viernes, 30 de mayo de 2014

LA COLETA QUE HIZO TAMBALEARSE A UN IMPERIO



“Al alba, al alba,
Coleta mía, al alba” 

(Canción miliciana turolense)   


"El Roto"




Aparecen en escena dos jardineros, vestidos como tales (de Mileto), ataviados con peto y gorra de jardinero. Uno lleva en una mano una rosa y en la otra una gaviota a la que agarra por el cuello. El otro sostiene unas gigantescas tijeras de poda. Se miran el uno al otro y dicen al unísono: PODEMOS.



Y llegó la coleta como una bofetada en la piel de toro. Coleta salvaje y famélica, enseñando dientes de revolución. Coleta catódica que bajó al fango de los platós y se embarró entre corbatas, gafas de pasta, cabecitas de cerilla y dimes y diretes. Coleta que se coló en la urna, urna, dos, tres y hasta más de un millón de veces. 

-¡Es rojo!-dijeron unos.

-¡Yo creo que es azul como los pitufos!-dijo una señora cargada de astenia primaveral con una bolsa de Alcampo en la cabeza. 

-Es bolivariano-susurró un perro andaluz.

-Yo creo que viene de Irán. ¡Cien gaviotas donde Irán!- aseveró un cortador de césped. 

-¡Pues yo me he comprado un orinal!- se le ocurrió de repente a un horticultor, recordando que había interpretado a Ionesco en una obra de fin de curso en la “complu”.

Y la coleta siguió rugiendo. Un trueno llegó a las cárceles de media España, a las sedes de los partidos políticos, a los rotativos de los diarios, a los bancos de Suiza.

Se indigestaron los cruasanes,
borbotearon los cafeses,
se rallaron los cedeses,
chiflaron los burgueses,
mudaron en palidez los genoveses,
así fueron los desmanes. 

-¡Vais a pagar justos por comeflores!-exclamó un cura que no tenía cura desde un pulpito al ajillo, que le había quedado duro por quedarse corto en la cocción.  

Se rasgaron las vestiduras,
Se atragantaron los banquetes,
Salpicando los retretes,
Orinando los chupetes
En las bocas de los cadetes
Y alguien dijo “¡Viva Honduras!”


Y la coleta siguió llenando España de vahídos, de “ays” de “uys” de “oys”, de “arreas” de “carays” y de “sapristis”.   

Se habilitaron las mesas redondas
Y en ellas se sentaron señoras orondas. 

-Dicen que nos llama la cassssssssssta- inquirió una barba apolillada llegada del Noroeste.  

-¡A mí a casta y pura no me gana nadie, por la gloria de Margaret Thatcher y el barrio de Salamanca!- protestó Aguirre o la cólera de Dios. 

-La casta se gasta en la calle Sagasta- ingenió un becario de Nuevas Defecaciones, quien en premio recibió abucheos varios, división de opiniones (unos se acordaron de su padre, otros de su madre), y fue obligado a escuchar 24 horas seguidas cantar a los Niños Castores de Viana Do Bolo. 

Se sucedieron los suicidios profesionales. Los políticos se dedicaron a pintar cuadros al óleo. Algunos incluso, los más osados, se atrevieron a componer versos alejandrinos (desnudos de cintura para abajo, que como todo el mundo sabe es como se obtiene mayor inspiración) 

-¡Qué alguien le saque una foto comiendo gambas!- bramaron desde la dirección de un periódico castizo- ¡pero gambas de las gordas!  

-Es la imparable pujanza de la juventud- aseguró frente a una cámara de cosmovisión un politólogo cosido a un raído sofá- ¡juventud, alejaros de los bongos, que los carga el diablo!  

