jueves, 21 de noviembre de 2013

¡A LA MIERDA!


"La ciudad de Madrid está profundamente conmovida y dolida por la muerte de Fernán-Gómez. Ha muerto uno de los grandes. Como hoy escribía alguien la noticia no es su muerte sino su vida, la de una persona que durante tantos años nos ha regalado su autenticidad y su forma de compartir ese universo cultural que construyó desde la interpretación y la creación" 

Las palabras las pronunció el por entonces alcalde de la ciudad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón hace seis, tras el fallecimiento de ese monumento viviente a nuestra cultura que era Fernando Fernán-Gómez. Actor, cineasta, dramaturgo y escritor, su figura apenas encuentra parangón en nuestras artes tanto por calidad como cantidad de su obra, además de por su inquietud renacentista de abarcar distintos campos. Nuestro Da Vinci nacional del Siglo XX. El ex- alcalde de la capital se comprometía con la viuda del actor, Emma Cohen, así como con la sociedad madrileña y española de que el Centro Cultural de La Villa llevaría el nombre de uno de nuestros compatriotas más ilustres, pasando a ser denominado como Teatro Fernán Gómez-Centro de Arte. No hubo ni una sola voz discordante a ese respecto.

Hoy, en el sexto aniversario de su fallecimiento, desayunamos con la noticia de que operarios del Ayuntamiento de Madrid han descolgado las robustas letras que daban nombre al artista y que saludaban a los madrileños desde el Paseo de La Castellana a la altura de Colón para renombrarlo nuevamente como Centro Cultural de La Villa. El nuevo director del centro, José Tono, asegura que el nombre del pelirrojo universal se mantendrá en los laterales de la instalación y que oficialmente su nombre seguirá vinculado al espacio, como Fernán Gómez Centro Cultural de La Villa. No dudamos de su palabra, pero ya hay que tener poca delicadeza como para en pleno aniversario de la perdida de una figura de este calibre “celebrarlo” de este modo. Y por otro lado, viendo como se han manejado las instituciones públicas de esta ciudad en los últimos tiempos, con la alcaldesa no electa Ana Botella a la cabeza (quien no cesa en hacer méritos para pasar a la historia como la alcaldesa más inepta, ineficaz y analfabeta que jamás haya conocido una capital europea en todos los tiempos), uno no puede evitar pensar en la siniestra sombra de Fernando Villalonga, el llamado “Atila de la cultura” (por donde pasa no crecen las letras), cuyo último exabrupto antes de “pillar cacho” en el Ministerio de Exteriores, dentro de su insaciable carrera política siempre al sol que más calienta, y último servicio para la sociedad Madrid Destino dentro de su maremagnum de despropósitos con despidos y elecciones a dedo, bien puede haber sido presionar para que el imponente nombre de Fernán Gómez (nada amigo precisamente de las nuevas corrientes políticas anarcoliberales basadas en el expolio de los servicios públicos para intereses privados) desaparezca de un lugar tan emblemático para la cultura madrileña (esa que demuestran constantemente que no les importa lo más mínimo) y se facilite otra privatización más que vendrá acompañada de los consiguientes despidos y rebajas salariales (menos mal que aún quedan trabajadores con conciencia de clase y la suficiente dignidad como para no dejarse pisotear, como han demostrado los empleados de la limpieza y mantenimiento de jardines de Madrid, tumbando 1134 despidos y rebajas salariales) 

Triste España y triste Madrid, pueblo en manos de saqueadores y especuladores para quienes conceptos como señas de identidad, orgullo y vergüenza no parecen significar nada, pero a quienes se les llena la boca hablando de falso patriotismo cuando en el único patriotismo que creen es en el de los billetes (y ahí está Esperanza Aguirre como magnífico ejemplo) Han pasado seis años, seis años de una cada vez mayor cuesta abajo y degradación moral, ética y estética. Dan ganas de imitar a Fernán Gómez en uno de sus más geniales e inclasificables trabajos, su interpretación de Fernando Tobajas (por la que consiguió el Oso de Plata del Festival de Berlín en 1976) en el sorprendente film de Juan Estelrich March, “El anacoreta” (con guión de otro de nuestros mayores genios como era Rafael Azcona), y encerrarse por siempre en el cuarto de baño para vivir ajenos a toda la podredumbre que nos rodea. 

Una victoria aún nos queda y esa no nos la pueden arrebatar, al contrario, cada día la tenemos más segura. Cuando pasen otros seis años Fernán Gómez seguirá siendo recordando como uno de los mayores gigantes intelectuales que jamás haya dado este país... mientras que Ana Botella será considerada la peor alcaldesa de la historia de Madrid (sobre arribistas y advenedizos como Fernando Villalonga, directamente recibirán el justo mayor de los olvidos)    


La vida en el retrete

viernes, 1 de noviembre de 2013

AQUELLOS VIERNES...


"Los borrachos" o "El triunfo de Baco" (Velazquez, 1629)




Aquellos viernes que salías a la calle con traje y corbata y una lata de gasolina en la mano… 

Aquellos viernes que abrían la puerta a un delirio empapado en sudor y cerveza y ráfagas de speed que abrían los ojos para que vomitasen angustia. Aquellos viernes del deseo. De la victoria. De la fragancia de orines y de cajellones vacíos. 

Eran los viernes del aroma a pólvora y la emancipación gratuita. 

La procesión indeleble en las tabernas, el susurro, todos eran rockeros, decían desde las ventanas.  

Se alzaban las copas en un eterno Sursum Corda. Se brindaba por el mañana, que se veía lejano, y en todo caso un mañana en el que seguir brindando. Se vivía y se bebía pues vivir y beber la misma cosa eran, y los hígados supervivientes ahora cantan aquellas hazañas. La Iliada de los borrachos, la Odisea de los Santos Bebedores. 

Y los nombres, atroces como serpientes, de todo lo que viajaba por la traquea… leche de pantera, tumbadioses… y vino barato, cheap wine!! No había denominación de origen, sólo denominación de borrachos. 

Aquellos viernes del aliento constipado y el ánimo pétreo. Y la procesión de almas negras… …y cada viernes se unía alguien nuevo. Y en las ventanas los rumores.  

Todos eran rockeros… mira como beben…

Aquellos viernes no tenían ni comienzo ni final, eran un episodio frenopático. El surrealismo en las miradas vidriosas. La verborrea desatada. Había que limpiar el mundo a salivazos.  

Parecería que fuera otra época, otros años, otras décadas, otros siglos… la procesión de almas negras llevaba sombreros de copa y abrigos raídos según la última moda Franz Liszt.  

Era lo que ponía nuestro DNI: “este señor no tiene nombre porque es un romántico”. Y la luna se reía, claro. Y luego nos subíamos a ella y nos daba de beber de sus senos. Esos senos selenitas. 

¡Ay!, aquellos viernes… 


Ya sólo nos queda el elogio de la caligrafía para soportarlo…