jueves, 20 de febrero de 2014

TEENAGE PSYCHODRAMA CINEMA


"Life is drink and you get drunk when you're young" (The Jam, "When you're young")  



And so it goes...


"American Graffiti", "Quadrophenia", "Diner", "Desmadre a la americana", "La ley de la calle", "The Wanderers", "Absolute Beginners", "The Last Picture Show"... algunas más gamberras, otras más inocentes, amargas, dulces, perversas, delirantes... sea como fuere tienen en común que son películas a las que siempre vuelvo, como esas tabernas en las que uno se desvirgó de sexo, nicotina y alcohol hace años, cuando la vida era una primera borrachera constante y los siete días de la semana llevaban la etiqueta de sábado. Si sucedía que era joven (o más joven) parecía evidente refugiarse y coger fuerzas en ellas. Vitaminas de celuloide, estímulos vitales con los que uno se alimentaba para salir a comerse las calles y beberse los bares, fornicar en las alcantarillas o convertir los inodoros en improvisados púlpitos donde recitar a cualquier simbolista francés. Efectivamente, la juventud consistía en eso, en malgastar el tiempo en una nebulosa que calmase esos nervios que Rimbaud decía que estaban a punto de zarpar.   

Pero pasan los años, malditos ellos, sin que nadie les haya pedido permiso, y uno vuelve a esas películas sin saber exactamente lo que busca, como ese viejo parroquiano que en los bares mira de reojo el trasero de alguna joven ninfa pensando que aquello es su particular paraíso perdido. Congelar la emoción. Dilatación del tiempo fabricada en celuloide. Volver a ser Jimmy o revolcarte en tus propios vómitos después de una Fiesta Toga. Las obras de cine funcionan como prostitutas del Barrio Rojo de Amsterdam o como modelos de un peep show. Uno puede pararse y mirar siempre que quiera. El sentimiento embutido en forma de película contenida en una lata de metal. La juventud, ese tesoro que se desperdicia en los jóvenes, como decía Oscar Wilde, no sólo es hermosa cuando se posee si no cuando se contempla, aunque la amargura de sentirse lejos del campo de batalla sería más bien propia de Sebastian Melmoth.   

Y así pasa la vida, pero Jimmy lo consiguió. Joven para siempre. Sólo hay que encender la pantalla.