viernes, 13 de diciembre de 2013

YO TAMBIÉN FUI A EGB, POR DESGRACIA

"People try to put us down,
just because we get around,
things they do look awful cold,
hope I die before get old"  

("My Generation" The Who, 1965)  


Gigantes de una generación airada.



Una de las cosas que más hacen hervir la sangre de éste vuestro humilde escribano el Eyaculador de Palabras es todo aquello que tenga que ver con la pertenencia generacional en un mismo contexto espacio-temporal. Unas invisibles cadenas por las que se supone he de estar sujeto irremediablemente a toda una caterva de individuos con los que no tengo absolutamente nada que ver, más aún, en muchos casos me dan auténtico asco. 

Por ello yo, nacido en 1973, se supone que he de esbozar una sonrisa y sentirme estúpidamente feliz evocando recuerdos de toda una generación a la que presuntamente pertenezco, cuando en realidad puedo sentirme más afín a cualquier poeta fracasado francés de finales del siglo XIX sifilítico y borracho de absenta que a un gordo calvo con traje y corbata que haya nacido en “mi época”. 

Nunca he entendido muy bien que quiere decir eso de “mi época”, “mi tiempo”… y por supuesto desprecio esos lazos generacionales que no son más que otro instrumento de incultura y embrutecimiento para contribuir a nuestro analfabetismo generalizado. Una manera de ponernos límites. Un caso evidente y llamativo es el de la música pop. Desde bien joven sentí el gusanillo de lo que yo llamo “sesentofilia”, una malsana obsesión por el beat, el garage, el rythm&blus, soul, etc… increíblemente en España no era fácil encontrar personas mayores que hubieran podido conocer y disfrutar de titanes como los Kinks, Yardbirds, Zombies o Small Faces, por citar algunos ejemplos de grupos sumamente famosos y con un buen número de éxitos en la cultura anglosajona. La cosa, en todo caso, no pasaba de Beatles y Rolling Stones. Si hablamos de lo que se hacía en nuestro país, la cosa ya cambiaba un poco, pero no demasiado. No hablo ya de encontrar fans de Los Cheyenes o Los Íberos, es que incluso era difícil poder mantener una conversación sobre Los Salvajes con alguien que me sacase un par de décadas. Sin embargo si les asombraba mi devoción por las bandas más exitosas de la España 60’s, que fueron principalmente Los Brincos y Los Bravos. El comentario habitual solía ser algo así como: “¿Te gustan Los Brincos?, ¡pero si son de mi época!”, lo cual me producía auténticos retortijones y tenía que contraatacar con mi clásico “¡la música no es de ninguna época!”, en efecto, la buena música no conoce de épocas, ¿por qué maldita estupidez tengo que estar sujeto a escuchar un determinado tipo de música sólo por mi año de nacimiento?, siendo del 73, ¿debería sentir más “mía” a la patética Madonna que a un titán como Ray Davies?, ¿de verdad alguien puede verle algún sentido a eso?... y sin embargo nos seguimos empañando en “atarnos” y limitarnos generacionalmente.   


Los Brincos, modernos pero españoles.


Nunca he sentido esa complicidad. No he sentido destinado a mí el guiño cuando alguno de esos pésimos monologuistas de Paramount de mi quinta sacan temas como Naranjito, Espinete, la nocilla, o bobadas similares que demuestran su escasez de ideas y como han de recurrir a un imaginario común basado en nuestra fecha de nacimiento. Me produce vergüenza ajena y me retuerzo ostensiblemente en el sofá cuando contemplo ese tipo de humor blando y blanco, baboso, buenrollista, insípido, incoloro, inodoro, leve e inofensivo carente de toda intensidad emocional y que pareciera recién salido del peor episodio de “Friends”.  Canciones, películas, libros… tratando de evocar algo a lo que no pertenezco. Lo conozco, sí, lo he vivido. Pero no lo siento mío en el sentido en el que si sucede con mis auténticas pasiones marcadas a fuego en mi alma a través de mis 40 años de vida. 

El último monumento a esta estulticia es una colección de páginas vacías recopiladas bajo el título de “Yo también fui a EGB” con las que pretenden bombardearnos publicitáriamente en estas fiestas como el regalo ideal y original para los de (sigh) “nuestra generación”. Y se venderá, claro, porque estas cosas funcionan y se venden como rosquillas (o mejor, como donuts, que para eso estamos hablando de “nuestra generación”), y todo ello cuando aún nos estamos reponiendo de la estupidez perpetrada por el sosainas de Javi Nieves y su “Generación EGB”. Y como somos así de estúpidos, se vende, esto se vende. La poesía de Juan Carlos Mestre no se venderá, pero oigan, esto sí, como churros. 

Pues sí, yo también fui a EGB, pero mis recuerdos no tienen nada que ver con Naranjito, Espinete, o la nocilla… eso, como he dicho, lo he conozco y lo he vivido, pero es todo tangencial. Un simple acompañamiento, un paisaje de fondo. La fachada superficial de un edificio donde la vida de verdad hay que buscarla dentro. Y dentro no están Naranjito, Espinete, o la nocilla… dentro están las boleras, las salas de juego, con la música atronando (sobre todo heavy castizo, Siniestro Total, y bastante rockabilly revival, eso era lo que más sonaba)… están las peleas, los gitanos, los quinquis, los yonkis, las navajas, el esconder las monedas en los calcetines… …las ostias y las hostias producidas las peleas, los gitanos, los quinquis, los yonkis, las navajas y el esconder las monedas en los calcetines… y las ostias y las hostias por los padres, profesores y curas (sin olvidarnos de los graciosos alumnos de cursos superiores, que simplemente por ser mayores iban por el colegio jodiéndote la vida) Pero sobre todo los curas, que eran los auténticos campeones a la hora de repartir. Había profesores que podían pasar por Van Damme o Steven Seagal, pero los que además eran curas, esos directamente eran Bruce Lee y Chuck Norris. 

Y ya aprendíamos a desperdiciar la vida, a tirar por la cloaca nuestros minutos con el hedonismo de los videojuegos, los comics, el deporte callejero, las primeras litronas, y la pornografía a hurtadillas, para escuchar a mi santa madre decir día sí y día también “deberías aprender del hijo de fulanita, ha sacado un 10 en matemáticas”, o “el hijo de marujita, míralo, que bien vestido va siempre, y que casero es, no como tú”, y llegar a los 40 años y ver que en realidad las cosas no han cambiado: “pues el hijo de fulanita ahora es corresponsal de RTVE, acaba de venir de Rusia” o “el hijo de marujita, míralo, que pedazo coche tiene”. Y encima quieren que me sienta afín a toda esa pandilla de desgraciados triunfadores que hacen que me sienta culpable por haber dedicado mis días a los nobles artes de rascarme los cojones y los sobacos (no necesariamente por ese orden) Lo que me faltaba.

