martes, 11 de noviembre de 2014

LA FEA MÁS BELLA DEL MUNDO









La ciudad en la que nací se llama Ponferrada.

Hay quien no le da importancia a su lugar de nacimiento, pero para mí eso sería como no importarte quienes han sido tus padres.

La ciudad que me alumbró y me parió entre un amasijo de hierros y brumas de niebla y carbón es Ponferrada. Nacer en Ponferrada es ser hijo de la niebla y del carbón.

Es Ponferrada una ciudad caótica, traqueotómica y odiseíca. Un pedazo de calles angostas, un precipicio de barrios oscuros y una riada de bares de luces oscuras.

Es Ponferrada ciudad de genios de barra de bar y revolucionarios de retrete. Un pasadizo de barbaridades. Una galería de emociones psicalípticas. Un sinsentido erótico y sinestésico de lluvia de algodón.

Tiene Ponferrada aroma a nostalgia y pólvora mojada. Un lamento quebradizo e inexplicable. Sirva de ejemplo la manzana de mi casa, que vista desde el cielo, a vista de estornino salvaje, parece una broma pesada. Y es que es Ponferrada ciudad donde la arquitectura se transforma en surrealismo. Y así son mis sentimientos, un empuje de galeras otoñales donde se transforma la poesía, el amor y el veneno.

Ponferrada es ciudad de constante sábado noche lluvioso y de eterna mañana de domingo de resaca. Ponferrada es la conciencia del trapisondismo, el teatro de las poses quiméricas, el tablero de ajedrez de un Dionisos embrutecido.

Sólo en Ponferrada nos emborrachamos para evitar parecer borrachos.

Ponferrada es la arquitectura de los locos, y la geometría del alma.

Las calles de Ponferrada son a todo punto inexplicables, retorcidas, ilegibles, misteriosas, venenosas, ponzoñosas... decadencia instalada hasta en las figuras de los semáforos. Dantesco folletín que comienza cuando apenas acaba.

En Ponferrada el tiempo se mide en vasos de vino y la vida vale la cantidad de lágrimas de esperma que vomita tu aliento.

La arquitectura de los locos... la geometría del alma...

La noble niebla, el carbón cabrón. Ciudad de lobos que llevan al cine a las ovejas. Ciudad de acoso y espanto. Ciudad de almenas templarias y cornetas de cacahuete. Ciudad de ciudadanos que padecen en silencio las espectrales figuras de faraones de quita y pon, las abominables fauces de empresarios de verbo en las pistolas. La dialéctica de Ponferrada es el orujo y el carajillo es la biblia henchida en orgulloso alcohol.

En Ponferrada se vive y se bebe. Todo por los locos, los arquitectos, y los melancólicos gimnastas del alma.

Ponferrada descoloca mi geometría emocional, es el puzzle que se rompe en mil pedazos, el lienzo vital que se resquebraja.

En Ponferrada se construyen gigantescas torres que quieren llegar al cielo pero se hunden en el barro.

Dicen que estoy loco por amar a Ponferrada, la ciudad del paisaje roto donde los pájaros se columpian en las grúas... la fea más bella del mundo.  

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