viernes, 13 de diciembre de 2013

YO TAMBIÉN FUI A EGB, POR DESGRACIA

"People try to put us down,
just because we get around,
things they do look awful cold,
hope I die before get old"  

("My Generation" The Who, 1965)  


Gigantes de una generación airada.



Una de las cosas que más hacen hervir la sangre de éste vuestro humilde escribano el Eyaculador de Palabras es todo aquello que tenga que ver con la pertenencia generacional en un mismo contexto espacio-temporal. Unas invisibles cadenas por las que se supone he de estar sujeto irremediablemente a toda una caterva de individuos con los que no tengo absolutamente nada que ver, más aún, en muchos casos me dan auténtico asco. 

Por ello yo, nacido en 1973, se supone que he de esbozar una sonrisa y sentirme estúpidamente feliz evocando recuerdos de toda una generación a la que presuntamente pertenezco, cuando en realidad puedo sentirme más afín a cualquier poeta fracasado francés de finales del siglo XIX sifilítico y borracho de absenta que a un gordo calvo con traje y corbata que haya nacido en “mi época”. 

Nunca he entendido muy bien que quiere decir eso de “mi época”, “mi tiempo”… y por supuesto desprecio esos lazos generacionales que no son más que otro instrumento de incultura y embrutecimiento para contribuir a nuestro analfabetismo generalizado. Una manera de ponernos límites. Un caso evidente y llamativo es el de la música pop. Desde bien joven sentí el gusanillo de lo que yo llamo “sesentofilia”, una malsana obsesión por el beat, el garage, el rythm&blus, soul, etc… increíblemente en España no era fácil encontrar personas mayores que hubieran podido conocer y disfrutar de titanes como los Kinks, Yardbirds, Zombies o Small Faces, por citar algunos ejemplos de grupos sumamente famosos y con un buen número de éxitos en la cultura anglosajona. La cosa, en todo caso, no pasaba de Beatles y Rolling Stones. Si hablamos de lo que se hacía en nuestro país, la cosa ya cambiaba un poco, pero no demasiado. No hablo ya de encontrar fans de Los Cheyenes o Los Íberos, es que incluso era difícil poder mantener una conversación sobre Los Salvajes con alguien que me sacase un par de décadas. Sin embargo si les asombraba mi devoción por las bandas más exitosas de la España 60’s, que fueron principalmente Los Brincos y Los Bravos. El comentario habitual solía ser algo así como: “¿Te gustan Los Brincos?, ¡pero si son de mi época!”, lo cual me producía auténticos retortijones y tenía que contraatacar con mi clásico “¡la música no es de ninguna época!”, en efecto, la buena música no conoce de épocas, ¿por qué maldita estupidez tengo que estar sujeto a escuchar un determinado tipo de música sólo por mi año de nacimiento?, siendo del 73, ¿debería sentir más “mía” a la patética Madonna que a un titán como Ray Davies?, ¿de verdad alguien puede verle algún sentido a eso?... y sin embargo nos seguimos empañando en “atarnos” y limitarnos generacionalmente.   


Los Brincos, modernos pero españoles.


Nunca he sentido esa complicidad. No he sentido destinado a mí el guiño cuando alguno de esos pésimos monologuistas de Paramount de mi quinta sacan temas como Naranjito, Espinete, la nocilla, o bobadas similares que demuestran su escasez de ideas y como han de recurrir a un imaginario común basado en nuestra fecha de nacimiento. Me produce vergüenza ajena y me retuerzo ostensiblemente en el sofá cuando contemplo ese tipo de humor blando y blanco, baboso, buenrollista, insípido, incoloro, inodoro, leve e inofensivo carente de toda intensidad emocional y que pareciera recién salido del peor episodio de “Friends”.  Canciones, películas, libros… tratando de evocar algo a lo que no pertenezco. Lo conozco, sí, lo he vivido. Pero no lo siento mío en el sentido en el que si sucede con mis auténticas pasiones marcadas a fuego en mi alma a través de mis 40 años de vida. 