Por supuesto que aquellos años de infancia, pubertad y pre-adolescencia sirvieron para forjar algunas amistades incorruptibles a pesar del paso del tiempo o las diferencias de todo tipo, pero evidentemente son los menos casos. ¿Cuál puede ser el porcentaje?, ni siquiera llegaría al 1% quienes si son parte de mi vida y parte de “mi generación” respecto a los centenares de cuerpos extraños con los que estuve compartiendo pupitres, catequesis y fiebres infantiles. 

Si tengo que hablar de algo llamado “mi generación”, no se define a base de muñecos televisivos de peluche ni de partidos de fútbol jugados por mostrencos con bigote. Si tengo en cambio la imagen de una España asfixiante, industrial, feísima, con ciudades de color gris envueltas en el humo de las fábricas y de las centrales nucleares, en las que abundaban los “perros callejeros”, yonkis echados a perder dispuestos a tirar de navaja (o algo peor) frente a quien fuera para conseguir algo con lo que pagarse un chute. En Ponferrada teníamos al Nini, trasunto local del mediático Santiago Corella “El Nani”, de quien la rumorología apuntaba a que había acabado ahogado en el pantano de Barcena por obra de la Guardia Civil. Sólo tuve un encontronazo con él, en la desaparecida sala de juegos Adriano. La cosa apenas quedó en un par de hostias, nada serio, pero aún recuerdo el escalofrío que me produjo su encuentro como epítome del Mal. Yo tenía regularmente, prácticamente a diario, encontronazos con quinquis de una escala menos alta (Toñín, el Fule, o el Murphy, son quizás los nombres más recordados), que siempre acababan con mis bolsillos vacíos y alguna hostia en el cuerpo y el honor. Luego había alguno de escala media, peligroso, pero al que podías torear y salir victorioso del envite (el mítico Fofito), y por último quien directamente daba risa y era incapaz ni de sisarte un paquete de pipas (el entrañable Algarrobo) Pero el Nini era lo más alto del escalafón, el Darth Vader de los quinquis ponferradinos, el chungo de verdad. El que no sacaba la navaja para acojonar, si no para clavar.    


"El Nani", la Champions League de los chungos.


Y todos estos recuerdos no se pueden encontrar en ningún estúpido libro destinado al consumo masivo. Una de las características del ser humano ha de ser su individualidad, su experiencia puramente libre y subjetiva. Cuanto más libre y virgen y no condicionada por artificiales lazos generacionales, mejor. Huyan de la manada (excepto cuando sea necesaria la lucha del colectivo para el bienestar del individuo, como sin duda sucede hoy día) y del rebaño. No sean gregarios, corran a su libre albedrío. Que nadie les imponga ni un Naranjito, ni un Espinete, ni una nocilla en sus vidas. Su propio yo no está en las páginas de un libro de recuerdos de corta y pega.    


Yo también fui a EGB, pero vista la estupidez general que me rodea, creo que por desgracia.  

jueves, 12 de diciembre de 2013

LA LUCHA DE MANDELA


Free Nelson Mandela?


La reciente perdida de Nelson Mandela (18-07-1918/05-12-2013), su desaparición de este mundo físico de los vivos, ha servido para comprobar la magnitud de su enorme figura y su impacto en la sociedad a nivel global, no tan sólo en la africana si no sobre todo en la europea, anglosajona y occidental. Efectivamente hablamos de un ser humano de proporciones gigantescas. Inspirador, luchador, ejemplar. Pocos hombres durante el pasado siglo XX y parte del XXI han sido capaces de acumular tanto respeto sobre su persona, adquiriendo un aura casi santoral superando ideologías de todo tipo. Se diría que Mandela caía bien a todo el mundo (o eso puede pensar cualquiera que haya visto las reacciones a su deceso)   

Funerales multitudinarios, una nación entera sumida en el llanto (o en el llanto a través de la alegría, el baile y el canto), y casi todo el globo terráqueo sintiéndose un poco huérfano de bonhomía, humanidad y libertad. Para darle el rigor y la seriedad necesarios al asunto un centenar de jefes de estado y gobernantes de distintos países han querido estar presentes físicamente en el adiós al gran enemigo del apartheid sudafricano, en algunos casos demostrando una de las mayores muestras de cinismo e hipocresía que uno pueda recordar en mucho tiempo. Asqueroso hasta la náusea. 

Y es que es justo recordar precisamente ahora, en honor de la memoria de Madiba (uno de los muchos nombres con los que era conocido Mandela, éste referido al Clan Madiba de la etnia Xhosa a la que el dirigente africano pertenecía), el significado de su lucha, el sacrificio de sus 27 años encarcelado, su tratamiento como terrorista desde Estados Unidos, y todo lo que supuso su encarnizada defensa de una Sudáfrica libre de racismo y apartheid frente a los poderosos líderes del Partido Nacional y sobremanera contra el infame gobernante racista Pieter Willem Botha. Ahora que éste al que llamamos mundo “libre” llora la pérdida del gran padre africano, es necesario refrescar la memoria y airear las vergüenzas sobre como ese mismo mundo libre, democrático, y occidental, no sólo no dio su apoyo al preso Mandela, si no que mostró sin ambages su vergonzoso apoyo al apartheid sudafricano. 

Empecemos por “casa” y un pasado muy reciente, para darnos cuenta de la desvergüenza (con diéresis, que duela más) de nuestra clase política y de su empeño por tratarnos como imbéciles y hacernos comulgar con ruedas de molino. Y es que el actual partido en el poder, el conocido como Partido Popular (que de popular, respecto al pueblo, cada vez tiene menos, si es que alguna vez lo tuvo), no tardó en expresar su pena por la perdida de Mandela, aprovechando incluso la presidenta del PP catalán Alicia Sánchez Camacho que el Vaal pasa por Johannesburgo para atizar al independentismo catalán en estos días de la Constitución recordando la figura de Mandela e instando a los partidos catalanistas a que sigan el ejemplo del líder africano y su capacidad para unir y no disgregar. Lástima que ella misma y su partido sean incapaces de aplicárselo para si mismos. 