-¿Pero usted no dijo en este mismo programa, y cito literalmente: "el trotsko no se comerá un rosco"?- blandió un espantajo dando un respingo  

-¡No!, yo lo que dije es que cuidado con las fuerzas centrípetas que sumadas a un silogismo neperiano repatean un resultado de una negritud perrofláutica atroz. Y lo dije litoralmente, pues había almorzado un bote de fabada Litoral y andaba suelto de vientre. ¿Acaso no se me entiende cuándo hablo? 


¡Qué Primavera que nos dio la coleta! Hasta que finalmente, entre un carrusel de goles, espinillas castigadas, y escupitajos en el césped, alguien desde un micrófono se atrevió a realizar la pregunta que todo el mundo, para sus silentes adentros, se hacía: 

-Y éste en el Mundial, ¿con quién va?    


miércoles, 14 de mayo de 2014

A TUMBA ABIERTA


"En mi cuerpo puedo sentir, cada gota de sangre correr, una mezcla de odio y amor, en mi mundo brilla el sol" (Los Negativos, "Haciendo surf en mi mente")  



Graduado en Underground



No recuerdo ya cuantas veces he eyaculado palabras sobre la muerte, maldita ella, en este blog. Las cosas de la vida, que al final acaban siendo las cosas de la muerte. Dicen que precisamente por el miedo a la muerte, a lo desconocido, a lo que puede haber más allá cuando el telón final se viene abajo es por lo que los hombres inventaron las religiones, y con ellas los ídolos, los cultos, los ritos, las iglesias y las sectas.  


Yo pertenezco a una. La Secta Violeta. Sus preceptos son simbolistas y sus mandamientos modernistas. La sabiduría es ancestral, depositada en las bibliotecas secretas de la Isla de Thule, y la estética es el valor supremo, dejando en segundo plano todo lo demás. Aún entre la basura se está obligado a ser un dandy.   


De modo que una vez siendo parte de la secta, unido a la familia y hermandad de los graduados en underground, uno se siente distinto y distante del gris mundo. La realidad es una ficción. Pero los corazones, finalmente, también se paran...  


Y se nos ha ido Alfredo Calonge. Y es de esas perdidas que dejan a uno descolocado. No es el tópico de "se nos ha ido tan joven", porque sinceramente creo que Alfredo no tenía edad. Cuando consagras toda tu vida a unos ideales estéticos y por muchas décadas que pasen sigues calzando botines de beatle, luciendo hipsters y peinando flequillo, la edad no existe y el tiempo es sólo un invento util para los programadores de televisión.   


Alfredo Calonge, junto a otros aventureros psiconautas de las guitarras y las melodías escribió la mayor biblia jamás conocida en el pop psicodélico español, aquel "Piknik Caleidoscópico" sobre el que tanto hemos escrito y sin embargo tan indescriptible, indescifrable, bello y misterioso nos sigue pareciendo. Y luego vino aquel sábado amarillo en el que en el brebaje parecían rebajar la magia para asemejar una banda pop nacional "normal" (como si fuera poca cosa), para dibujarnos un tratado del dolor del amor en el que podías estar sentado en un bar bebiendo más de la cuenta para acabar deseando disparar al cantante almidonado y llorón. En aquel sábado melancólico ya Alfredo nos avisaba que su muerte sería para siempre, no nos fuésemos a olvidar de la brevedad de la vida, la cual nos obliga al constante "carpe diem", al espíritu báquico e insaciable que debe empujar cada una de nuestras jornadas a la reinvención diaria para cada mañana transformarnos en una nueva cigarra panameña.  


Y Alfredo se reinventaba para buscar el sitio que por derecho propio le correspondía en la "escena" del underground patrio. Dr. Love, Bondage y Canary Sect fueron proyectos que daban fe de su capacidad como músico y creador, pero aquella Biblia que comenzaba en el "Piknik..." simbolista aún esperaba nuevas páginas por ser escritas.   
   


Cansados y decaídos. Los tiempos del Piknik.