El último monumento a esta estulticia es una colección de páginas vacías recopiladas bajo el título de “Yo también fui a EGB” con las que pretenden bombardearnos publicitáriamente en estas fiestas como el regalo ideal y original para los de (sigh) “nuestra generación”. Y se venderá, claro, porque estas cosas funcionan y se venden como rosquillas (o mejor, como donuts, que para eso estamos hablando de “nuestra generación”), y todo ello cuando aún nos estamos reponiendo de la estupidez perpetrada por el sosainas de Javi Nieves y su “Generación EGB”. Y como somos así de estúpidos, se vende, esto se vende. La poesía de Juan Carlos Mestre no se venderá, pero oigan, esto sí, como churros. 

Pues sí, yo también fui a EGB, pero mis recuerdos no tienen nada que ver con Naranjito, Espinete, o la nocilla… eso, como he dicho, lo he conozco y lo he vivido, pero es todo tangencial. Un simple acompañamiento, un paisaje de fondo. La fachada superficial de un edificio donde la vida de verdad hay que buscarla dentro. Y dentro no están Naranjito, Espinete, o la nocilla… dentro están las boleras, las salas de juego, con la música atronando (sobre todo heavy castizo, Siniestro Total, y bastante rockabilly revival, eso era lo que más sonaba)… están las peleas, los gitanos, los quinquis, los yonkis, las navajas, el esconder las monedas en los calcetines… …las ostias y las hostias producidas las peleas, los gitanos, los quinquis, los yonkis, las navajas y el esconder las monedas en los calcetines… y las ostias y las hostias por los padres, profesores y curas (sin olvidarnos de los graciosos alumnos de cursos superiores, que simplemente por ser mayores iban por el colegio jodiéndote la vida) Pero sobre todo los curas, que eran los auténticos campeones a la hora de repartir. Había profesores que podían pasar por Van Damme o Steven Seagal, pero los que además eran curas, esos directamente eran Bruce Lee y Chuck Norris. 

Y ya aprendíamos a desperdiciar la vida, a tirar por la cloaca nuestros minutos con el hedonismo de los videojuegos, los comics, el deporte callejero, las primeras litronas, y la pornografía a hurtadillas, para escuchar a mi santa madre decir día sí y día también “deberías aprender del hijo de fulanita, ha sacado un 10 en matemáticas”, o “el hijo de marujita, míralo, que bien vestido va siempre, y que casero es, no como tú”, y llegar a los 40 años y ver que en realidad las cosas no han cambiado: “pues el hijo de fulanita ahora es corresponsal de RTVE, acaba de venir de Rusia” o “el hijo de marujita, míralo, que pedazo coche tiene”. Y encima quieren que me sienta afín a toda esa pandilla de desgraciados triunfadores que hacen que me sienta culpable por haber dedicado mis días a los nobles artes de rascarme los cojones y los sobacos (no necesariamente por ese orden) Lo que me faltaba.

Por supuesto que aquellos años de infancia, pubertad y pre-adolescencia sirvieron para forjar algunas amistades incorruptibles a pesar del paso del tiempo o las diferencias de todo tipo, pero evidentemente son los menos casos. ¿Cuál puede ser el porcentaje?, ni siquiera llegaría al 1% quienes si son parte de mi vida y parte de “mi generación” respecto a los centenares de cuerpos extraños con los que estuve compartiendo pupitres, catequesis y fiebres infantiles. 

Si tengo que hablar de algo llamado “mi generación”, no se define a base de muñecos televisivos de peluche ni de partidos de fútbol jugados por mostrencos con bigote. Si tengo en cambio la imagen de una España asfixiante, industrial, feísima, con ciudades de color gris envueltas en el humo de las fábricas y de las centrales nucleares, en las que abundaban los “perros callejeros”, yonkis echados a perder dispuestos a tirar de navaja (o algo peor) frente a quien fuera para conseguir algo con lo que pagarse un chute. En Ponferrada teníamos al Nini, trasunto local del mediático Santiago Corella “El Nani”, de quien la rumorología apuntaba a que había acabado ahogado en el pantano de Barcena por obra de la Guardia Civil. Sólo tuve un encontronazo con él, en la desaparecida sala de juegos Adriano. La cosa apenas quedó en un par de hostias, nada serio, pero aún recuerdo el escalofrío que me produjo su encuentro como epítome del Mal. Yo tenía regularmente, prácticamente a diario, encontronazos con quinquis de una escala menos alta (Toñín, el Fule, o el Murphy, son quizás los nombres más recordados), que siempre acababan con mis bolsillos vacíos y alguna hostia en el cuerpo y el honor. Luego había alguno de escala media, peligroso, pero al que podías torear y salir victorioso del envite (el mítico Fofito), y por último quien directamente daba risa y era incapaz ni de sisarte un paquete de pipas (el entrañable Algarrobo) Pero el Nini era lo más alto del escalafón, el Darth Vader de los quinquis ponferradinos, el chungo de verdad. El que no sacaba la navaja para acojonar, si no para clavar.    