Fue hace tan sólo unos meses, el “Tata” Mandela crecía en venerabilidad cumpliendo nada menos que 95 años. En la ciudad española de Toledo, Izquierda Unida, por medio de sus dos representantes en el Ayuntamiento, creyó que podría ser un buen momento para desterrar otro recuerdo de nuestra infausta Guerra Civil y tener un bello gesto con el dirigente africano y su corajuda vida luchando contra la segregación racial. Se solicitó en pleno el cambio de nombre de la calle llamada “18 de Julio” (homenaje al “Alzamiento Nacional” que dio paso a la Guerra Civil y advenimiento del franquismo) por el nombre de Nelson Mandela. La propuesta salió adelante con el apoyo del PSOE. El PP de Toledo, retratándose ante toda la sociedad española, votó en contra. Ellos, a quienes se les llena la boca hablando de revanchistas y de españoles incapaces de perdonar y olvidar el pasado, se enrocaban de esta manera en defensa de uno de los símbolos de la Guerra Civil y de la dictadura franquista y despreciaban el gesto hacía un hombre como Mandela, por aquel entonces todavía vivo, que es cuando los homenajes y las muestras de reconocimiento tienen auténtico valor, y no el lloro y lamento hipócrita al que no han tardado en sumarse desde nuestro partido gobernante. 

De modo que ahí tenemos a nuestro presidente, Mariano Rajoy, con cara circunspecta y pensando en el Mundial de fútbol, en las exequias de uno de los más grandes luchadores contra las barreras raciales y sociales, llorando a Mandela mientras conserva (como años antes hiciera el PSOE) las concertinas de la vergüenza (con diéresis, que duela más) en las vallas de Ceuta y Melilla para seguir manteniendo vivas las barreras entre los muy pobres y los (cada vez menos) ricos. Para seguir fortaleciendo las fronteras entre mundos, clases sociales, etnias, y razas. Todo ello mientras se va a Sudáfrica a llorar a Mandela.    


Nuestro apartheid particular


Pero estas muestras de desprecio al auténtico mensaje de Mandela palidecen ante lo que fue hace décadas (y hasta hace bien poco) la realidad de la posición de los poderes de Occidente ante la situación sudafricana, el apartheid, y los abusos del gobierno de Pieter Botha en el país donde Mandela y otros miembros del Congreso Nacional Africano pasaban sus días entre rejas en la tristemente célebre isla de Robben, con especial ignominia por parte del eje anglosajón representado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, modelos de una manera de entender la política y el poder con grandes seguidores en nuestro país, especialmente en la figura de ese personaje indescriptible llamado Esperanza Aguirre. Quizás mucha gente no sepa, o no recuerde, la extraordinaria virulencia con la que fue tratado Mandela desde el Reino Unido y Estados Unidos cuando no era ese venerable anciano que levanta la Copa del Mundo de fútbol que finalmente se llevó España, si no un activista convencido en la defensa de los derechos de sus conciudadanos de raza negra. 

Uno de los episodios más desafortunados lo protagonizaron los miembros de la FCS (Federation of Conservative Students), una organización estudiantil vinculada al Partido Conservador británico (de quien fue uno de sus más destacados miembros en la década de los 80 el ahora Primer Ministro David Cameron), algo así como los “cachorros” de los “tories” ingleses. A mediados de esa citada década, en pleno mandato de Margaret Thatcher, los estudiantes conservadores británicos lanzaron un furibundo ataque contra Mandela publicando unos carteles en los que pública y literalmente pedían el ahorcamiento del líder africano junto al del resto de miembros del Congreso Nacional Africano, calificados como “carniceros”. La propia Thatcher llegó a asegurar en 1987 que el CNA era una organización terrorista y que era una locura pensar en que pudiera llegar el día en que tomase el poder. Afortunadamente para el pueblo sudafricano la Dama de Hierro estaba equivocada. Respecto a David Cameron, quien en otro ejercicio de hipocresía ha corrido a hacerse la foto en los funerales de Mandela y ha mostrado ostensiblemente su pesar en redes sociales por el fallecimiento de Madiba, hay que recordar que en 1989, siendo ya un joven político emergente de los conservadores británicos, aceptó la invitación del gobierno racista sudafricano para visitar a gastos pagados el país del por aquel entonces encarcelado y calificado de terrorista Nelson Mandela. No parecía preocuparle en aquellos momentos la situación del desaparecido personaje en quien tantos elogios le hemos visto deshacerse en los últimos días. Y para acabar este muestrario de despropósitos sobre Mandela por parte de los conservadores británicos, nada mejor que recordar al diputado Teddy Taylor en 1980 asegurando públicamente que el sudafricano debería ser fusilado. 

Estas son algunos ejemplos de la posición desde el Reino Unido frente a la lucha de Mandela, cuando hacía falta, cuando necesitaba ayuda de verdad. No sólo no le apoyaron si no que se posicionaron del lado del apartheid y despreciaron su figura, llegando incluso a pedir su ejecución. ¿Y qué hay de Estados Unidos? Aún mayor ignominia e infamia. Hay que recordar que hasta 2008 (tras una iniciativa presentada por los senadores demócratas John Kerry, Bob Corker y Sheldon Whitehouse) Mandela figuraba en la lista de terroristas de los Estados Unidos. Es decir, su nombre tenía el “honor” para la política estadounidense de figurar al lado de un Bin Laden (ex –agente de la CIA por otro lado, aunque esa es otra historia… o quizás no) cualquiera. La propia CIA contribuyó decisivamente al arresto de Mandela en 1962, como se ha conocido gracias aWikileaks, gracias a la infiltración de uno de sus agentes en el CNA. Reagan, por su parte, nunca ocultó su apoyo a la Sudáfrica del apartheid, país al que calificó de “esencial para el mundo libre” mientras era gobernado por los racistas afrikaners del Partido Nacional. Una vez más vemos que lejos de recibir apoyo, Mandela era incluso apresado con la colaboración de la inteligencia estadounidense.   


