martes, 10 de junio de 2014

CATÓDICO HUMOR GRUESO



El inevitable ciclo de la vida, amigos míos. “Yo no sabía, no pude imaginar, que todo lo que empieza tiene un final” cantaba un meloso Carlos Segarra en un tema de Los Rebeldes que hablaba de almibarados amores bajo la luz de la luna.  

Este pasado fin de semana echaba el cierre tras nada menos que diez temporadas y 237 episodios (todo un éxito en el cruento mundo televisivo regido por las audiencias) la teleserie “Aída”, spin-off de la célebre “Siete vidas” a la que acabó superando para convertirse en uno de los mayores fenómenos televisivos nacionales de los últimos tiempos. Criticada por muchos, admirada por otros cuantos, “Aída” ha sido el mejor exponente de eso que llaman “humor grueso” en nuestro país, sin que ello tenga que significar mediocridad o pobre nivel del producto, más bien al contrario, ya que la calidad de los guiones de la serie de Globomedia estaba por encima de la media en cuanto a comedias nacionales, y contaba además con un punto a favor imbatible gracias al triángulo actoral que formaban Pepe Viyuela, Paco León y Mariano Peña, colosales en su capacidad para lo grotesco, que era, en realidad, de lo que se trataba esta serie (y habría que añadir también en los últimos tiempos a Canco Rodríguez y su formidable trabajo como Barajas)

“Grotesco” significa ridículo, extravagante, irregular, grosero, exagerado o de mal gusto. Lo cual, insistimos, no tiene nada que ver con la calidad. Grotescos eran algunos cuadros de El Bosco, muchos dibujos de Goya, variopintos personajes trazados por la pluma de Valle-Inclán, y por supuesto, y por hablar de algo más contemporáneo, las películas de los primeros John Waters o Pedro Almodóvar, donde podíamos contemplar desde un banquete a base de cagada de perro hasta una lluvia dorada. Auténtico mal gusto. ¿Exento de calidad? No en mi opinión. 

“Aída” ha recibido muchísimas críticas por sus retratos descarnados de unos personajes extremos, de baja condición social, arrabaleros y marginales. Como si no se pudiera hacer humor con todo eso. Que diríamos entonces de Azcona y Berlanga. No se trata de hacer una defensa a ultranza de un producto que no buscaba mayor objetivo que el simple entretenimiento y levantar una sonrisa al espectador (como si fuera poca cosa), aunque si escarbamos bajo la sátira y el exabrupto de sus protagonistas podemos encontrar algo más (la convivencia entre las “dos españas” que simbolizan Pepe Viyuela y Mariano Peña, o la necesidad de la familia como sustento emocional, que tan bien se ha reflejado en telecomedias americanas como “The Simpsons” o “Matrimonio con hijos”, y éste posiblemente sea el mayor acierto de la serie, reflejar como unos personajes que hacen del despellejarse mutuamente su rutina diaria en realidad no pueden vivir los unos sin los otros, son su único apoyo, y es que quizás despellejarse sea la mejor manera que conocen para seguir manteniéndose unidos) “Aída” es historia de la ficción televisiva nacional, le pese a quien le pese, pero está muy lejos de ser considerada una obra maestra. El paso de los años y los capítulos ha acabado produciendo un hartazgo mutuo entre creadores y espectadores. No se puede ser brillante durante diez años seguidos (excepto si te llamas Rafa Nadal) La última temporada ha sido explicita en el cansancio acumulado y en una imaginación tocando fondo, con una forzadísima y patética Paz buscando recuperar a un Luisma al que ella misma había abandonado, y sobre todo con la incorporación del (pésimo) humorista e imitador Dani Martínez. Un tipo estomacante e intrusista sin nociones de interpretación que intentaba encarnar la figura del “doofus” (personaje habitual en toda telecomedia, y que puede encontrar su máxima expresión en el Michael Kelso de “Aquellos maravillosos 70”) canalla y bribón con mucha más pena que gloria. El incremento de minutos de este humorista que vive de imitar a Butragueño entre otras “hazañas” cómicas supuso a la vez un decrecimiento de los de un Paco León cada vez más enfocado hacia otros proyectos, como su curiosa carrera de director. Una pena que la última temporada de esta serie haya sido, con diferencia, la peor. Pero al menos han sabido no seguir arrastrándose por la parrilla televisiva. 

Nos dejan infinidad de momentos hilarantes, capítulos inolvidables, situaciones antológicas. Y hay que agradecerles cada risa, cada sonrisa, y cada carcajada. Cada resaca dominical mejor soportada con sus payasadas. Sólo por eso, nunca olvidaremos “Aída”. 

Todo ello pese a que seguirán apedreando a este tipo de humor. Ya que estamos un poco gruesos, si se pican, que se rasquen.      


Culpables de hacernos reír.

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