde 2003, aprovechando el hueco legal que presentaba el hecho de que cuando estaban colocados en fachadas y no en el interior de inmuebles (de hecho hoy día la mayoría están colocados sobre fachadas), el ayuntamiento en cuestión si puede cobrar un cargo a la entidad bancaria. Son ejemplos de grandes ciudades, pero si investigamos más a fondo podríamos encontrar muchos más. Sin salirnos de la comunidad de Madrid sucede así en el ayuntamiento de Pozuelo, con mandato del Partido Popular. La gran diferencia respecto a Madrid es que en el caso de Manuela Carmena se ha aprovechado para buscar en la noticia un presunto ataque a la banca por parte de la extrema izquierda anti-capitalista y comunista, que al parecer tiene secuestrados a los madrileños los cuales están a punto de verse confinados en gulags. Esta tasa en ningún momento supone un coste adicional para el ciudadano, pero como no podía ser de otro modo y siguiendo con la doctrina del miedo muchos “informadores” se apresuraron a asegurar que el madrileño de a pie iba a tener que abonar de su bolsillo una parte proporcional de la citada comisión. A ciencia cierta no sé si la medida se ha puesto en marcha por parte del consistorio de Madrid, pero como ciudadano de este municipio espero que así se haga y que repercuta en el beneficio de toda la ciudadanía. 



No podemos pasar por alto el fenomenal follón de la web Madrid VO. Una sencilla página como cientos podemos encontrar en España asociadas a ayuntamientos, comunidades autónomas, o instituciones de todo tipo. La diferencia, una vez más, está en el nombre de Manuela Carmena. Y es que cuando Esperanza Aguirre ha utilizado la web de la Comunidad de Madrid en sus días de presidenta autonómica para desmentir informaciones que consideraba erróneas, o  lo ha hecho en la web de su partido o en su blog o en su cuenta de Twitter, parecía un ejercicio sano de derecho a defenderse y aclarar malos entendidos, pero en el caso de Carmena se trata de un claro ejemplo de represión periodística, un intento de coartar la libertad de expresión y de trasladar a Madrid la censura propia de las dictaduras de la Europa del Este durante el siglo XX. Cada vez más cerca de los gulags. Daba la sensación de que los ciudadanos madrileños íbamos a estar obligados a dar rango de página de inicio en nuestros navegadores a esta página y a visitarla todos los días y aprender al dedillo sus contenidos. Pasados unos meses la realidad es una web inofensiva, sin apenas actividad, pocas visitas y ninguna polémica. Pero por el camino cayó de nuevo mucha mierda sobre la nueva alcaldesa.   




Y con las navidades en lontananza se vuelve a poner en marcha la maquinaria. La idea de trasladar uno de los tradicionales belenes municipales, concrétamente el que se venía representando en el Palacio de Cibeles en los últimos años, a la Plaza de Colón, ha sido traducido de inmediato y sin la mayor desvergüenza en un contundente “Manuela Carmena elimina los belenes de Madrid”, utilizando verbos más rotundos como “prohibir”, “perseguir”, etc, dependiendo del grado de acritud del “informador” en cuestión, regalándonos espectáculos biliares como el de la cadena Intereconomía y su lamentable espacio “El gato al agua” en el que un señor llamado Eduardo García Serrano insultó a nuestra alcaldesa llegando a insinuar que “fumaba mucho chocolate”. Por el bien de mi salud mental no veo nunca este tipo de programas, ni siquiera por algún extraño regocijo masoquista, por lo que no tenía referencias sobre el sujeto en cuestión, pero una persona con un comportamiento semejante lo más posible es que sea reincidente en el exabrupto y la mala educación (en el más puro estilo Sostres), y echando un vistazo a su biografía veo que ya era conocido por haber insultado públicamente a Antonio Gala, al desaparecido Pedro Zerolo, y superándose con la consejera de Sanidad de la Generalitat de Cataluña a la que llamó “guarra”, “puerca” y “zorra” simplemente porque al buen señor no le gustó la campaña de educación sexual emprendida por dicha institución. Televisión educativa, ideal para sus hijos. Periodismo de altura.  




Pero siempre se puede llegar más lejos, superar el disparate, hasta el infinito y más allá, que diría el gran Buzz Lightyear. Cuál fue mi sorpresa cuando leo literalmente “Carmena no pondrá el Belén en el ayuntamiento para no herir a los musulmanes” (debe ser que la comunidad musulmana de Madrid se pasa el día metida en el ayuntamiento y no nos hemos enterado) Hay que tener muy mala leche y muy mala idea,  y sobre todo pensar que el ciudadano es muy tonto y va a creérselo, para perpetrar un titular como ese. Pero como nunca vamos a dejar de sorprendernos, en efecto, hay gente que se lo ha creído. Claro que muy posiblemente porque deseaban creérselo.




¿La realidad?, tal y como han asegurado tanto la Asociación de Belenistas de la ciudad como desde el propio ayuntamiento, no sólo habrá belenes este año en Madrid si no que la idea es que encima haya más que en años anteriores y que estén más repartidos por toda la ciudad. Pero lo importante de verdad no es la realidad ni la veracidad de la noticia, si no haber tenido la ocasión durante unos cuantos días de escupir mierda de nuevo sobre el actual equipo municipal de esta ciudad. Difama que algo queda.       




¡Odio la Navidad y me como niños crudos!



Para terminar este particular festival de la calumnia, nos tenemos que trasladar al estadio Santiago Bernabéu. El Real Madrid recibía al Paris Saint Germain en partido de Champions League y contaba en su palco con la visita de la alcaldesa de la capital gala, Anne Hidalgo, por lo que Carmena consideró que lo oportuno era acompañar a su homóloga en el cargo en tal acontecimiento. ¿Dónde está el problema?, en que Manuela Carmena había asegurado en una entrevista al Financial Times que cuando la invitasen a ir al Bernabéu no acudiría. Eso es cierto, y hay que asumir de nuevo cierta torpeza en Carmena en sus declaraciones, tal y como hemos comenzado esta entrada, ya que lo cierto es que por otro lado había manifestado que cuando hubiese que acudir por motivos institucionales o de protocolo, como fue el caso, así lo haría. Poco importa, su visita al estadio madridista ya fue bien aprovechada por la turba linchadora para describirla como una de esas rojas hipócritas que luego comen sus tapitas de gambas, porque sabido es que para ser verdaderamente de izquierdas parece ser que tienes que vestir con un taparrabos y vivir en una caja de cartón o en un barril de madera cual Diógenes el Cínico. Tengan por seguro esto que les digo (e imagínenme entonándolo a lo Ruíz de Lopera), que quienes arremeten contra la alcaldesa por su presencia en el palco en este partido hubieran sido los primeros en calificar a la regente de maleducada por plantar a su homóloga parisina y en definir su conducta como intolerable. Porque cuando algo se convierte en el objeto de tu ira, de tu odio, en tu obsesión al fin y al cabo, su sola existencia será motivo de tu reprobación. Manuela Carmena se ha convertido en el mejor alimento posible para seguir manteniendo viva la particular obsesión de quienes siguen soñando un “amanecer rojo” que venga a darles la razón en su mediática campaña del miedo. Si no existiese habría que inventarla.     




