miércoles, 6 de marzo de 2013

EL LENGUAJE SECRETO DE LOS ESTORNINOS


Hoy desperté a las seis de la mañana. No es una noticia de gran impacto. Ni siquiera creo que sea un hecho que merezca abrir una entrada de este pequeño blog de pensamientos y divertimentos esculpidos en palabras. Mucha gente se despierta a las seis de la mañana, otros incluso antes, los hay incluso que se están acostando a esa hora, o que viven el apogeo de una pletórica noche de farra a dicha hora.

Tampoco es para mi inusual el hecho de despertar a las seis de la mañana o cualquier hora intempestiva, a pesar de que mi despertador dictaba que aún debían quedarme dos horas de sueño. No suele suponer mayor problema que el de aprovechar para visitar el mingitorio y acto seguido volver a coger el sueño mientras pienso en algo agradable. Pero esta mañana no sucedió así. Un ruído incesante comenzó a martillear mi cerebro sin dejarme caer en los suaves y dulces brazos de Morfeo. Un ruído por otro lado milenario, mantenido en el tiempo por los siglos de los siglos amanecer tras amanecer. El sonido de los pájaros de la ciudad. El canto de los estorninos.  

Nunca había reparado en ello, quiero decir, por supuesto que había escuchado una y mil veces a estas criaturas piar y trinar, pero nunca habían sido capaces de interferir en mis biorritmos vitales ni en mi actividad diaria (o en este caso aún nocturna), enseguida me acordé de mi amigo Edgar, y sus tribulaciones sobre estos pájaros en la añorada lista de correo barrueco "stayfree", los cuales al parecer le hacían la vida imposible. Esta mañana le comprendí, vaya que sí.  

El caso es que ahí estuve escuchando a estas ratas del aire incapaz de volver a conciliar el sueño mientras ellos, a lo suyo, cantaban, piaban y trinaban lanzándose los unos a los otros esos mensajes cifrados, ese alfabeto morse de los seres alados. Vaya usted a saber que se decían. Quizás hablaban sobre si la expulsión del jugador Nani del Manchester United ayer en Old Trafford era justa o no. O debatían sobre si quien era más cagón, si Ferguson o Mourinho. A lo mejor, quien sabe, indagaban sobre el futuro del Vaticano y quien debiera ser el nuevo Papa de Roma (y en ese caso, no me cabe duda que por razones obvias, optarían por un Santo Padre que adoptase el nombre de "Pío", ¡qué menos!) También es posible que discrepasen sobre la figura del recientemente desaparecido Hugo Chavez, puesto que los estorninos no son ajenos a las noticias del día y desde su privilegio de ser dominadores del aire lo pueden ver todo. O peor todavía, he de admitir que incluso llegué a imaginar en mis desvelos mientras daba vueltas en la cama en mi estado de crispación ornitológica que en realidad estaban tramando un ataque contra la humanidad, tal y como sucede en el relato "Los pájaros" de Daphne du Maurier llevado al cine de manera magistral por nuestro gordinflón favorito Alfred Hitchcock, ¡malditos ellos! ¿Acaso no es suficiente ataque castigarnos cada mañana con ese picoteo sobre nuestras neuronas que significa su estridente canto?  

Lo peor es que van pasando las horas y lo sigo escuchando... mezclado con los sonidos de la gran ciudad, con los martillos eléctricos de las interminables obras de esta embotellada urbe, con el agresivo tráfico, con el parloteo de los caminantes... diafanamente puedo apartar el canto del estornino del resto de los ruídos, como un técnico de sonido capaz de aislar un instrumento musical con tan sólo subir una línea de su mesa y mantener el resto bajadas. Es como descubrir de repente el sonido de una gotera que llevaba existiendo meses, pero de repente una noche, sin saber por qué, te importuna, aparece en tu vida, se cuela por una rendija de tu cerebro, y sabes que ya no te abandonará en tu vida para siempre... para siempre... para siempre...  

Ahora que la pesadilla estornina se ha apoderado de mí, al menos intentaré descifrar el significado de su lenguaje secreto.       


Terror puro

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