Mandela, flanqueado por su ex-esposa Winnie y el gran activista Joe Slovo


¿Cómo se puede ofrecer tamaña muestra de hipocresía frente a toda la humanidad como la vista estos días? Tratemos de ser objetivos, no creo que ni Thatcher ni Reagan fueran abiertamente racistas (aunque en el caso de la británica tengo mis dudas), simplemente se trataba de “estrategia”. Por un lado Mandela era comunista (lo cual a ojos de ciertas ideologías resulta mucho más aberrante que ser negro), por lo que en ningún momento podían manifestar su apoyo a una figura como la de Mandela, quien nunca ocultó públicamente su apoyo al castrismo. En plena Guerra Fría todo lo que oliese a “rojo” merecía ser pisoteado y vilipendiado públicamente, e incluso ser digno de pedir su ejecución, como hemos visto en el caso del personaje que nos ocupa. Por otro, Mandela significaba una figura de lucha por la libertad contra el poder establecido, algo que va mucho más allá del comunismo y que aterra aún más a los grandes poderes fácticos, preocupados porque se imponga el pensamiento lampedusiano de que todo ha de cambiar para que todo siga igual. Esa misma estrategia y ese mismo pensamiento ha llevado a gran parte de los líderes mundiales a ir cambiando con el tiempo su postura frente a Mandela. Si antaño era un terrorista ahora es un defensor de los mayores valores humanos. Un cambio, en definitiva, para que todo siga igual. Y es que el Mandela preso no importaba, y si importaba era acaso para desear su muerte. El Mandela presidente, instalado en el poder, evidentemente ya es otra cosa. Lo hemos visto a lo largo de la historia de Estados Unidos y su capacidad para posicionarse a favor o en contra según sus intereses y transformando por igual a aliados en enemigos y viceversa (Bin Laden, Hussein, Noriega, y un largo etcétera) Esto, lejos de justificar sus comportamientos, ejemplifica perfectamente el mundo nauseabundo en el que vivimos. Un mundo miserable, podrido, cínico e hipócrita en el que se siguen levantando barreras, todas basadas en una misma barrera, la más grande: la que hay entre ricos y pobres. Todo ello mientras se llora a Mandela y con total desvergüenza (con diéresis, que les duela, si es que tienen algo dentro) esta serie de personajes sin escrúpulos se hacen fotografías para sus redes sociales como si estuviesen en un baile de estudiantes y no en el funeral de uno de los más grandes hombres de los últimos tiempos. 


Si en verdad respetan a Mandela, dejen de joder.    


¡Qué funeral tan divertido!

jueves, 21 de noviembre de 2013

¡A LA MIERDA!


"La ciudad de Madrid está profundamente conmovida y dolida por la muerte de Fernán-Gómez. Ha muerto uno de los grandes. Como hoy escribía alguien la noticia no es su muerte sino su vida, la de una persona que durante tantos años nos ha regalado su autenticidad y su forma de compartir ese universo cultural que construyó desde la interpretación y la creación" 

Las palabras las pronunció el por entonces alcalde de la ciudad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón hace seis, tras el fallecimiento de ese monumento viviente a nuestra cultura que era Fernando Fernán-Gómez. Actor, cineasta, dramaturgo y escritor, su figura apenas encuentra parangón en nuestras artes tanto por calidad como cantidad de su obra, además de por su inquietud renacentista de abarcar distintos campos. Nuestro Da Vinci nacional del Siglo XX. El ex- alcalde de la capital se comprometía con la viuda del actor, Emma Cohen, así como con la sociedad madrileña y española de que el Centro Cultural de La Villa llevaría el nombre de uno de nuestros compatriotas más ilustres, pasando a ser denominado como Teatro Fernán Gómez-Centro de Arte. No hubo ni una sola voz discordante a ese respecto.

Hoy, en el sexto aniversario de su fallecimiento, desayunamos con la noticia de que operarios del Ayuntamiento de Madrid han descolgado las robustas letras que daban nombre al artista y que saludaban a los madrileños desde el Paseo de La Castellana a la altura de Colón para renombrarlo nuevamente como Centro Cultural de La Villa. El nuevo director del centro, José Tono, asegura que el nombre del pelirrojo universal se mantendrá en los laterales de la instalación y que oficialmente su nombre seguirá vinculado al espacio, como Fernán Gómez Centro Cultural de La Villa. No dudamos de su palabra, pero ya hay que tener poca delicadeza como para en pleno aniversario de la perdida de una figura de este calibre “celebrarlo” de este modo. Y por otro lado, viendo como se han manejado las instituciones públicas de esta ciudad en los últimos tiempos, con la alcaldesa no electa Ana Botella a la cabeza (quien no cesa en hacer méritos para pasar a la historia como la alcaldesa más inepta, ineficaz y analfabeta que jamás haya conocido una capital europea en todos los tiempos), uno no puede evitar pensar en la siniestra sombra de Fernando Villalonga, el llamado “Atila de la cultura” (por donde pasa no crecen las letras), cuyo último exabrupto antes de “pillar cacho” en el Ministerio de Exteriores, dentro de su insaciable carrera política siempre al sol que más calienta, y último servicio para la sociedad Madrid Destino dentro de su maremagnum de despropósitos con despidos y elecciones a dedo, bien puede haber sido presionar para que el imponente nombre de Fernán Gómez (nada amigo precisamente de las nuevas corrientes políticas anarcoliberales basadas en el expolio de los servicios públicos para intereses privados) desaparezca de un lugar tan emblemático para la cultura madrileña (esa que demuestran constantemente que no les importa lo más mínimo) y se facilite otra privatización más que vendrá acompañada de los consiguientes despidos y rebajas salariales (menos mal que aún quedan trabajadores con conciencia de clase y la suficiente dignidad como para no dejarse pisotear, como han demostrado los empleados de la limpieza y mantenimiento de jardines de Madrid, tumbando 1134 despidos y rebajas salariales) 

Triste España y triste Madrid, pueblo en manos de saqueadores y especuladores para quienes conceptos como señas de identidad, orgullo y vergüenza no parecen significar nada, pero a quienes se les llena la boca hablando de falso patriotismo cuando en el único patriotismo que creen es en el de los billetes (y ahí está Esperanza Aguirre como magnífico ejemplo) Han pasado seis años, seis años de una cada vez mayor cuesta abajo y degradación moral, ética y estética. Dan ganas de imitar a Fernán Gómez en uno de sus más geniales e inclasificables trabajos, su interpretación de Fernando Tobajas (por la que consiguió el Oso de Plata del Festival de Berlín en 1976) en el sorprendente film de Juan Estelrich March, “El anacoreta” (con guión de otro de nuestros mayores genios como era Rafael Azcona), y encerrarse por siempre en el cuarto de baño para vivir ajenos a toda la podredumbre que nos rodea. 