"Me gusta el fútbol, los domingos por la tarde...", sigan ustedes.



Con tanto linchamiento finalmente la van a convertir en santa, buena y mártir, como su tocayo masculino el San Manuel de Unamuno. En una de sus más grandes novelas el autor bilbaíno nos presenta el formidable retrato de un párroco de pueblo que se antoja figura imprescindible en el pequeño ecosistema de una villa zamorana. Un elemento vital para que los habitantes del lugar sigan adelante con sus vidas apoyándose en el sustento que les proporciona la fe. Pero hay una particularidad en el personaje que sorprende al lector de la novela (y perdóneme el “spoiler” quien no haya disfrutado de esta obra): Don Manuel no cree en Dios. Lo único que le importa es que sus feligreses sí crean y no vivan asaltados por las dudas y angustias existenciales que a él le acometen. Con tanto ataque a nuestra alcaldesa van a conseguir que quienes vivíamos ya descreídos de la política finalmente tengamos fe en que las cosas pueden realizarse de manera distinta. Personalmente pienso que es muy difícil que Carmena no acabe decepcionando, incluso siendo alcanzada por algún caso de corrupción, o atendiendo a grandes intereses que la hagan tomar medidas nocivas contra el común de los ciudadanos. Pero hasta que ese día llegue sólo podemos calificar de repulsivo el ataque gratuito que día sí y día también se ha convertido en deporte nacional desde muchas trincheras. 


Despojándonos de tanta suciedad e intoxicación alrededor de la figura de Carmena, observamos una realidad traducida en la lucha contra los desahucios, consiguiendo frenar lo que era un drama cotidiano en una gran parte de barrios madrileños, un repunte en el gasto social, un mayor número de inversiones en las zonas de la ciudad más necesitadas, detener la venta de viviendas sociales a fondos de inversión, la liberalización del ayuntamiento de los descomunales contratos firmados por el anterior equipo municipal con Testa o Sacyr y el frenazo a la privatización de los servicios públicos. Esto a grandes rasgos, pero también detalles como la propuesta de bajada de sueldo de todos los concejales, propuesta que no interesa al resto de formaciones políticas a las que no están logrando de momento convencer de la necesidad de la medida (por lo que han decidido desde Ahora Madrid y de manera personal destinar esa bajada a proyectos sociales), la renuncia a privilegios como palcos vips y similares, la supresión de los bancos“antimendigos” y su cambio por un nuevo mobiliario urbano, la lucha contra el cohecho (hay que recordar que Carmena fue la principal combatiente contras las "astillas" en los juzgados en su día, sobornos que se realizaban a jueces en nuestro país con la connivencia de las instituciones) o la sensibilidad con la limpieza y mantenimiento en una de las ciudades más sucias de España. Atendiendo al programa de Ahora Madrid, queda mucho por hacer (la garantía de luz y agua en todos los hogares madrileños, la inserción laboral urgente de jóvenes y parados de larga duración…) y es posible, lamentablemente, que no todo se consiga, pero una mirada limpia a la gestión de Carmena en estos seis meses (dentro de un cargo para la que ha sido electa durante cuatro años) presenta muchas más luces que sombras.



Pero esas luces no venden, y hay que seguir alimentando a la bestia de la obsesión. Aunque lo cierto es que ese "amanecer rojo" con el que siguen soñando desde algunos frentes mientras sacan brillo a sus bayonetas empeñados en mantenerse"en guerra" (bien triste es que tu vida dependa de la existencia de "enemigos" contra quienes luchar) no llega. Y la realidad es que en Madrid ni se prohíben los belenes, ni se persiguen a los cristianos, ni nos meten en gulags, ni se cierran periódicos, ni nos imponen ningún pensamiento único. Dejen de tratarnos como gilipollas.



Difama, calumnia, miente y manipula, que algo queda. Nuevo mandamiento introducido en algunas redacciones de periódicos, las mismas en las que arrojaron hace tiempo una cosa llamada rigor a las papeleras.    





Periodismo de alta escuela, enriquecedor y edificante.



miércoles, 21 de octubre de 2015

EL FUTURO ES UNA ESTAFA



Reabro este blog de pensamientos, entretelas y eyaculaciones verbales para opinar sobre el tema del que todo el mundo habla a día de hoy en fecha tan señalada de 21 de Octubre de 2015, cuando Marty McFly, su chica Jennifer, y su extravagante amigo e inventor “Doc”, viajan desde 1985 en el mítico Delorean para llegar a un futuro en el que hay coches y tablas de skate voladoras y ropa que se seca sola y no se ve un hipster por la calle. Era la segunda parte de la saga “Back to The Future”, del grandísimo Robert Zemeckis, y se estrenó en 1989, es decir, yo tendría unos 15 o 16 años cuando la vi. Y ahí que me lo tragué todo, pensando que cuando tuviera 42 años iba a ir a trabajar en una flamante aeronave siendo un respetable padre de familia y un genio venerado y considerado por sus vecinos. 

Y heme que aquí estoy en tan señalada fecha, en realidad hecho un asquito, con la salud hecha una mierda, viniendo a trabajar en un vagón de metro que más que a una película futurista me hace recordar a “Pasaje a La India” (David Lean, 1984) y esos autobuses en los que las personas viajan subidos al techo o agarrados al parachoques porque ya no se cabe dentro, sin un euro en el bolsillo,  y con Rajoy de presidente. 


Por favor, que alguien me devuelva a 1989.     



Hipsters, la plaga que Robert Zemeckis no predijo 

miércoles, 30 de septiembre de 2015

EL PATRIOTISMO ES EL ÚLTIMO REFUGIO DE LOS CANALLAS





La cita con la que abrimos la entrada quedó grabada a fuego en la memoria de los buenos cinéfilos desde que un Kirk Douglas en estado de gracia la pronunciase en 1957 en el alegato antibelicista de Stanley Kubrick “Senderos de Gloria”. Douglas, por aquel entonces en el mejor momento de su carrera, interpreta al Coronel Dax, un militar del ejército francés durante la I Guerra Mundial con un alto sentido del honor y un elevado concepto acerca de la dignidad humana. Un coronel humanista asqueado de ver como la humanidad se mata entre sí misma al servicio de los intereses de gerifaltes apoltronados, y de como esos viejos conceptos de Dios y patria siguen cegando a los hombres para seguir siendo instrumentos al servicio del poder. La frase la escupe Dax a la cara de uno de sus superiores, el General Mireau, quien había aludido al patriotismo como pretexto para mandar a los hombres de Dax a una muerte segura en la imposible tarea de alcanzar una colina tomada por el ejército alemán, y recuerda la autoría de la misma al Doctor Samuel Johnson, reconocido intelectual inglés del siglo XVIII. Para Dax, dentro de su ideario humanista e idealista, ningún hombre debería morir por una bandera, y mucho menos si eso supone seguir contribuyendo a lo que no deja de ser un negocio y una manera de manejar el poder.