"El Nani", la Champions League de los chungos.


Y todos estos recuerdos no se pueden encontrar en ningún estúpido libro destinado al consumo masivo. Una de las características del ser humano ha de ser su individualidad, su experiencia puramente libre y subjetiva. Cuanto más libre y virgen y no condicionada por artificiales lazos generacionales, mejor. Huyan de la manada (excepto cuando sea necesaria la lucha del colectivo para el bienestar del individuo, como sin duda sucede hoy día) y del rebaño. No sean gregarios, corran a su libre albedrío. Que nadie les imponga ni un Naranjito, ni un Espinete, ni una nocilla en sus vidas. Su propio yo no está en las páginas de un libro de recuerdos de corta y pega.    


Yo también fui a EGB, pero vista la estupidez general que me rodea, creo que por desgracia.  

jueves, 12 de diciembre de 2013

LA LUCHA DE MANDELA


Free Nelson Mandela?


La reciente perdida de Nelson Mandela (18-07-1918/05-12-2013), su desaparición de este mundo físico de los vivos, ha servido para comprobar la magnitud de su enorme figura y su impacto en la sociedad a nivel global, no tan sólo en la africana si no sobre todo en la europea, anglosajona y occidental. Efectivamente hablamos de un ser humano de proporciones gigantescas. Inspirador, luchador, ejemplar. Pocos hombres durante el pasado siglo XX y parte del XXI han sido capaces de acumular tanto respeto sobre su persona, adquiriendo un aura casi santoral superando ideologías de todo tipo. Se diría que Mandela caía bien a todo el mundo (o eso puede pensar cualquiera que haya visto las reacciones a su deceso)   

Funerales multitudinarios, una nación entera sumida en el llanto (o en el llanto a través de la alegría, el baile y el canto), y casi todo el globo terráqueo sintiéndose un poco huérfano de bonhomía, humanidad y libertad. Para darle el rigor y la seriedad necesarios al asunto un centenar de jefes de estado y gobernantes de distintos países han querido estar presentes físicamente en el adiós al gran enemigo del apartheid sudafricano, en algunos casos demostrando una de las mayores muestras de cinismo e hipocresía que uno pueda recordar en mucho tiempo. Asqueroso hasta la náusea. 

Y es que es justo recordar precisamente ahora, en honor de la memoria de Madiba (uno de los muchos nombres con los que era conocido Mandela, éste referido al Clan Madiba de la etnia Xhosa a la que el dirigente africano pertenecía), el significado de su lucha, el sacrificio de sus 27 años encarcelado, su tratamiento como terrorista desde Estados Unidos, y todo lo que supuso su encarnizada defensa de una Sudáfrica libre de racismo y apartheid frente a los poderosos líderes del Partido Nacional y sobremanera contra el infame gobernante racista Pieter Willem Botha. Ahora que éste al que llamamos mundo “libre” llora la pérdida del gran padre africano, es necesario refrescar la memoria y airear las vergüenzas sobre como ese mismo mundo libre, democrático, y occidental, no sólo no dio su apoyo al preso Mandela, si no que mostró sin ambages su vergonzoso apoyo al apartheid sudafricano. 

Empecemos por “casa” y un pasado muy reciente, para darnos cuenta de la desvergüenza (con diéresis, que duela más) de nuestra clase política y de su empeño por tratarnos como imbéciles y hacernos comulgar con ruedas de molino. Y es que el actual partido en el poder, el conocido como Partido Popular (que de popular, respecto al pueblo, cada vez tiene menos, si es que alguna vez lo tuvo), no tardó en expresar su pena por la perdida de Mandela, aprovechando incluso la presidenta del PP catalán Alicia Sánchez Camacho que el Vaal pasa por Johannesburgo para atizar al independentismo catalán en estos días de la Constitución recordando la figura de Mandela e instando a los partidos catalanistas a que sigan el ejemplo del líder africano y su capacidad para unir y no disgregar. Lástima que ella misma y su partido sean incapaces de aplicárselo para si mismos. 