Una victoria aún nos queda y esa no nos la pueden arrebatar, al contrario, cada día la tenemos más segura. Cuando pasen otros seis años Fernán Gómez seguirá siendo recordando como uno de los mayores gigantes intelectuales que jamás haya dado este país... mientras que Ana Botella será considerada la peor alcaldesa de la historia de Madrid (sobre arribistas y advenedizos como Fernando Villalonga, directamente recibirán el justo mayor de los olvidos)    


La vida en el retrete

viernes, 1 de noviembre de 2013

AQUELLOS VIERNES...


"Los borrachos" o "El triunfo de Baco" (Velazquez, 1629)




Aquellos viernes que salías a la calle con traje y corbata y una lata de gasolina en la mano… 

Aquellos viernes que abrían la puerta a un delirio empapado en sudor y cerveza y ráfagas de speed que abrían los ojos para que vomitasen angustia. Aquellos viernes del deseo. De la victoria. De la fragancia de orines y de cajellones vacíos. 

Eran los viernes del aroma a pólvora y la emancipación gratuita. 

La procesión indeleble en las tabernas, el susurro, todos eran rockeros, decían desde las ventanas.  

Se alzaban las copas en un eterno Sursum Corda. Se brindaba por el mañana, que se veía lejano, y en todo caso un mañana en el que seguir brindando. Se vivía y se bebía pues vivir y beber la misma cosa eran, y los hígados supervivientes ahora cantan aquellas hazañas. La Iliada de los borrachos, la Odisea de los Santos Bebedores. 

Y los nombres, atroces como serpientes, de todo lo que viajaba por la traquea… leche de pantera, tumbadioses… y vino barato, cheap wine!! No había denominación de origen, sólo denominación de borrachos. 

Aquellos viernes del aliento constipado y el ánimo pétreo. Y la procesión de almas negras… …y cada viernes se unía alguien nuevo. Y en las ventanas los rumores.  

Todos eran rockeros… mira como beben…

Aquellos viernes no tenían ni comienzo ni final, eran un episodio frenopático. El surrealismo en las miradas vidriosas. La verborrea desatada. Había que limpiar el mundo a salivazos.  

Parecería que fuera otra época, otros años, otras décadas, otros siglos… la procesión de almas negras llevaba sombreros de copa y abrigos raídos según la última moda Franz Liszt.  

Era lo que ponía nuestro DNI: “este señor no tiene nombre porque es un romántico”. Y la luna se reía, claro. Y luego nos subíamos a ella y nos daba de beber de sus senos. Esos senos selenitas. 

¡Ay!, aquellos viernes… 


Ya sólo nos queda el elogio de la caligrafía para soportarlo…  

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿CUÁNTO TIEMPO ME QUEDA?






Hoy hace un mes que partió el viejo, a ese viaje de no retorno que algún día todos tendremos que emprender. Un mes que la historia de mi vida da un quiebro definitivamente, porque, aunque las cosas estuvieran como estuvieran y uno ya tiene una edad de vivir su vida, como se suele decir, es un suceso sin solución. Ya no tengo padre. El hombre que estaba antes que yo, y sin cuya existencia la mía jamás se hubiera producido. Y esto me hunde una vez más, me asoma irremediablemente a lo que llamo mis “pensamientos del vértigo”. O sea que esto iba en serio. Vives y te mueres. 

El recuerdo perdura, claro. Y cuando menos te lo esperas te viene una imagen, una escena, incluso un aroma. El olor intenso de la espuma de afeitar de mi padre, el olor de su ropa, de su habitación…


Y recuerdo cuando sorprendía, según pasaba el tiempo cada vez más a menudo, a mi padre sentado en la cocina que teníamos detrás del bar. Solo, callado y pensativo. Intentaba en vano sacarle que consumía sus pensamientos pero él no quería hablar. Sólo se sentaba y se dedicaba a pensar. Después se levantaba y volvía a trabajar. ¿Estaba poseído también por los “pensamientos del vértigo”? Puede ser. De alguna manera pienso que sí, que aunque no tuviera la cultura suficiente para ponerle palabras a ciertas cosas y sensaciones mi padre era un existencialista profundo, ahogado por el paso del tiempo y atado y amordazado por la congoja que nos da el miedo a la propia vida. Y esto evidentemente no es exclusivo de mi padre ni del tarado de su hijo, si no que es la propia condición humana, la de hacernos preguntas sin respuesta. Tantos siglos de humanidad, tanto arte y tanta cultura y seguimos sin poder respondernos a las preguntas que ya se hacían los primeros hombres: ¿qué coño hago aquí?, ¿quién soy?, ¿hacía donde me dirijo?, ¿qué me espera?... y la tormentosa cuestión que tan excepcionalmente reflejó Ridley Scott en “Blade Runner” partiendo de Phillip K.Dick: ¿cuánto tiempo me queda?      