Aunque el concepto de “patriotismo” suene hoy día rancio, trasnochado, y evocador de los malditos totalitarismos que tanto daño hicieron a la Europa del siglo XX, los ecos de la “menos perspicaz de las pasiones”, que decía Borges, siguen presentes en los discursos victimistas de los nacionalismos, grandes escaleras hacia el poder de esos miserables, esos canallas de los que hablaba Johnson, capaces con ello de envolver en celofán sus discursos maliciosos basados en derribar puentes entre los seres humanos en vez de construirlos.    



Coronel Dax: un idealista entre trincheras.



No puedo evitar pensar que el nacionalismo es una ideología que lastra al ser humano, aunque también, e igualmente por convicción, debo respetar todas las sensibilidades. España es un gran nacionalismo en sí, y a su vez una suma de nacionalismos, todos ellos, en mi opinión, igual de perjudiciales. Un país que se enorgullece, nos aseguran desde el rancio nacionalismo españolista, de su multipluralidad y tolerancia. Una tolerancia que desaparece en cuanto uno se sale del discurso único, porque por mucho que nos engañen sólo siguen aceptando una idea de España: la suya. 


El último ejemplo lo hemos visto con el sonado caso Fernando Trueba. En su discurso de recogida por su (merecido) Premio Nacional de Cinematografía, quien sabe si buscando epatar, ser original y superar aquello de Dios y Billy Wilder en la entrega de los oscars, o simplemente hacer reflexionar a sus compatriotas, aseguró no haberse sentido español ni cinco minutos de su vida. Una inocente reflexión (admito que lo de desear que hubiéramos perdido la guerra contra los franceses ya es pasarse de provocador, oiga, que aquí “Curro Jiménez” ha dejado mucha huella) la cual, no podía ser de otro modo, enseguida abrió la caja de los truenos de los españolistas de toda la vida, los que van sin careta, pero también evidenció que muchos presuntos aperturistas, convencidos de que defienden la libertad de pensamiento y comprenden este mundo moderno en el que habitamos, siguen viviendo poseídos por sus viejos tics de siempre. Y por encima de todo, claro, el topicazo del “progre” al que hay que sacudir como a una estera. Y es que si no existiera gente como Trueba, habría que inventarla. 


¡Qué vergüenza, qué bochorno, qué sofoco, qué indecencia! ¡Un artista español recogiendo un premio y una suma de 30000 euros (de los cuales parte irán a parar a las arcas públicas en forma de impuestos, digo yo, ya que qué yo sepa el señor Trueba no tiene cuentas en Suiza, cosa que no se puede decir de un buen número de voceros que han criticado su falta de “patriotismo”) renegando de la Madre Patria! ¡Herejía, excomunión, anatema! Parecen no darse cuenta de que ese premio se entrega por la calidad de la obra  (indiscutible en el caso de Trueba) desarrollada a lo largo de una carrera (en ese sentido, si podría ser criticable que Bayona, con sólo dos largometrajes a sus espaldas, lo recibiera hace un par de años, pero nunca un cineasta del largo recorrido de Trueba), no por una mayor o menor españolidad o patriotismo. Los méritos cinematográficos de Fernando Trueba están muy por encima del pensamiento ideológico o político que pudiera tener, que por cierto, tampoco es hombre de pronunciarse excesivamente en ese campo. No es Trueba, por otro lado, de esos cineastas cuyas películas hundan la industria. Sin ser un fabricante de “blockbusters” ni habitualmente reventar las taquillas, sus trabajos tienen buena acogida entre el público, aunque parece haber perdido fuelle en los últimos años. No queremos recurrir al manido “y tú más”, pero cuando se acusa alegremente a Trueba (como a tantos otros artistas españoles) de ser un parásito (les invito a quienes hacen tales afirmaciones a que prueben a involucrarse en la confección de una película, desde su principio hasta el último día de rodaje, y después me cuenten si les parece un trabajo de “parásitos”), hay que recordar que el record de una subvención de dinero público para una película lo sigue ostentando José Luís Garci, quien recibió 15 millones de euros (el coste total ascendió a 16,5 millones, con la campaña publicitaria) para realizar por encargo de Esperanza Aguirre, cuando era presidenta de la Comunidad de Madrid, la película, de, curiosamente inequívoco tinte patriota, “Sangre de Mayo”, en la que se ensalza la lucha de los españoles contra el invasor francés. Esos 15 millones de euros, lo han adivinado, salieron de los bolsillos públicos. Lo más dantesco del caso es que la película recaudó 700000 euros. La señora Aguirre, otra nacionalista patriotera disfrazada de liberal, sigue hoy día dando lecciones sobre cómo ser buenos españoles.


Este país reparte premios culturales y de todo tipo a personalidades de todo el mundo (piensen en el Príncipe, ahora Princesa, de Asturias, por ejemplo) Coppola ha recibido el de Las Artes de este mismo año, un premio igualmente cuantioso (50000 euros) y también pagado con nuestros impuestos. Quizás habría que pedirle al director de “El Padrino” que, para contentar a la turba enfurecida, intente sentirse español un poquito, aunque sea sólo cinco minutos de su vida, para compensar el desagravio de nuestro Trueba. A lo mejor incluso en Suecia se plantean que el próximo Nobel de Literatura, aunque sea ruandés, deba sentirse sueco por unos instantes, no se vayan a enfadar los patriotas de turno. Claro que otra cosa es ir provocando, y decir, qué sé yo, que Ikea es un invento del demonio. 



Un premio en rojigualda.



Y es que en ese sentido admito que puedo comprender el enfado del patriota de toda la vida. Del que va sin careta. El que no tolera un insulto a su patria. Pero resulta chirriante ver el rasgarse las vestiduras a quienes predican por un mundo en el que cada vez tengan menor razón de ser las naciones, los estados, las patrias, y las fronteras, pero les sale el tic casposo de “España sólo hay una” a la menor ocasión. Buscan malabarismos argumentales para defender su postura de que sí, que son muy liberales, modernos, y abiertos de mente, pero  lo de Trueba es una vergüenza nacional (por “progre”, rojo, intelectual y bizco) Se habla de que es un insulto al resto de los españoles (con que poco se sienten insultados algunos), que si no se siente español devuelva el premio (premio entregado, repetimos, por sus méritos como cineasta, no por lo que piense o deje de pensar), ese pensamiento de boina enroscada que quiere echar a Piqué de la selección española de fútbol, o que sufriría un pasmo si Guardiola relevase a Vicente del Bosque (¿qué hacemos entonces con todos los entrenadores que son seleccionadores en países dónde no han nacido?, si quieren aplicar el argumento de la “raza” a los futbolistas, ¿lo aplicamos también a médicos, fisioterapeutas, jefes de prensa, asesores jurídicos y un largo etcétera?), al final, con toda su modernidad, no reclaman más que un “España para los españoles”. Conozco hombres, o nacidos hombres, que se sienten mujeres, y viceversa, y no creo que supongan un insulto al resto de los hombres que si nos sentimos hombres, ni que sea un escándalo que se aprovechen de las ventajas o inconvenientes de serlo. 