Y así nos encontramos con la sorpresa de que Los Negativos volvían, escribían, tocaban, grababan y se subían a los escenarios. Habían amagado a finales de los 90 con "Puzzle", pero con el nuevo siglo lo mejor estaba por llegar. Una liturgia sagrada en el imprescindible Purple Weekend nos ponía sobre aviso. Un tiempo más tarde podía vivir una noche irrepetible. Los Imposibles y Los Negativos compartían escenario en la sala El Sol. Las bandas que habían parido dos libros de instrucciones (distintos en el tiempo pero unidos en el espíritu) para el feroz modernista empeñado en beberse la vida a tragos dionisiacos como eran "Marigold Garden" y "Piknik Caleidóscopico" por fin juntas. El fotógrafo Felipe Hernández me había pedido que le acompañara con motivo de entrevistarles para su web, sin grabadora ni nada parecido. Una improvisada charla con los ídolos en un backstage plagado de alcohol, sudor y recuerdos. "Dandies entre basura", su esperado regreso discográfico, era ya una realidad, ¡y qué realidad! De nuevo la música volvía cargada de poesía, de simbolismo, de metáforas, de imágenes, de rayos de sol, de poder, de fuerza, pero sobre todo de lecciones para vivir, no para dejar pasar los días, si no para vivir. Para enamorarse, sorprenderse y embriagarse (esa receta para la vida que una tarde cualquiera entre alcoholes y amigos garabateé sobre un papel de la barra de un bar), para alcanzar esa visión poética de las cosas según la cual las cosas no son las cosas, si no otras cosas.  


"Aburridos de un mundo sin Brian Jones" era una de esas frases para tatuarte en tu piel y cincelar sobre tu alma, una declaración de principios. Volvían Los Negativos más comprometidos con la batalla estética. El viejo espíritu incoformista, rebelde y escapista que alumbrara a los primeros modernistas, los literarios, allá por el "fin de siecle". Por muy gris, triste y plomizo que sea el mundo que nos rodea siempre tendremos a Michael Caine, Catherine Deneuve, las viejas novelas de terror, y las series de televisión de los 60. Y es que Los Negativos, dentro de su escapismo evasivo empeñados en hacer surf en sus mentes, finalmente son una banda atávica, terrenal, anclada al mundo humano y animal de los seres vivos. Con sus totems, sus ídolos y sus amigos. Su familia y sus panteones sagrados. Por eso no me extrañó cuando en Octubre del pasado año, al cumplirse ocho años de la muerte de Kike Turmix y tener el debido recuerdo para nuestro viejo amigo euskaldun, el propio Alfredo me anunciaba que habían grabado un tema homenaje al bueno del Kikirikón que vería la luz en breve. Y así nos llegó su último single, su página inconclusa anticipo de lo que iba a ser un nuevo LP, con el garagero "Turmix" en la cara B y sobre todo una cara A con ese "A tumba abierta" que, no exagero un ápice, es de lo mejor que han grabado nunca. Otro himno para nuestro ejército nunca saciado de su ansia de color.  


Y Alfredo nos deja con ese "A tumba abierta" sonando como un guiño al pasado, una reivindicación nostálgica de los días feroces y hambrientos del frescor y las madrugadas sin fin, pero con la fuerza impresionante para seguir viviendo, salir a la calle, y volver a beberte la vida y escribir más  páginas, viviendo a tumba abierta. Lo haremos por ti Alfredo. Jamás te olvidaremos. Gracias por regalarnos tanto.      



En El Sol, en 2009, fotografiado por Felipe Hernández.

martes, 13 de mayo de 2014

EL VALOR DE UNA VIDA


“La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad” (John Donne, “Devotions upon emergent occasions”)   



La dialéctica de las pistolas.


