miércoles, 17 de abril de 2013

PSICOSIS... NO PLANCHAS...



Un miedo que te cagas



Comencemos con un poco de escatología. Se trata de cagar, amigos. Todo empieza en el cagar. En el principio no fue el verbo, fue la caca. Sé que es algo que no resulta muy literario y que la sola palabra "cagar" nos remite a sensaciones no demasiado agradables. Pero permítanme esta licencia "feísta" o "naturalista", y es que a mí me encanta cagar. Si hubiera unas olimpiadas sobre la defecación creo que podría aspirar a la medalla de oro. Cago todos los días, y a distintas horas, y cada cagada me produce un placer distinto. 

Para un experto cagador como yo, el propio placer excretor va parejo a otros placeres adláteres. Probablemente el mejor de todos ellos y que posiblemente muchos de ustedes compartan conmigo es el de la lectura. Leer cagando. Cagar leyendo. Una maravilla.   

Era el pasado viernes. Después de comer precipitadamente en la oficina y tomar un chocolate con porras, sentí ese inevitable apretón que significa la salvaje llamada del retrete. El atroz aullido del estómago suplicándome libertad. Había que concedérsela. Era un día un poco ajetreado para mí, por lo que pronto reparé que con las prisas no me había llevado nada de lectura al trabajo. Una pequeña tragedia en otras circunstancias, pero esta vez estaba preparado. Desde hace un tiempo he ido reuniendo en los cajones del escritorio de mi puesto de trabajo un buen número de libros de todo tipo y pelaje adquiridos en una librería de segunda mano de la que ya les he hablado en una ocasión muy cercana a las oficinas donde entrego ocho horas de mi tiempo diariamente. Algunos los voy leyendo cuando puedo, pero una gran mayoría los conservo para cuando realmente tenga tiempo, periodos vacacionales, o para cuando llegue el feliz día de mi jubilación y pueda dedicarme a pasar los días criando aves de corral y entregado a la lectura sin necesidad de mirar el reloj. De modo que para esta emergencia tenía salida. Abrí uno de los cajones y cogí el primer libro que alcancé a ver. Estaba salvado. Corrí ufano hacía el servicio sabedor de que mi dichosa cagada iría acompañada de esa suave, dulce y tranquilizadora sensación de relax y placer que produce siempre la lectura. Me introduje en una de las cabinas. Bajé mis pantalones y posteriormente mis calzoncillos. Flexioné mi cuerpo para sentar mis desnudas nalgas sobre la taza del retrete y sentir sobre ellas el frío beso del mármol. A la par que mi vientre comenzaba su trabajo, mi cerebro se disponía a hacer el suyo. Abrí el libro. Leí. Leí con estos ojillos míos a lo Mahmud Ahmadineyad que Dios me ha dado:

"Norman Bates oyó el ruido y se sobresaltó". 

Supongo que con tan sólo esta primera frase que abría la novela ya todos ustedes saben de la obra de la cual estamos hablando. "Psicosis" ("Psycho", Robert Bloch, 1959), y sin embargo, y como era mi caso, seguro que muchos no han leído este texto. Leí esa primera frase... y todo lo demás vino después.

En dos días me ventilé la novela, una de las más rápidas en ser devorada por mí en los últimos tiempos. Bastó un viaje de ida y vuelta en tren y por supuesto, tres o cuatro jugosas cagadas más para dar buena cuenta de este pequeño clásico (uno de esas cagadas inclusive dentro del tren) Un relato ágil sobre la locura y el horror, pero también una novela de evidentes aires negros. Ya saben, un atraco, carreteras secundarias, rudos detectives con sombreros Stetson y mucho polvo y sudor. Creo que esa mezcla entre terror y género negro es el mayor acierto de la historia de Bloch, y lo que más fascinó al alegre gordinflas de Hitch para llevarlo a la gran pantalla.  

Lo que me ha llamado la atención y me ha llevado a escribir esta entrada en mi eyaculativo blog es el hecho de que una vez leída la primera frase de la novela ya sabía exactamente que iba a suceder y como iba a acabar, ya que convendrán conmigo en que estamos hablando de una de las historias, o uno de los “cuentos” más interiorizados por todos nosotros sin necesidad de haber leído el libro. Incluso a estas alturas aún sin haber visto la película estoy seguro de que mucha gente conoce la historia del lunático travestido Norman Bates. Es lo que sucede con algunas obras, que trascienden más allá incluso de quien haya sido su público y se instalan de manera definitiva en el colectivo popular. Desgraciadamente no tenemos la manera de poder extirpar del cerebro de manera temporal ciertos conocimientos y recuerdos para enfrentarnos de la manera más inocente y virginal posible a ciertas obras. No cabe duda de que eso las haría mucho más placenteras.

Y aún así pude disfrutar de una lectura viva y subyugante. Me atrapó aún a pesar de conocer cada paso que iba dando la trama. Por otro lado al tratarse de lo que cinematográficamente es considerada una obra maestra tan rotunda, como fue la adaptación que Alfred Hitchcok llevó a los cines un año más tarde, no tenemos que aguantar la pedantería recurrente de “está mejor el libro”. Los que me conocen ya saben lo que opino al respecto. Hablamos de lenguajes diferentes los cuales es absurdo comparar, y de hecho sigo pensando que el cine es el arte más completo y poderoso que hasta la fecha ha conocido la humanidad. Incluso deberíamos admitir que son muchísimas más las grandes obras cinematográficas capaces de ser engendradas a partir de libros no demasiado brillantes, que las obras maestras literarias cuya adaptación a la pantalla han resultado un fiasco. La lista sería inmensa y nos ocuparía páginas y más páginas. Simplemente sin dejar de centrarnos en la carrera detrás de las cámaras del genial cineasta londinense encontraríamos decenas de ejemplos. Desde su primer largometraje completo, “El jardín de la alegría”, basado en una novela de Oliver Sandys, hasta su despedida con “La trama”, basada en el libro de Victor Canning “The Rainbird Pattern”, Hitchcok buscó constantemente en las novelas, obras de teatro, y demás géneros literarios, las mejores tramas posibles para ser llevadas a la pantalla con su genio visual y su talento técnico. Poco importa, seguiremos escuchando una y otra vez ese ridículo mantra de “está mejor el libro” cada vez que un texto es llevado al cine, con el que el locutor de la frase intenta dejar clara su superioridad intelectual haciéndonos saber que es un bicho raro y un freak orgulloso simplemente porque lee, ya que es sabido que en este país se lee poco y mal. Lo cual es muy cierto. Y enlazando con el escatológico comienzo de nuestra entrada, se me ocurre pensar que si en este país se lee poco y mal es porque se caga poco y peor. Caguen ustedes a gusto. Disfruten soltando amarras. Regocíjense dándole gusto a su vientre… y lean, lean cada vez que sientan la necesidad de aligerar sus burguesas tripas sentados sobre la taza del water, esa fiel compañera. Tengan en cuenta que son dos de las pocas cosas que, procurándonos un indescriptible placer, podemos hacer al mismo tempo: leer y cagar. Porque por lo demás, y recordando el viejo juego de palabras, psicosis… no planchas.   





El doble placer, en servicio de Darth Water


No hay comentarios:

Publicar un comentario