Yo me siento español, y en ningún momento me han ofendido las palabras de Trueba. Más bien al contrario me han servido de reflexión para seguir comprendiendo a este país en el que algunos tipos de sinceridad salen caros. Un país anclado a la barra del bar y con la boina prieta. Les voy a confesar una cosa. Yo he nacido en Ponferrada, y sin embargo, y después de 42 años de vida, jamás me he sentido leonés. Nunca. ¿Por qué? Ni yo mismo lo sé explicar. Cierto que de joven me sentí atraído por ideas bercianistas, lindantes con el nacionalismo, por suerte ya superadas. Vendíamos, como no, victimismo: León era el culpable de todos nuestros males. Al igual que el leonesismo vende que Valladolid es el culpable de todos los suyos. Despojado, afortunadamente, de aquella distorsión de la realidad, no encuentro por otro lado ningún vínculo con la tierra leonesa. Todo ello amando profundamente la ciudad de León, una de las que más me ha hecho disfrutar a lo largo de mi vida, y en la que conservo grandes amigos. Sinceramente dudo que ninguno de ellos se sienta ofendido porque no me sienta leonés.


Vienen a mi mente ahora las palabras de ese abyecto personaje llamado Alfonso Ussía (otro que usa el disfraz de liberal para intentar disimular su nacionalismo españolista recalcitrante), afirmando con orgullo su francofobia y anglofilia, cual si hablase de equipos de fútbol, de ser antimadridista y barcelonista, o viceversa, y eso le hiciese mejor persona (créanme, hay gente que juzga a los demás seres humanos por ser de un determinado equipo de fútbol, esto es lo que pasa cuando te enroscas la boina en la cabeza bien a tope, no sea que te fluya la sangre en el cerebro y te dé por empezar a pensar por ti mismo, en vez de seguir los cuatro dogmas de fe que te llevan inculcando toda la vida) Qué triste manera de lastrarse uno mismo, de condicionarse, de limitarse. Cómo si no pudiera disfrutar por igual de Baudelaire que de Wilde, o no fuera capaz de comprender la carga icónica tanto de un Fantomas como de un Sherlock Holmes. Resulta especialmente sangrante el complejo francófobo de este país, que sale relucir de manera patética y patriotera en las competiciones deportivas, cuando sacamos al primate que llevamos dentro para enarbolar la banderita y celebrar que “nos hemos follao” a los franceses. 200 años después de la Guerra de La Independencia seguimos totalmente acomplejados por aquello. Anclados en un primitivismo ideológico a la altura de un Francisco, aquel meloso cantante que ahora, como no, también se ha subido al carro del (falso) liberalismo, para contribuir al despropósito de la España cainita asegurando que no comprará ningún producto catalán. Ya puestos pidamos un embargo y un bloqueo para Cataluña, eso sí que es de buenos liberales.   


Y es que este tipo de nacionalismo exacerbado, este viejo patriotismo, no difiere demasiado entre sus distintas caras. Sólo cambia el color de la bandera o la música del himno. El discurso es el mismo. Las grotescas y rabiosas actitudes españolistas y su odio hacia el catalanismo esconden la misma perversidad que las del catalanista que desprecia lo español.


Hagan conmigo este ejercicio mental de desarrollar una hipótesis. Pensemos por un momento que algún reconocido artista catalán recibe un premio otorgado por la Generalitat como reconocimiento a su carrera, y en el discurso de recogida del mismo, sorprendiese afirmando que nunca se ha sentido catalán. Bien podría ser un Albert Boadella, o incluso un Loquillo, que es un catalán más madrileño que el chotis. El sonido de los tambores de guerra retumbaría por toda España. Linchamiento y petición de deportación por parte de los nacionalistas catalanes… pero aplausos y vítores por parte de los que ahora crucifican a Trueba. Y esto es lo triste, los nacionalistas que ahora lapidan al director madrileño por su desafecto al país, celebrarían la valentía del artista catalán que públicamente airease su falta de sentimiento nacionalista para con esa tierra. Cambien a Trueba por Boadella, y la palabra “España” por “Cataluña”, y mantengan todo lo demás. Donde ahora tienen ataques aparecerían muestras de apoyo.   



Y es que los patriotas siempre encontrarán una bandera por la que luchar.      



Patriotas de distinto pelaje luchando por su bandera

viernes, 14 de agosto de 2015

EL MUNDO NECESITA MONSTRUOS



Gabba gabba we accept you!!




-¡Vengo desde Bilbao en tren, me he recorrido 800 kilómetros para expresar mi indignación y mi más enérgica repulsa por este crimen horrible, no hay derecho que tipos como éste anden libres por la calle y puedan matar impunemente! 

Así de enérgica se mostraba la anciana ante las cámaras de Antena 3 después de haberse dejado el alma correteando y chillando como una colegiala detrás del furgón policial que llevaba al asesino cordobés José Bretón al juzgado. Yo asistía impávido a la escena preguntándome que es lo que puede llevar a una respetable y jubilada señora a meterse ocho horas en un tren para pegarle cuatro gritos a un asesino cual groupie de los Rolling Stones que sigue la gira de sus ídolos. 

El mal fascina, y los asesinos, y más aún los asesinos en serie, se acaban convirtiendo en personajes de culto. Iconos pop. Una fascinación que abarca desde las húmedas adolescentes que envían cartas de amor a las celdas de los psicópatas (lo hemos visto recientemente con Miguel Carcaño, principal acusado y encarcelado por el caso de Marta del Castillo) hasta las venerables ancianas que se hacen 800 kilómetros para increpar al objeto de sus iras, pasando por los taxistas que arreglaban esto en dos días (al igual que con la política, el paro, o en su momento ETA), y por supuesto los nauseabundos espacios televisivos que sacan provecho recreándose en la truculencia del asunto, entrevistando si es necesario a un primo segundo de un cuñado de una vecina del monstruo en cuestión para hacer llegar a los televidentes como era el día a día del nuevo y mediático criminal quien disfruta de sus momentos de gloria. En el caso de este humilde eyaculador, admito que también existe esa fascinación por los rincones más oscuros del alma, dado mi interés por todo lo relacionado con la psique humana. Por supuesto Estados Unidos, como la gran potencia generadora y consumidora de cultura pop que es, ha explotado a los serial killers como es debido, con magazines, espacios exclusivos de televisión, y hasta un juego de cartas dedicado a los asesinos en serie. Pero no está tan alejado de lo que sucedía en España en su día con una publicación tan popular como El Caso. Quizás a nuestros asesinos les ha faltado el glamour de un Ted Bundy, pero hemos tenido nuestras figuras cuasi mitológicas al estilo de Jarabo. Ted Bundy, por cierto, antes de comenzar su descontrolada carrera de asesinatos había sido condecorado por la policía de Seattle al salvar a un niño de tres años de morir ahogado. En la impresionante saga de ficción sobre Hannibal Lecter creada por Thomas Harris se explica la diferencia entre ayudar a un pájaro herido encontrado en la cuneta o aplastarlo. Ted Bundy es el hombre que en el camino de ida socorrió al animal pero a la vuelta decidió aplastarlo.    