A estas alturas y pese a que no han transcurrido ni 24 horas del suceso cuando comienzo a escribir estas líneas ustedes ya habrán leído y escuchado de todo sobre el brutal asesinato acaecido ayer en León, a resultas del cual ha fallecido la presidenta de la Diputación Isabel Carrasco. No vamos a entrar en el farragoso terreno de las especulaciones, por muy tentadoras que resulten, pero todo parece indicar que se trata de una venganza personal entre personas acostumbradas al mangoneo y al viejo arte de trepar. Una “vendetta” interna dentro de “la familia”. La mafia política, reflejada en este caso con la mayor de sus crudezas. 

De modo que dejando al margen las causas de tan truculento episodio, que viene a unir la España negra negrísima (“España ya no es roja, España no es azul, España ahora y siempre es negra como el betún”, cantaban Def Con Dos) con las cloacas de los tejemanejes políticos, la sangrienta página escrita ayer sobre un puente del río Bernesga deja ciertos apuntes paisajísticos sobre la condición y psique humanas (así como el retrato certero de algunos hacedores de opinión, que no contentos con practicar terrorismo periodístico desde sus tribunas de los medios de comunicación, utilizan compulsivamente las redes sociales para destilar su veneno), temas muy queridos por este Eyaculador de verbo y pensamiento, fiel a sus principios e ideales próximos al humanismo renacentista, ese que situaba al ser humano como centro y eje del universo. Un principio ético que otorga a la vida humana el más alto de los valores.   

Que Isabel Carrasco no era una persona especialmente querida no creo que escape a nadie que conozca un poco la sociedad leonesa. Sus polémicas y salidas de tono, sus faltas de respeto y líos judiciales, eran públicos y notorios. Su perdida no es, lo que se dice, una gran perdida para la humanidad. Y aún así y con todo ello creo que esta sociedad tiene un grave problema cuando se banaliza, o peor aún, se celebra, un asesinato con la alegría que estamos viendo estas horas. No podemos dejar de lado nuestra condición humana y vernos arrastrados al lodazal de los peores sentimientos (el odio a la cabeza de todos ellos) por muy dañino que fuese el personaje, ya que al hacerlo nos rebajamos al nivel de aquello que pretendemos combatir cuando se nos llena la boca con ciertos valores o principios.

Sabemos, y ya hemos hablado de ello en alguna ocasión, que lo correcto, lo “políticamente correcto”, o “el buen rollo”, ya no vende. A quienes nos empeñamos en mantener ciertas reglas básicas de educación y respeto se nos acusa de hipócritas. Como si fuera necesario convertir la existencia en un exabrupto diario y andar todo el santo día a ostias/hostias (dialécticas, y desde el teclado de un ordenador, claro, donde la sangre no llega a salpicar) Es predicar en el desierto. Otra cuestión es la del humor. Inevitable en este país de chascarrillos donde triunfaban hasta los chistes sobre Irene Villa o Miguel Ángel Blanco. Quienes conozcan al Eyaculador ya sabrán de su gusto, pasión diríamos, por el humor. Además humor grueso, bestia, negro, hiriente, cabrón e hijoputa. Pero aún así hay que tener cuidado. Este país sigue padeciendo, y no hay más que echar un vistazo alrededor, de constantes tics machistas, racistas, homófobos… nos hemos creído que podemos reírnos de todo y pasar por encima de ciertas sensibilidades. No hay más que recordar como los humoristas más exitosos y habituales en nuestras pantallas recurrían al “mariquita”, el gangoso, y por supuesto, el clásico “un español, un alemán y un francés” No crean que me la cojo con papel de fumar, e insisto en que a bruto pocos ganan a este Eyaculador que junta estas letras, simplemente trato de comprender y analizar la particular idiosincrasia que nos ha llevado a ser un país muy atrasado en ciertos temas (especialmente racismo y machismo) 

No podemos obviar la colección de personajes que, con el cadáver caliente de la finada sobre la mesa, sacaron a pasear sus miserias buscando obtener algún rédito para sus miserables argumentaciones. Mis dos favoritos,  Isabel San Sebastián y Luis Salom.    