Fue hace tan sólo unos meses, el “Tata” Mandela crecía en venerabilidad cumpliendo nada menos que 95 años. En la ciudad española de Toledo, Izquierda Unida, por medio de sus dos representantes en el Ayuntamiento, creyó que podría ser un buen momento para desterrar otro recuerdo de nuestra infausta Guerra Civil y tener un bello gesto con el dirigente africano y su corajuda vida luchando contra la segregación racial. Se solicitó en pleno el cambio de nombre de la calle llamada “18 de Julio” (homenaje al “Alzamiento Nacional” que dio paso a la Guerra Civil y advenimiento del franquismo) por el nombre de Nelson Mandela. La propuesta salió adelante con el apoyo del PSOE. El PP de Toledo, retratándose ante toda la sociedad española, votó en contra. Ellos, a quienes se les llena la boca hablando de revanchistas y de españoles incapaces de perdonar y olvidar el pasado, se enrocaban de esta manera en defensa de uno de los símbolos de la Guerra Civil y de la dictadura franquista y despreciaban el gesto hacía un hombre como Mandela, por aquel entonces todavía vivo, que es cuando los homenajes y las muestras de reconocimiento tienen auténtico valor, y no el lloro y lamento hipócrita al que no han tardado en sumarse desde nuestro partido gobernante. 

De modo que ahí tenemos a nuestro presidente, Mariano Rajoy, con cara circunspecta y pensando en el Mundial de fútbol, en las exequias de uno de los más grandes luchadores contra las barreras raciales y sociales, llorando a Mandela mientras conserva (como años antes hiciera el PSOE) las concertinas de la vergüenza (con diéresis, que duela más) en las vallas de Ceuta y Melilla para seguir manteniendo vivas las barreras entre los muy pobres y los (cada vez menos) ricos. Para seguir fortaleciendo las fronteras entre mundos, clases sociales, etnias, y razas. Todo ello mientras se va a Sudáfrica a llorar a Mandela.    


Nuestro apartheid particular


Pero estas muestras de desprecio al auténtico mensaje de Mandela palidecen ante lo que fue hace décadas (y hasta hace bien poco) la realidad de la posición de los poderes de Occidente ante la situación sudafricana, el apartheid, y los abusos del gobierno de Pieter Botha en el país donde Mandela y otros miembros del Congreso Nacional Africano pasaban sus días entre rejas en la tristemente célebre isla de Robben, con especial ignominia por parte del eje anglosajón representado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, modelos de una manera de entender la política y el poder con grandes seguidores en nuestro país, especialmente en la figura de ese personaje indescriptible llamado Esperanza Aguirre. Quizás mucha gente no sepa, o no recuerde, la extraordinaria virulencia con la que fue tratado Mandela desde el Reino Unido y Estados Unidos cuando no era ese venerable anciano que levanta la Copa del Mundo de fútbol que finalmente se llevó España, si no un activista convencido en la defensa de los derechos de sus conciudadanos de raza negra. 

Uno de los episodios más desafortunados lo protagonizaron los miembros de la FCS (Federation of Conservative Students), una organización estudiantil vinculada al Partido Conservador británico (de quien fue uno de sus más destacados miembros en la década de los 80 el ahora Primer Ministro David Cameron), algo así como los “cachorros” de los “tories” ingleses. A mediados de esa citada década, en pleno mandato de Margaret Thatcher, los estudiantes conservadores británicos lanzaron un furibundo ataque contra Mandela publicando unos carteles en los que pública y literalmente pedían el ahorcamiento del líder africano junto al del resto de miembros del Congreso Nacional Africano, calificados como “carniceros”. La propia Thatcher llegó a asegurar en 1987 que el CNA era una organización terrorista y que era una locura pensar en que pudiera llegar el día en que tomase el poder. Afortunadamente para el pueblo sudafricano la Dama de Hierro estaba equivocada. Respecto a David Cameron, quien en otro ejercicio de hipocresía ha corrido a hacerse la foto en los funerales de Mandela y ha mostrado ostensiblemente su pesar en redes sociales por el fallecimiento de Madiba, hay que recordar que en 1989, siendo ya un joven político emergente de los conservadores británicos, aceptó la invitación del gobierno racista sudafricano para visitar a gastos pagados el país del por aquel entonces encarcelado y calificado de terrorista Nelson Mandela. No parecía preocuparle en aquellos momentos la situación del desaparecido personaje en quien tantos elogios le hemos visto deshacerse en los últimos días. Y para acabar este muestrario de despropósitos sobre Mandela por parte de los conservadores británicos, nada mejor que recordar al diputado Teddy Taylor en 1980 asegurando públicamente que el sudafricano debería ser fusilado. 