Ted Bundy, el asesino instruido

Utilizar la ficción para explicar la “vida real” es algo recurrente en muchos de nosotros. La especie humana, capaz de producir a los Hitler, Stalin, o cualquier malnacido maltratador de mujeres, nos ha procurado también un buen número de genios que nos han servido de muletas para ayudarnos a caminar. Luces que guiarnos entre las sombras. Fritz Lang era un prometedor pintor que acabaría siendo uno de los mejores cineastas de todos los tiempos. Como austríaco nacido en los albores del “fin de siecle”, conoció el horror de los dos grandes guerras y el ascenso del nazismo. La mayor parte de sus películas son clásicos de distintos géneros, del futurismo al cine negro, del western al cine bélico, pero en toda su obra desliza su lúcida y reflexiva mirada sobre la condición humana y los peligros de la misma. En 1780 el juez Charles Lynch ordenó ahorcar en Virginia a un grupo de colonos leales a Gran Bretaña durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos sin mediar juicio alguno, dando origen a la terrorífica práctica del linchamiento. En 1936 Lang dio su particular visión sobre el asunto con uno de sus relatos cinematográficos más duros, “Furia”, donde un inmenso Spencer Tracy nos hace sentir el horror de enfrentarse a una justicia tomada por la mano del pueblo, tanto sufriéndola en sus propias carnes, como con la posibilidad de un descenso a los infiernos del propio protagonista, deseoso de ejercer venganza y un “ojo por ojo” que bien sabido es que no hace sino dejarnos a todos ciegos. Es una película que debería mostrarse en todas las escuelas del mundo. 

Advertía Nietzche de los peligros de mirar al abismo y de luchar contra monstruos, ante la posibilidad de acabar convertido uno mismo en monstruo. No hay más que observar al individuo que solicita un asesinato para un asesino para darse cuenta de que la premonición del filósofo alemán era cierta. Afirmamos distinguirnos de los malvados, pero nuestra única reacción ante ellos es actuar igualmente con bellaquería. ¿Recuerdan el caso de la muchacha que denunció una violación en Málaga por un grupo de jóvenes? Las redes sociales se llenaron de ciberjusticieros con sed de venganza desarrollando mil y una maneras de hacerles pagar por el daño a aquellos cretinos. Los chicos recibieron amenazas de todo tipo y apenas podían pisar un pie en la calle sin que la turba se les abalanzase. Al poco tiempo la joven confesó que la denuncia había sido falsa. Esa misma turba tardó apenas nada en cambiar el objetivo del linchamiento. Ya no eran los chicos, ahora había que lincharla a ella por mala puta y mentirosa. Como ven, de lo que se trata es de linchar. 

Pensamiento humanista del día: prefiero que haya mil culpables en la calle a que haya un solo inocente encarcelado.    


La furia


La especie humana, en efecto, es capaz de producir tanto un Hitler como un Gandhi, un Al Capone como un Mozart, o incluso un Ted Bundy que en un momento dado salva a un niño de morir ahogado para posteriormente asesinar a decenas de mujeres. El famoso “libre albedrio” debe ser quien nos rija para elegir el camino más recto, o más “bueno”, en términos de bondad y maldad, y no convertirnos en la naranja mecánica de la que hablaba Anthony Burgess. Frente a quienes (y siempre en momentos en los que los medios echan humo sobre estos temas) piden más mano dura; más garrote; más porrazos; más policía; más cárceles; más dureza; más represión, otros preferimos pedir más educación; más escuelas; más lecturas; más películas; más música;  más cultura. No quiere decir esto que no compartamos la indignación popular cada vez que hay un asesinato mediático. Al contrario, la indignación es buena y nos hace humanos. No se trata tampoco de la recurrente etiqueta del “buenrollismo”. Créanme que yo disfruto horrores con algunos de los personajes filofascistas encarnados por Charles Bronson o Clint Eastwood, quienes ejercen de catárquicos liberadores en la ficción. Aplaudimos a esos… ¿héroes? a los que vemos atravesar una línea que nosotros no nos atreveríamos a cruzar. Por no hablar de uno de los personajes más interesantes que ha dado la literatura en los últimos tiempos, el peculiar psicópata Dexter Morgan, quien después de ver morir asesinada a su madre siendo niño y pasar cuatro días escondido en un contenedor empapado en sangre, es incapaz de empatizar con el dolor ni sentir ningún remordimiento por daño alguno, por lo que, y tras ser educado por un padre que le enseña a discernir entre “malos” y “buenos”, se convierte en el instrumento ejecutor de aquellos que hacen daño a la sociedad (asesinos en serie, pedófilos, violadores, traficantes de drogas, etc) ¡Voila, el justiciero perfecto! Si no fuera por un pequeño detalle… y es que no dejamos de hablar de un psicópata. Volviendo a la imprescindible saga de Hannibal, nunca se ha trazado de manera más difusa la línea que separa el “bien” del “mal”, los “buenos” de los “malos”, los policías de los asesinos, que en esta célebre saga. Sobre todo en la extraordinaria adaptación televisiva de la cadena AXN, donde el agente del FBI Will Graham llega a prácticamente fundirse en un mismo ser con el caníbal protagonista. El universo de los superhéroes tampoco ha sido ajeno a estos conflictos y disyuntivas, caso del Punisher, el célebre y vengativo justiciero de Marvel cuya ética dudosa nos hacía plantearnos a los niños si era de los “buenos” o más bien de los “malos”. Más expeditivo si cabe resulta el Rorscharch de los Watchmen creado por el moderno bardo Alan Moore, al que Wikipedia define literalmente como “un ser que cree fuertemente en el absolutismo y la moral objetiva, donde el blanco y el negro están claramente definidos y no existe el gris, donde el bien y el mal se diferencian con claridad y el mal debe ser castigado violentamente”.    


Hannibal Lecter y Will Graham, ¿cuál es la diferencia?