jueves, 3 de octubre de 2013

EL VIEJO Y EL BAR


La vida es así. Te levantas un día y eres huérfano. De padre, en este caso, y sólo Dios sabe con cuanta fuerza deseo no serlo jamás de madre. 
De modo que un buen día te enfrentas con la cruda realidad de contemplar a ese señor que sembró tu vida tieso como la mojama y frío como el mármol embutido dentro de un maldito ataúd y con un rictus a lo Bela Lugosi en sus peores días. Lo cierto es que llevaba años viendo así a mi padre, gracias, o más bien, debido a la desgracia de unos últimos años de "no vida" con los que fue obsequiado. Ésta ha sido su lotería. Después de toda una existencia jugando a ella, como tantos españolitos de a pie buscando un golpe de suerte que cambie sus vidas, esta fue realmente la lotería que le tocó. 
En realidad poco conocí de mi padre en sus más vigorosos y joviales momentos. Vine al mundo cuando él ya gastaba 48 años y era ese hombre recto y de rostro circunspecto obsesionado con el trabajo y su negocio, un pequeño bar de esos de "echar la partida", plagado en su mayoría de malencarados clientes, rudos camioneros de educación pleistocénica, pero también, los menos casos, algunas personas realmente agradecidas con el buen trato recibido siempre en el local. Buenos hombres, buenas personas que realmente apreciaban a mi padre y a la familia. Ya digo que son los menos, pero justo es reconocerlo. El resto, simplemente alimañas ponzoñosas formando parte de un paisanaje infame, un estercolero de lo peor de la condición humana. Racistas, machistas, fascistas y homófobos y capaces de liarse a puñetazos por una mísera peseta escamoteada jugando a "la subasta". Pero es la vida que recuerdo de mi padre. Atado a ese pequeña taberna alcohólica y humeante donde se consumieron gran parte de los años de la vida de mi núcleo familiar. Mis padres, mis hermanas y yo. Y el gran hombre, el cabeza de familia, ahí esclavizado en esa trituradora de la vida que era su bar para sacar adelante una casa y unos hijos. Como si la obra de su vida fuera una sátira de aquella novela de Hemingway a la que sólo haría falta cambiarle una letra, "El viejo y el bar".  
Y es que en verdad que recuerdo a mi padre siempre viejo. Y débil, y enfermo, e infartado. Y verlo ya no siendo ni adolescente entubado en una Unidad de Cuidados Intensivos te espabila y te recuerda que la vida no es una feliz teleserie norteamericana con risueños boy scouts que se van a pescar truchas con sus padres, sus ídolos, sus héroes, mientras éstos descorchan las primeras cervezas para sus chavales y les descubren los secretos de la vida y las mujeres y hablan de cual va a ser el primer coche que les compren compadreando sin parar y dándose codazos de complicidad diciéndoles "a tu edad yo las tenía locas". No, mi padre no fue ni mi ídolo, ni mi héroe, ni mi colega, ni mi compadre, ni me llevó nunca a pescar, ni al fútbol, ni siquiera al cine, ni nunca me eché un trago con él. Mi padre era un señor que se deslomaba a trabajar y que consumía su vida rodeado de unos cuantos hijos de puta que la mayoría de las veces ni le daban las gracias. Borrachos, ludópatas, ladrones, maltratadores, y perdedores en general, que en la barra del Bar Liceo encontraban su desahogo y a veces incluso caridad en forma de algún billete que mi padre alargaba con la promesa (que no la esperanza) de ser devuelto. Y mi padre se deslomaba por toda aquella mierda y yo sin saber porque. Supongo que precisamente por esa rectitud y dignidad con la que se gobernaba por la vida y que se adivinaba con sólo escrutar su rostro serio e impenetrable. No he conocido a un tipo más serio en mi vida que mi padre. Y miren que yo me tengo por un tipo serio, pero no tiene nada que ver. Lo de este hombre era otra cosa.  
Recuerdo la primera "muerte" de mi padre, "la muerte del padre como héroe". Yo era un niño aprendiendo a afrontar una adolescencia incipiente llena ya de obsesiones (música pop, baloncesto, comics...) que jamás abandonaría, o me abandonarían, o nos abandonaríamos mutuamente. Había finalizado los inocentes estudios de Básica entre ostias y hostias en un colegio de curas, y estaba loco por dos bandas musicales. Siniestro Total, intramuros, y  fuera de nuestras fronteras The Housemartins. Realmente eran mi banda favorita. Nada me volvía más loco que escuchar a aquel cuarteto de alocados suedeheads de Hull que con un solo LP para mí habían escrito una auténtica biblia de la música pop. Yo tenía 13 años y los nervios, mis putos nervios, ya a flor de piel para electrificarme con aquellas descargas adrenalínicas de poco más de dos minutos. En definitiva la música que me iba a acompañar, y así ha sido, toda mi vida. Un año después aquellos marxistas británicos de pelo corto y polos Fred Perry publicaban su segundo LP, el contundente, impresionante, vigoroso y vital "The people who grinned themselves to death". Lo que en "London 0- Hull 4" no pasaba de ser un mero apunte, una leve caricia, una amable finta que quizás no llegase a hacer daño, en este segundo trabajo se convertía en un puñetazo de puta y pura vida golpeando sin piedad desde el primer momento en que tu temblorosa mano dejaba caer la aguja sobre el primer corte del disco. Era un viernes por la tarde cuando presa de los nervios corrí a la tienda más cercana a hacerme con una copia de aquel LP. Hablamos de 1987 y de una semana en la que mi padre, simplemente, se encontraba "mal". Era un sábado por la mañana, esos sábados por la mañana que siempre habían sido mis momentos favoritos de la semana, cuando Paul Heaton atronaba a mis vecinos desde aquellos surcos de la melancolía eléctrica mientras yo disfrutaba del baño pensando en las aventuras que me podría deparar aquel sábado, otro de aquellos sábados en los que éramos reyes. Y sonó el teléfono. Y alguien de mi familia con voz resquebrajada hilvanaba frases en las que podía reconocer palabras como "tu padre" e "infarto de miocardio"... y todo cambió para siempre. Algo así como el fin de la inocencia consumado. El cabeza de familia, el hombre de la casa, luchando por su vida en una fría UCI. Y a partir de ahí una jubilación anticipada que nunca cumplió, porque no sabía hacer otra cosa que trabajar, y por mucho que yo lo intentase ("papá, te pongo una película de John Wayne en el video, de las que te gustan") nada podía apartar al viejo de su bar. 
Catorce años después las cosas no iban mal. El viejo se cuidaba como un campeón. Comida sana, paseos diarios, metódicas revisiones de su cascado corazón que respondía al mimo recibido. La telenovela quebrada, con sus luces y sombras, seguía su curso. Y era otro viernes por la tarde cuando en mi habitación escuchaba el imprescindible "All that may do my rhyme" del querido majareta Roky Erickson. Y volvió a sonar el teléfono. Era mi madre y era otra de esas noticias que nunca olvidas. Un brutal atropello en plena vía, hijo, a tu padre se lo han llevado por delante. Y parece que está consciente, pero hablan de derrame cerebral. Y mi melomanía que revive y recuerdo al pobre Stiv Bators, atropellado en Paris y que se había ido a casa tan campante para morir aquella noche de la hostia recibida en el cerebro. Y mi madre y yo en un taxi a desde Ponferrada a León, donde lo habían llevado porque era cuestión de vida o muerte... y más noches, ahora muchas más, de fría UCI, de hospital, de mi madre y yo turnándonos con idas y venidas a Ponferrada porque no podíamos cerrar el negocio, porque teníamos que comer, porque nunca hemos sido ricos ni pudientes. Y el viejo despertó del coma, sí... para vivir un infierno de once años que definitivamente prefiero no recordar en estos momentos. 
Créanme que tardé muchos, muchos años, en atreverme a volver a poner sobre un plato tanto el disco de los Housemartins como el de Roky Erickson. Vinilos malditos y prendidos para siempre a un mal recuerdo. Tardé años en superar aquello.
De modo que llegado al mundo cuando el viejo ya calzaba casi cinco décadas de existencia no pude conocer nada del picha brava y juerguista que fuera mi padre antaño. Sólo rumores de que había sido el animador de muchas fiestas populares por esos pequeños pueblos perdidos de las montañas lucenses, luciendo su apostura y galantería y esos ojos azules (que ya es mala suerte que yo no heredara) que le hacían sin duda uno de los solteros más atractivos de la zona. Hasta que llegó mi madre, claro. Y luego historias de lucha conjunta entre una pareja, él ya maduro, ella veinteañera, que se lanzan a la vida en la España de la posguerra cogiendo un barco a "las américas", en ese constante tópico migratorio de nuestro pueblo. Y a trabajar como burros, y los hijos que van llegando, y una vida que al fin y al cabo se realiza en plenitud. Un hombre que tiene su propia casa, su propio negocio, su propia familia. Su hogar donde descansar y dormir junto a su mujer mientras los chicos juegan y se divierten. Finalmente una feliz teleserie norteamericana, sólo que muy a la España del Noroeste en plena Transición y con un hijo pequeño cardiópata, hipotenso y miope en vez  del Kirk Cameron de turno. Un hijo que en el momento de la despedida se da cuenta que apenas conoció a su padre, y es consciente de que su padre apenas conoció a su hijo.   