Estas son algunos ejemplos de la posición desde el Reino Unido frente a la lucha de Mandela, cuando hacía falta, cuando necesitaba ayuda de verdad. No sólo no le apoyaron si no que se posicionaron del lado del apartheid y despreciaron su figura, llegando incluso a pedir su ejecución. ¿Y qué hay de Estados Unidos? Aún mayor ignominia e infamia. Hay que recordar que hasta 2008 (tras una iniciativa presentada por los senadores demócratas John Kerry, Bob Corker y Sheldon Whitehouse) Mandela figuraba en la lista de terroristas de los Estados Unidos. Es decir, su nombre tenía el “honor” para la política estadounidense de figurar al lado de un Bin Laden (ex –agente de la CIA por otro lado, aunque esa es otra historia… o quizás no) cualquiera. La propia CIA contribuyó decisivamente al arresto de Mandela en 1962, como se ha conocido gracias aWikileaks, gracias a la infiltración de uno de sus agentes en el CNA. Reagan, por su parte, nunca ocultó su apoyo a la Sudáfrica del apartheid, país al que calificó de “esencial para el mundo libre” mientras era gobernado por los racistas afrikaners del Partido Nacional. Una vez más vemos que lejos de recibir apoyo, Mandela era incluso apresado con la colaboración de la inteligencia estadounidense.   


Mandela, flanqueado por su ex-esposa Winnie y el gran activista Joe Slovo


¿Cómo se puede ofrecer tamaña muestra de hipocresía frente a toda la humanidad como la vista estos días? Tratemos de ser objetivos, no creo que ni Thatcher ni Reagan fueran abiertamente racistas (aunque en el caso de la británica tengo mis dudas), simplemente se trataba de “estrategia”. Por un lado Mandela era comunista (lo cual a ojos de ciertas ideologías resulta mucho más aberrante que ser negro), por lo que en ningún momento podían manifestar su apoyo a una figura como la de Mandela, quien nunca ocultó públicamente su apoyo al castrismo. En plena Guerra Fría todo lo que oliese a “rojo” merecía ser pisoteado y vilipendiado públicamente, e incluso ser digno de pedir su ejecución, como hemos visto en el caso del personaje que nos ocupa. Por otro, Mandela significaba una figura de lucha por la libertad contra el poder establecido, algo que va mucho más allá del comunismo y que aterra aún más a los grandes poderes fácticos, preocupados porque se imponga el pensamiento lampedusiano de que todo ha de cambiar para que todo siga igual. Esa misma estrategia y ese mismo pensamiento ha llevado a gran parte de los líderes mundiales a ir cambiando con el tiempo su postura frente a Mandela. Si antaño era un terrorista ahora es un defensor de los mayores valores humanos. Un cambio, en definitiva, para que todo siga igual. Y es que el Mandela preso no importaba, y si importaba era acaso para desear su muerte. El Mandela presidente, instalado en el poder, evidentemente ya es otra cosa. Lo hemos visto a lo largo de la historia de Estados Unidos y su capacidad para posicionarse a favor o en contra según sus intereses y transformando por igual a aliados en enemigos y viceversa (Bin Laden, Hussein, Noriega, y un largo etcétera) Esto, lejos de justificar sus comportamientos, ejemplifica perfectamente el mundo nauseabundo en el que vivimos. Un mundo miserable, podrido, cínico e hipócrita en el que se siguen levantando barreras, todas basadas en una misma barrera, la más grande: la que hay entre ricos y pobres. Todo ello mientras se llora a Mandela y con total desvergüenza (con diéresis, que les duela, si es que tienen algo dentro) esta serie de personajes sin escrúpulos se hacen fotografías para sus redes sociales como si estuviesen en un baile de estudiantes y no en el funeral de uno de los más grandes hombres de los últimos tiempos. 


Si en verdad respetan a Mandela, dejen de joder.    


¡Qué funeral tan divertido!