Por tanto, ¿quién es el monstruo?, ¿dónde está el abismo?, ¿hay justificación en matar a quién previamente ha matado?, por otro lado, ¿no hay pecado en los ojos que miran y se recrean con el horror? ¿Es el fenómeno exhibido en las barracas de feria el único ser deforme y repugnante?, ¿qué hay de quién lo exhibe?, ¿y de quién paga la entrada?, ¿quiénes son los “freaks”, como se preguntaba Tod Browning en su inmortal película? 

¿No hay monstruosidad en el hecho de que una anciana reúna sus maltrechas fuerzas para meterse un viaje de ocho horas en tren únicamente para pegar cuatro voces delante de un furgón policial? ¿No hay truculencia en hacer negocio y espectáculo catódico de un asesinato? ¿No hay perversión en la mente de quienes rastrean la vida del asesino buscando su morbosa posible última actualización de Facebook? ¿No hay indecencia en quién buscar sacar rédito político reclamando reformas en caliente?

Vivimos en un mundo aterrador, violento. “Descendemos de monos erectos, no de ángeles caídos”, declaró Stanley Kubrick cuando le acusaron de apologeta de la violencia con su contundente adaptación cinematográfica de La Naranja Mecánica de Burgess. Encender la pantalla del televisor y contemplar las noticias es asomarse al abismo del que nos advertía Nietzche. Si aterrador es asistir al espectáculo de hemoglobina que nos brindan los telediarios, igualmente aterrador es ver a nuestros vecinos erigirse en nuevos jueces Lynch. Líbreme Dios que para distinguirme de un asesino tenga que rebajarme yo a la misma condición de asesino, ejecutor o cómplice, o simplemente jalear cualquier tortura o atentado a los Derechos Humanos, ya que entonces no habrá distinción ninguna y el abismo definitivamente me habrá devuelto la mirada. Y sí en efecto la educación es la base para el desarrollo de una sociedad, líbreme Dios de que nunca un hijo mío me vea así convertido en el monstruo contra el que afirmo luchar. Aterrador es, en definitiva, que en la vida real alguien quiera proclamar aquello de Charles Bronson: “yo soy la justicia”.


Escuchamos a menudo eso de que el mundo necesita héroes. Cada día que pasa estoy más convencido de que también necesita monstruos que sirvan de motor para exaltar nuestras más bajas pasiones, para exhibir en la barraca de feria televisiva, y para justificar que, nosotros sí, porque somos los “buenos”, podemos y debemos usar la violencia.      


Dexter, el buen psicópata

jueves, 6 de agosto de 2015

UN HONGO DE 70 AÑOS


“Excelente cosa es tener la fuerza de un gigante, pero usar de ella como un gigante es propio de un tirano” (William Shakespeare)   






70 años del hongo atómico, la ignominia nuclear, el puñetazo final, la capitulación. El espanto alcanzando una nueva dimensión. La involución definitiva. El Leviathan alzándose sobre la humanidad. Hobbes humillando a Rousseau.   

De aquellos encerados de pizarra nació la tragedia. Las gafas de los científicos reflejaban el aliento de la locura, la tecnificación del miedo. Del desierto de Nevada a la carne japonesa, de los atolones del Pacífico a la sangre oriental.  

70 años entre siglos cubiertos de humo, dolor y una lección quien sabe si aprendida. No para el pueblo que la sufrió, si no para el que la ejecutó.   

El hombre no volvió a ser el mismo desde que cruzó aquel umbral del anochecer de los tiempos, el que le fue brindado por la más siniestra de las alianzas, la de la ciencia y la destrucción. El hombre fue engullido por el hongo y Leviathan despertó de su letargo. 

jueves, 30 de julio de 2015

MITO, REALIDAD Y CULTURA



¡Esa cami como mola, se merece una ola!



En verano cualquier cosa puede ser noticia. Eso nos cuentan. Nuestros reblandecidos y chamuscados cerebros divagan buscando algo a lo que aferrarse… la mala educación de Mourinho, la forondosca barriga de Benitez, la web de un ayuntamiento de nuevo signo político, las zanfoñas de Ortigueira, los kafkianos del Jaján, la Liga Armada Galega y el Pazo de Meirás (de Meirás)  

Incluso la presentación del undécimo fichaje de un club modesto como el Real Jaén, encuadrado en el grupo IV de la Segunda B, uno de tantos equipos obligados a reinventarse constantemente y cambiar a media plantilla cada temporada, puede llegar a convertirse en eso que llaman “trending topic”, y poner en el centro de la atención mediática a un desconocido y humilde jugador portugués recién llegado a nuestro país. Tanto es así que supongo que todo el mundo ya habrá conocido la noticia de la comparecencia en su presentación como nuevo futbolista del cuadro jienense con una camiseta en la que aparece una representación del infame dictador Francisco Franco. 

La prenda en cuestión, evidentemente, no tiene nada en absoluto por lo que pueda ser considerada propagandística o apologeta del franquismo. Se trata de una especie de art work un tanto cutre en el que el dictador aparece haciendo el “fascio” con su boina militar y bigote legionario, a sus 40 y pico años de edad, calculo, en un montaje que le sitúa al lado de una figura femenina en biquini y con los ojos tapados por una tira negra. Una imagen que bien pudiera recordar al de algunas portadas de discos de punk combativo, o que hemos visto en tantos fanzines del underground, algo claramente alejado de cualquier apología franquista, en todo caso al contrario parece indicar cierta banalización y ridiculización de aquel personaje de corta estatura y voz aflautada, pero que desgraciadamente tanto daño causó a nuestra sociedad y nuestro pueblo, dejando heridas muchas aún no cicatrizadas.  

La noticia no deja de ser una simple anécdota, y como tal quedará en el recuerdo de nuestras memorias, pero bien sea por lo discurrido acerca del verano en mi primer párrafo, o bien por mi imperiosa necesidad de derribar tópicos, o más bien, me temo, porque me gusta mucho pensar (¡qué peligro!), y de vez en cuando transformar esos pensamientos en palabras escritas, el tema me ha servido para reflexionar sobre algunas de mis cuestiones más obsesivas: la cultura, lo que entendemos por ésta, la condición humana, nuestra psicología y, en cierta manera también, España. 