Creando familia.


Sonoras discusiones el día que le reproché como pudo haber sido cazador y atreverse a quitarle la vida a seres vivos, o cuando le pedí dinero para comprarme una guitarra eléctrica (una Hohner de caja de segunda mano), recordándole aquello que me había dicho de que cuando necesitase algo nunca me iba a faltar. O el día que me pidió que mientras él viviera no bebiera, de la borrachera con la que me presenté a casa. O las continuas broncas por meter a otros juerguistas que no tenían donde caerse muertos en mi casa de mi madrugada. O la noche que sin querer me cargué la reja corredera con la que cerrábamos el bar, sacándola del carril, a las doce de la mañana, sin posibilidad de llamar a nadie que la reparara. Me amenazó diciéndome que me iba a quedar allí toda la noche guardando la puerta "hasta que mease Dios". Que risas, sí, que risas. Que mala hostia tenía el hombre.
Y así es la vida, hay que decir nuevamente. Una vida como tantas y anónima como la que más. Pero es parte de la mía. A veces afirmamos con mucha frivolidad que se va parte de nuestras vidas cuando hay alguna perdida. Y para alguna gente de nuestro barrio se habrá ido parte de la suya con aquel viejo que pasaba las horas apostado en la barra de un ruidoso bar donde cabían todas las blasfemias... en mi caso también... claro que aquel viejo era mi padre. El único que he tenido.       

Y le quería.     


Al pie del cañón

jueves, 12 de septiembre de 2013

RELAX, DON'T DO IT, WHEN YOU WANT TO GO...



"Me da iguaaaaaaal... ¡me encanta!"



El espantoso ridículo protagonizado por nuestra candidatura olímpica y etílica (buena fiesta la que se metieron en el avión la última parte de la grandísima y costosa expedición que entre todos hemos pagado) durante el pasado fin de semana en Buenos Aires deja al aire varias y relucientes vergüenzas de gran parte de nuestra clase política, de esa casta que dirige nuestros destinos, que nos lleva por aquí y por allá, nos recorta por un sitio y por el otro, o nos exprime de cualquier manera posible.   

La ínclita Ana Botella ha sido objeto de gran parte de las burlas de la despechada ciudadanía, la cual, por decirlo de un modo suave, está hasta los cojones de tanto mamoneo. Poco peaje me parece el de aguantar unos chistes para quien es alcaldesa de una de las principales ciudades europeas y hasta el año pasado recibía un sueldo de más de 94000 euros anuales sin haberse presentado nunca a unas elecciones. En efecto, la imagen paleta y chusquera de la primera dama madrileña ha sido más propia de la arrabalera protagonista de alguna de esas películas españolas que tanto detestan los votantes de su partido que de la de quien debiera ser una de las figuras más relevantes de nuestro país y de parte de Europa debido al importante cargo que ocupa. Y ahí han estado rápidos y al quite sus palmeros. No saber hablar inglés no importa, alegan. Como si el no dominar el idioma más importante del mundo fuese una cuestión baladí y sin importancia para el alcalde de una capital europea. Supongo que tampoco importa si no sabe colocar un país en el mapa, si no logra distinguir un Velázquez de un Murillo, si no conoce la historia de la ciudad de la que es mandataria, o si directamente no ha abierto un libro en su puñetera vida. ¿Qué importa eso para ser una buena alcaldesa?, ¿qué más da el ridículo al que nos pueda arrastrar a toda una ciudad y a todo un país?  

Vivimos inmersos en una devastadora crisis, esa que nos hace ir todo el día con la laca y una estaca a cuestas (“con laca estaca yendo”, nos dicen), una crisis cuyo análisis más superficial (pero en absoluto incorrecto) nos indica como la voracidad de los mercados y el capitalismo desaforado (y volvemos a repetir el viejo pensamiento de tantos pensadores y filósofos, el capitalismo en si no es un problema, el problema son los excesos de ese capitalismo) han tensado la cuerda y roto el pacto no escrito según el cual los trabajadores dábamos una cantidad de horas de nuestra vida y nuestro trabajo a cambio de una existencia más o menos digna, con una cierta calidad de vida, y una serie de servicios sociales a nuestra disposición, de los cuales poder disponer independientemente de las posibilidades materiales de cada uno, ya que no sólo es que no todos seamos ricos… si no que cruelmente la existencia de ricos (o peor aún, los hoy llamados “super ricos”) implica necesariamente la existencia de pobres (y por supuesto, de “super pobres”) 

