jueves, 3 de enero de 2013

LA HUMANIDAD EN PELIGRO


"Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, fui huésped y me recogisteis" (Mateo 25:35)  

Lecturas que caen en saco de político roto.
 

Desconozco si nuestro actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, conoce la famosa cita del Evangelio según San Mateo. Imagino que como uno de los miembros más destacados y reconocibles del partido político que mayor empeño ha demostrado en nuestro país en la defensa y protección de la Iglesia Católica, y como católico y cristiano declarado, ha de ser así. En esa cita corta y simple se vienen a recoger los principios de la caridad cristiana, lo que posteriormente daría lugar a parte de las Obras de la Misericordia de esa Iglesia de la que hablamos. Como no creo que tales actos de bondad sean exclusivos de ninguna religión en concreto, me parece más propio que hablemos de "humanidad", eso que en principio nos distingue de los animales no racionales, los cuales, dentro de su "animalidad", también sienten impulsos naturales de defensa, protección y ayuda entre ellos.

Por eso la noticia de la intención de nuestro ministro de aplicar penas de cárcel a aquellos quienes den cobijo y ayuda a inmigrantes (y no vamos a utilizar la palabra "ilegales", puesto que un ser humano jamás puede ser "ilegal") cuya situación en nuestro país no está regularizada nos ha cogido con sobresalto, como si fuera un grotesco regalo de Reyes. Personalmente yo soy partidario de que vivamos dentro de un cierto marco de leyes y reglas, lo cual hace que podamos vivir en una sociedad y no en una jungla. Leyes y reglas que lejos de ser ataduras para una libertad a menudo sobredimensionada o mejor dicho equivocada (de verdad, amigos, la Libertad de verdad consiste en algo mucho más profundo que fumar al lado de un no fumador) deberían servirnos de camino, de pequeña guía para entender como podemos vivir mejor con nuestros vecinos y congéneres. Evidentemente en una sociedad utópica esas leyes no serían en absoluto necesarias, y volvemos al tema de la humanidad. Nuestra condición humana es la que debería dictar nuestra conducta en el más correcto de los sentidos, y por tanto bajo esa misma condición humana han de verse reflejadas las leyes que debamos acatar. Sin embargo la ley que pretende establecer Ruiz Gallardón no sólo no tiene nada que ver con tal humanidad, si no que la ataca y castiga frontálmente. Ayudar al necesitado, al débil, al indefenso, al sin techo (a quien recordemos que este mismo gobierno ha excluido de nuestro sistema sanitario), se convierte en delito. Si las leyes, como digo, han de servir de pequeña guía sobre el "bien" y el "mal" (y así son delito todo tipo de atentados contra el prójimo), ahora Gallardón quiere decirnos, a nosotros y a las generaciones venideras, que la ayuda humanitaria es algo "malo". Un despropósito, una barbaridad. "Haz bien y no mires a quien", dice el refrán, exponente de la sabiduría popular. Ahora nuestro ministro de Justicia parece decirnos "haz bien... y mírale los papeles". En realidad no deja de ser un atentado al prójimo, sólo que paradójicamente ahora venido desde esa ley que debe protegerles. Y con ello no me refiero precisamente al inmigrante en situación irregular (que también) sino al ciudadano español u organización que realiza la ayuda al más necesitado por una cuestión de principios morales, éticos, humanitarios o religiosos. Una auténtica ofensa a cualquiera que haya sentido en sus entrañas alguna vez la más mínima conmoción por ayudar al prójimo, desde figuras gigantescas como Vicente Ferrer hasta el último voluntario anónimo que trabaja en Cáritas (y en el último caso creo que sé de lo que hablo)   

Pésimo ejemplo para el exterior el que pretende dar un ministro al que muchos ingenuamente veíamos como alguien sensato, moderado y de buen talante (lo mismo me sucede con Wert, de quien de aquel tertuliano de “Las mañanas de Cuatro” que sin ocultar su inclinación hacia la derecha mostraba una sana mentalidad abierta, ya no queda ni un rastro desde que adquirió su cartera ministerial), y que de repente, con esta y con muchas otras medidas que nos darían para folios y folios (todo su proyecto de reforma del Código Penal tiene más peligro que la mona de “Estallido” empapada en LSD con dos pistolas… amén del tema de las tasas judiciales que deja a muchos ciudadanos sin posibilidades de recurrir ante la justicia por cuestiones meramente económicas) parece convertirse en nuestro Joe Arpaio particular. Y por favor, acabemos de una maldita vez con el mísero argumento populista y xenófobo (aprendamos de Grecia) de culpar a “los de fuera”… no creo que sea plato de buen gusto para nadie abandonar su casa, su familia, su hogar, dejarlo todo, en muchas ocasiones incluso para perder la vida durante el viaje, o acabar malviviendo en las calles. Si tanto nos preocupa las tropelías de “los de fuera”, empecemos por tapar ciertos agujeros por donde nos están estafando en la cara a usted, a mí, y al conjunto de los españoles (pero no importa, mientras “los de fuera” sean multimillonarios, que todo sean facilidades)  

El infierno son "los otros".


Este tipo de noticias demuestran una vez más hasta que punto la política se ha distanciado tanto de los principios básicos que debieran regir por un lado a los individuos en particular, y por otro como conjunto de una sociedad. Créanme si les digo que mi interés por la política se ciñe a lo justito… pero no juguemos con la humanidad de esta manera. Hemos dado título a esta entrada rindiendo homenaje a uno de los grandes clásicos de la Serie B cinematográfica en el genero de la ciencia ficción, “Them!” (Gordon Douglas, 1954 ) y el nombre que recibió en España. En este caso también desconozco, y si que no puedo ni imaginar si nuestro ministro es aficionado a este tipo de cine o si ha visto esta obra. Me permito recomendarle humildemente, eso sí, que la próxima vez que se le pasen por la cabeza ideas de este tipo se de un paseo por ejemplo a una sala de cine. A lo mejor por el camino puede ver realmente lo que sucede en las calles mejor que desde su despacho ministerial, donde parece que la humanidad ha dejado de tener cabida. 

En medio de esta crisis hay una cosa de la que me he dado cuenta. Un valor insobornable e incorruptible que permanece en pie y permanecerá por muchos golpes que recibamos: el valor de las buenas personas. Señor ministro, déjelas usted en paz.    

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