Y es que las críticas no han tardado en llegar, no tanto por una supuesta afinidad franquista del protagonista (que evidentemente nadie en su sano juicio considera), sino por al parecer la ignorancia de la que hace gala quien desde nuestro país vecino es incapaz de reconocer al personaje de la camiseta (comprada en Portugal, tal y como asegura el futbolista, sin tener ni idea de quién era el militar que aparecía en la prenda) El jugador ha pedido disculpas asegurando desconocer “el grueso de la historia de nuestro país”, lo cual ha encendido aún más a la ciberopinión pública, ya que consideran que el deber de cualquier joven portugués es conocer la historia y vicisitudes de nuestro pueblo español (y luego decimos que Estados Unidos se cree el ombligo del mundo) Leí la atinada observación de alguien que se preguntaba cuántos futbolistas españoles serían capaces de reconocer una fotografía de Salazar, el dictador portugués del siglo XX. Me di cuenta de que yo mismo era incapaz de poner cara al déspota del país vecino, ¿me convierte eso en un borrego y un ignorante? Decidí hacer un experimento, colgar una foto de Salazar en mi muro de Facebook y preguntar a mis contactos si conocían al personaje de la instantánea, confiando en la buena fe de los participantes (ya que google provee una aplicación por la cual metiendo una imagen obtienes información de la misma) y en sus respuestas sinceras. De las 31 personas que contestaron, 10 afirmaron reconocer al interfecto, mientras que 21 admitieron su desconocimiento facial sobre el personaje de la fotografía. No tengo, en absoluto y ni por lo más remoto la sensación de que los 21 (que seríamos 22 contándome a mí) sean más bobos o ignorantes que los 10 que sí reconocieron al líder del Estado Novo portugués.    

Sinceramente creo que la mayoría de la gente nos movemos en unos niveles de capacidad bastante similares (de igual manera que la gran mayoría de los seres humanos somos “mediocres” en el sentido literal y nada peyorativo de su significado semántico, el de “mediano”, el de estar en la media… curiosamente el tiempo ha dotado a ese término de un significado negativo cuando no debería ser tal, la mediocridad es simplemente la normalidad), mientras que es una minoría la que presenta “anomalías” por exceso o por defecto. Aprovechamos nuestras capacidades como buenamente podemos y querernos. Historia, geografía, literatura, matemáticas, música, física, química, cinematografía, fotografía, arquitectura, escultura, pintura… o incluso deportes. El ser humano va llenando su cerebro con aquello que más le satisface, tanto a nivel de conocimientos como de experiencias personales y profesionales. Quien sabe, es posible que el mejor cirujano cardiovascular del mundo no haya leído en su vida a Cervantes o a Goethe, o le cueste ubicar Hungría en un mapa. Lo que importa es que es el mejor cirujano cardiovascular del mundo, ¿no creen?

Siempre pongo el ejemplo de Conan Doyle con su inmortal personaje Sherlock Holmes. En la primera novela del detective, “Estudio en escarlata”, el cerebro más prodigioso de Inglaterra afirma a un perplejo Watson sin ningún tipo de complejo o pudor que desconoce las teorías heliocéntricas y por tanto la realidad (lo que ya era una realidad contrastada científicamente a finales del siglo XIX) de que la Tierra gira alrededor del Sol. La indignación y rasgada de vestiduras del incrédulo doctor asemeja a la de quienes ayer farfullaban que no debía consentirse la tamaña ignorancia mostrada por el desafortunado pelotero luso recién llegado a nuestro fútbol. Holmes se defiende con su particular teoría de que “el saber sí ocupa lugar”, y que por tanto debe dejar espacio en su cerebro para los conocimientos que realmente si son necesarios para su quehacer diario. De hecho, y con una seguridad en sus palabras que de nuevo escandaliza a Watson, Sherlock reconoce que hará todo lo posible por olvidar esa información del todo punto fútil para su trabajo criminológico. Cada nuevo estudio sobre la manera de trabajar de nuestro cerebro y el funcionamiento en concreto del hipocampo, no hace sino reforzar la validez de la teoría de Holmes/Doyle (un Doyle que, recordemos, era médico, y que precisamente se basó para la creación de su más conocido personaje literario en uno de sus profesores de la Universidad de Edimburgo)    



A mí en la cabeza me entra lo que me entra


Hace unos meses veía a muchos de mis contactos de Facebook echarse las manos a la cabeza al conocerse los resultados de una “Encuesta de Percepción Social de la Ciencia”, que arrojaba el hecho de que uno de cada cuatro españoles, al igual que Holmes, desconocía que la Tierra giraba alrededor del Sol. ¡Herejía! ¡Anatema! “¡Retirémosle el derecho a voto a estos analfabetos!”, incluso llegué a leer. A mí, sinceramente, no me pareció para tanto. De hecho es muy posible que mi padre, que en gloria esté, tampoco lo supiera. Es posible incluso que mi madre no lo sepa. No creo que eso la incapacite para ejercer su derecho al voto, ni que deba ser vilipendiada o vejada por ello. Hablamos de una persona que durante la mayor parte de su vida ha trabajado sin descanso, atendiendo un negocio familiar que abría 14 horas al día, sin días de cierre ni vacaciones (como supondrán hablo de un bar, un bar de los de antes), y que además sacaba adelante una familia, cuidaba a tres hijos, y mantenía una casa. Para mí todo eso sólo merece un calificativo: heroico. Como comprenderán, que sepa si la Tierra gira alrededor del Sol o viceversa me parece algo pueril, inane y anecdótico. Y desde luego creo que mi madre está mucho más capacitada para votar y comprender las complejidades de la vida que a quien se le calienta su boca y cae en actitudes fascistas para designar quien debe o no debe votar. Por cierto, diversas encuestas entre 1999 y 2006 demostraban que un 20% de los norteamericanos creían que el Sol gira alrededor de la Tierra, en 2011 eran un 33% de los rusos quienes estaban en tal error, y nuevamente en Estados Unidos en 2015 leemos que al igual que en España, uno de cada cuatro habitantes de ese país siguen en las mismas.

El caso no es ser listo, el caso es creerse listo, y eso, a los humanos, nos encanta. Sea cual sea el campo, hay algo natural e innato en nosotros que nos lleva a creer que somos poseedores de la verdad y que el resto de la humanidad viven aborregados. Los simpatizantes de ciertas ideas políticas tienen claro que la suya es la única respetable y la que ofrece las soluciones para un mundo mejor y más justo; los fieles de las distintas religiones creen que su dios (o dioses, en el caso de los politeístas, si es que queda alguno) es el único verdadero; y ya no hablemos de deporte, donde por alguna extraña razón desde el momento de nuestro nacimiento somos unas auténticas autoridades en fútbol, baloncesto, o sea cual sea el deporte a tratar. Una cosa es el mito, y otra la realidad. Uno de mis cuentos favoritos de todos los tiempos es “El traje nuevo del emperador”, de Hans Christian Andersen, vuelta de tuerca de uno de los relatos que engloban esa obra inmortal que supone “El Conde Lucanor” de Don Juan Manuel (muy famoso no sería cuando no se conocen los apellidos, que dirían Faemino y Cansado) Tanto en la obra medieval castellana como en el apólogo del narrador danés se refleja de una manera devastadora como el convencimiento y la ceguera mental es capaz de hacernos vivir en una realidad absolutamente diferente. Todo esto sin entrar en disquisiciones metafísicas sobre cuál es la auténtica realidad del ser humano desde su percepción subjetiva, y si las cosas en realidad “son” algo o simplemente “nos parecen”, lo cual nos llevaría incluso a la paranoia de pensar que quizás ni siquiera exista nada y todo sea producto de la imaginación… pero dejemos estas divagaciones para otra tarde de verano. 