La primera es una de esas personas que va más allá de cualquier ideología. Es ella, y punto. Mamporrera profesional, da la sensación que desde que se levanta hasta que se acuesta su único pensamiento es odiar, odiar y odiar. Preferiblemente “rojos”, su obsesión favorita. Pero le vale todo, incluso parte de la actual derecha española, demasiado “blanda” para esta periodista de coraza y munición pesada. Su diagnóstico fue claro e inamovible: crimen político e ideológico. Asesinada por su cargo y relevancia dentro del Partido Popular. Poco importó que las informaciones que iban llegando hablasen de una militante del mismo partido que la triste protagonista, militante activa y parte de unas listas electorales en 2007. No se movió un ápice de su postura, y como no, en su victimismo habitual, no tardó en acusar a todo quien la contradecía de intolerante, filonazi y un largo etcétera. Que el infierno sean siempre los otros. 

El segundo (no confundir con el piloto de motociclismo de mismo nombre) es un cachorro desbocado con muchas ganas de hacer carrera a toda costa. Nada menos que responsable de redes sociales del PP en Valencia (es decir, un cargo que en un mundo normal debería ir acompañado de cierto talante democrático, respeto y educación), se está convirtiendo en una celebridad en la cosa esa del twitter gracias al rebuzno constante y la provocación de baratillo. Su feliz ocurrencia ayer no fue otra que la de culpar a la revista El Jueves por el asesinato, debido al título honorífico de “Gilipollas de la semana” con el que la revista obsequió a la presidenta después de que ésta afirmara que la población estaba encantada con el copago farmacéutico. Tras esa desafortunadísima relación causa-efecto, como pueden imaginar, su reacción, lejos de pedir disculpas o admitir su error, fue la de atrincherarse en el recurrente victimismo y acusar a todo crítico de practicar el linchamiento con su persona, acuñando términos tan infantiles como el de “la progre inquisición”. Ya conocen el truco. Usted suelte el mayor disparate posible, que cuando vengan a pedirle explicaciones, puede recurrir a una conspiración de rojos, progres y judeomasones que vienen a lincharle por expresarse libremente y decir esa verdad que nadie quiere oír. Hay que echarle morro a la vida. Llegará lejos en su carrera política. Además Luis Salom debería saber que el título de “Gilipollas de la semana” de El Jueves es una cosa muy seria que no es otorgado a cualquiera. Hay gente que se tira toda la vida opositando a ello y no lo consigue. La competencia es demasiado grande. 

Estos son los dos ejemplos que más me llamaron la atención, aunque hay donde elegir. De todos los colores. En todos los casos estamos ante lo mismo y de lo que realmente quería hablar en esta entrada: la insensibilidad ante un asesinato. El escaso valor que le damos a la vida. La banalización de la violencia. La normalización en la sangre derramada. La comprensión hacia una vuelta de la “dialéctica de los puños y las pistolas”, que proclamaba José Antonio Primo de Rivera (y es que este país parece empeñado en volver a pasos agigantados hacia lo peor de su pasado)  

A pocas horas del conocimiento del asesinato de Isabel Carrasco, cenábamos con la noticia, mucho más inadvertida, de una nueva tragedia humanitaria en aguas del Mediterráneo, camino de la costa siciliana de Lampedusa. 400 inmigrantes africanos naufragaban en busca de un futuro, no vamos a decir mejor, si no simplemente en busca de un futuro que no existe para ellos. Hasta el momento son 17 los muertos. 

Difícilmente podremos crear la necesaria conciencia social en nuestra sociedad ante este tipo de noticias, por desgracia tan frecuentes, cuando somos incapaces de horrorizarnos ante un crimen delante de nuestras propias narices. 

La humanidad, esa a la que se refería el poeta metafísico John Donne en la cita con la que hemos abierto esta entrada, sigue disminuyendo.   


El drama que no cesa.