He comentado que mis padres tenían un bar. Un bar de los de antes, de viejo, de partida. Un auténtico y particular ecosistema en el que al estilo del café de Doña Rosa de “La Colmena” de Cela, uno podía asistir a un curso intensivo de sociología viendo el paisanaje allí reunido. Voy a contarles una de mis anécdotas favoritas, de las muchas sucedidas en aquel local. 

Era la hora del telediario, la más bulliciosa dentro del bar, aquella en la que aquellos machotes huían raudos de sus casas y sus mujeres para encerrarse en el bar a fumar, beber y blasfemar. En la televisión Luciano Pavarotti cantaba. Uno de los clientes habituales, un potentado empresario del transporte, miraba la pantalla con falso embelesamiento al tiempo que masticaba el culo de la faria que bailaba en su boca. Mientras daba chupadas al puro y lo atizaba encendiendo una cerilla hacía gestos ostentosos frente a la pantalla, hasta que por fin se atrevió a pronunciar: “¡pero qué bien canta este Pavoretti!” Mi hermana y yo, al escuchar aquello, nos lanzamos una mirada de complicidad, que mudó a nada disimulada sonrisa y finalmente inevitable risa. El hombre se dio cuenta de nuestra reacción y envalentonado comenzó a carcajearse mientras miraba a sus compinches diciendo: “¡jajajajajaja, no saben quién es Pavoretti, jajajajajaja, no saben quién es Pavoretti!”  

La anécdota, real y vivida por mí, me encanta, por lo que tiene de clarificadora sobre la condición humana. Un hombre crecido y encorajinado por su propio error del que no es consciente. Un emperador capaz de atravesar el pueblo desnudo ante la incrédula mirada de sus súbditos. Porque lo importante de verdad es que independientemente de que aquel caballero no tuviera ni idea del nombre del tenor y estaba viviendo una pose de admirador de la ópera, él estaba convencido de nuestra inferioridad, del mismo modo que quien ayer lee un titular del estilo “Jugador del Real Jaén acude a su presentación con una camiseta de Franco” y obsequia en los comentarios a la noticia con un “burro”, está plenamente convencido de que vive rodeado de ignorancia (máxime tratándose de un futbolista, ahí viene el topicazo), por mucho que al indignado espectador le costaría reconocer el rostro del citado anteriormente dictador portugués Salazar. Conocido es el capítulo en la vida de Unamuno (al final en estos temas siempre acabamos volviendo a Unamuno) en el que el docto intelectual daba una conferencia sobre William Shakespeare en la que pronunciaba sin ningún complejo el apellido del dramaturgo inglés bajo la fonética española (“shakespeare”), hasta que cansado de los murmullos, inquisiciones,  y risas contenidas de los asistentes convencidos de la torpeza e ignorancia de aquel conferenciante, pronunció un imponente “shekspir” para continuar su discurso en un perfecto inglés que hizo abandonar el recinto a buena parte del público que, sencillamente, no era capaz de seguir el contenido de la charla en lengua inglesa, pese a que unos minutos antes eran capaces de escandalizarse ante el hecho de escuchar el apellido de Shakespeare pronunciado en castellano.  

Los tópicos, en efecto, no tardaron en llegar. Siendo futbolista se le presupone ignorancia. Otro tópico infalible es el del dinero. El futbolista además de tonto es millonario, aunque sea un mileurista jugador de Segunda B. Desconozco cuál va a ser el sueldo de Nuno Silva en el Jaén, pero apostaría a que no pasará de los 3000 euros mensuales (si alguien tiene el dato y es tan amable de dármelo, le estaré muy agradecido, he intentado buscarlo en internet pero lo único que uno puede encontrar sobre Nuno Silva es… ya lo saben)  Es posible que el común de los jugadores de fútbol no tengan especialmente inquietudes culturales, pero es necesario huir del tópico y del estereotipo cuando uno se encuentra con profesores de instituto que no han leído un libro en los últimos tres años y con futbolistas que devoran literatura en los ratos libres de sus concentraciones en cantidades desorbitadas. Y no me invento nada.  

Ciertamente nos costaría encontrar un futbolista aficionado a, por poner un ejemplo, la música de Nick Drake. Pero créanme que no sería más difícil que encontrarlo en la oficina donde trabajo, donde atónito y perplejo he comprobado que nombres como Robert Mitchun suenan totalmente a chino cuando ha salido algún tema de conversación cinematográfico. Inolvidable la vez en la que una compañera me dijo “tú ves películas raras, como mi novio, que le gusta “El Padrino” “  Una película que arrasó en las taquillas y los oscars era para esta muchacha cine “del raro”. Esto no convierte a estas personas en ignorantes, ni borregos, ni nada de ese estilo. De hecho la mayoría cobran más que yo y viven mucho mejor que yo, he aquí en todo caso el auténtico borrego. Mientras se dedicaban duramente a sus estudios yo posiblemente “desperdiciara” mi tiempo escuchando discos, leyendo libros o viendo películas. Cada uno ha llenado su cabeza con lo que le convenía. Así de simple. Que sea incapaz de ordenar cronológicamente a los reyes de la historia de nuestro país no me preocupa ni hace sentirme ningún ignorante desgraciado, de igual manera que no pienso que lo sea quien no sabe ordenar cronológicamente la discografía de Bob Dylan.

Por supuesto, también se ha buscado sacar rédito político a la noticia, desde las comparaciones de los catalanistas con las multas a la exhibición de banderas esteladas, hasta la exaltación pura y dura del franquismo,  pasando por la denuncia de que esto es lo que pasa cuando vienen jóvenes ignorantes a quitar trabajo a españoles mientras los nuestros se van, o el argumento de que si hubiera llevado la foto de un dictador “de izquierdas” no se habría armado este revuelo. Evidentemente todo el mundo tiene razón. De eso se trata. Para comerse la sardina primeramente hay que arrimarle el ascua. Caso aparte el de ese individuo llamado Salvador Sostres, cuya presencia mediática admito que me sigue resultando un enigma. En otro de sus habituales vómitos verbales ha aprovechado la ocasión para recordarnos que el franquismo no estaba tan mal, que al dictador le debemos la democracia (sigh), y que la izquierda es muy mala, pero muy muy mala, con cuernos, rabo y olor a azufre, vaya. Lo que me sigue fascinando es que alguien se pueda ganar la vida dedicándose a escribir paladas de mierda. En El Mundo se dieron cuenta, tarde, pero se dieron cuenta. Lástima que siempre aparezca quien está dispuesto a llenar de estiercol las páginas de su periódico con tal de darles unos cuantos rejonazos al "enémigo".  

Cosas de España, el calor, y el verano.    


El enigma Sostres, cobrar por defecar.