Pero debajo de esa crisis a la que nos ha llevado la ambición desmedida de quienes no ven a la humanidad más que como un banco de pruebas, una mesa de laboratorio, o un ejército de cobayas, se halla otra crisis igualmente profunda y manifiesta. Una crisis de valores de todo tipo, morales, éticos, humanos… una falta de exigencia propia y ajena y un desalojo absoluto de pudor y vergüenza. Todo vale. Barra libre. Ya hemos comentado en alguna ocasión por aquí la“trampa” de la incorrección política que sirve para disfrazar los malos modales, la pésima educación, y el ataque a todas las normas de civismo y convivencia. Incorrección política también es permitir que nuestros líderes vivan desprovistos de los citados valores y de la exigible educación y preparación para sus cargos. Y eso, como decimos, es también una crisis. Les consentimos todo, y ellos, inútiles e incapaces de luchar por nuestros derechos (muy al contrario, se bajan los pantalones y su trabajo es una constante felación a poderes aún mayores, esperando futuras recompensas que obtendrán una vez que hayan exprimido hasta nuestras últimas gotas de sangre y sudor), ni siquiera son capaces de aprender inglés para manejarse por el mundo, ya que es mucho más interesante para sus cargos pasar el día en la peluquería. Y se lo seguiremos consintiendo. Y les seguiremos votando. 

Esta es la auténtica tragedia. La de en menos de tres décadas pasar de tener una gigantesca figura intelectual como alcalde, profesor de universidad en Estados Unidos, y autor de medio centenar de obras literarias de pensamiento y ensayo, a ver como se apoltrona una señora no elegida por nadie y cuyo mayor mérito es ser la esposa de José Maria Aznar. No cabe mayor degradación para la que antaño fue una ciudad orgullosa de su riqueza cultural y de su bulliciosa vida social como Madrid. Y lo peor es que nos da igual.  


Cuando los alcaldes escribían...




miércoles, 4 de septiembre de 2013

LECTURAS VERANIEGAS

Estas son algunas pequeñas reseñas y anotaciones que fui haciendo después de las lecturas de este verano... faltan otros dos de Villena ("Amor Pasión" y "Para los dioses turcos", como ven he tenido un verano muy "villeniano") y "Los niños del Brasil" de Ira Levin que finalicé hace unos pocos días, aún en Agosto.            





Foto de portada de la primera edición de "Fuera del mundo"






“NIÑOS FUTBOLISTAS” (JUAN PABLO MENESES)

Flojito, por ser generoso (por no decir directamente un bluf) Normalmente con Blackie Books se acierta... no ha sido éste el caso.     

“LOS MILLONES” (SANTIAGO LORENZO)

Haciendo caso a la recomendación de la amiga Raquel Peláez en Vanity Fair me hice en la pasada Feria del Libro con un ejemplar de esta novela cuya lectura finalmente he podido acometer durante los últimos cuatro días (exactamente de viernes a lunes)... todo lo que se ha dicho sobre este relato es cierto, es una novela ya de culto... humor, ternura y costumbrismo, y personajes que te llegan al alma... esos Francisco y Primitiva y su amor enorme e inocente... que bonito, joder, que bonito... y si la cara es el espejo del alma, a Santiago Lorenzo se le cala a la primera... sólo con el espíritu de un auténtico niño grande se puede concebir una obra como esta...      

“FUERA DE ESTE MUNDO” (LUIS ANTONIO DE VILLENA)

Un Villena que tenía pendiente. Una pequeña (tres días me ha durado) novela en la que trazando la vida de un joven poeta maldito el autor aprovecha para hacer lo que mejor sabe: ensayar, reflexionar y filosofar sobre el malditismo, simbolismo, ultraísmo, surrealismo y demás géneros del "más allá" literario (ya el título es un homenaje a Baudelaire)... con un personaje que parte de un simbolismo de libro (lector confeso de Lautreamont y sus Cantos de Maldoror), evoluciona hacía un helenismo extremo en lo físico, y acaba buscando el sentido de la vida en la miseria, casi como un místico... todo ello con las obsesiones habituales de Villena, erotismo (y abundante homoerotismo), vida disoluta, paraísos artificiales, viajes iniciáticos... y todo con la consecuente prosa volcánica y vitalista que merece el asunto... y esa es la gran paradoja del malditismo... una vitalidad empeñada en consumirse en los perdedores... como no podía ser de otro modo, me ha encantado.   

“SAM PECKINPAH: VIDA SALVAJE” (GARNER SIMMONS)

Dentro de mi ritmo de lectura habitual me ha roto bastante los esquemas, ya que he tardado unos diez días en terminarlo. Es curioso, hace un tiempo cualquier cosa que fuese ensayo, biografía, etc, sobre todo sobre cine, lo devoraba con mucha mayor facilidad que una obra de ficción y ahora es al contrario... dicho lo cual, lo cierto es que ha sido una muy agradable lectura para conocer mejor los entresijos que se movían detrás de los rodajes de Peckinpah... pero no se engañen por el título en castellano (el original es el más acertado "A portrait in montage"), apenas es un libro sobre la vida del director, si no sobre sus películas, o quizás es que su vida fueron sus películas, por eso digo que el título original de "una vida en el montaje" era mucho más acertado... pero desde luego no es el caso de un John Huston, cuya vida fue superior a su obra (que ya es decir), aún así el relato de sus rodajes con declaraciones de primera mano de los implicados sirve para conocer mejor el carácter de este director incendiario poseedor de un instinto único para el cine y con una visión personal e intransferible sobre el arte de hacer películas... algunas anécdotas son realmente jugosas, como la sucedida con Antonioni (dado el "cariño" que le tengo al plasta director italiano esa me ha encantado), o la de Bob Dylan cargándose el rodaje de una secuencia en un amanecer de "Pat Garret..." en el único momento posible para rodarla por la luz por culpa de su afición por el footing... la lectura del libro me ha hecho recuperar el apetito por una de las más monumentales (no en extensión, pero si en calidad) filmografías del cine estadounidense de todos los tiempos, por lo cual me dispongo ahora mismo a revisionar la balada del viejo amigo Cable Hogue...  

“EL BURDEL DE LORD BYRON” (LUIS ANTONIO DE VILLENA)


Intentando recuperar mi ritmo de lectura habitual (cinco días en este caso, nos vamos acercando), y volviendo a Villena, que vuelve sobre lo que mejor sabe hacer: el ensayo. Aunque lo disfrace de novela. Metaliteratura. Valiéndose de las experiencias de una ficticia prostituta inglesa quien llegó a ser íntima del libertino poeta, construye un relato vital sobre la vida de tan tumultuoso personaje. En un autor tan dado al artificio (lo cual lejos de ser negativo es absolutamente lógico y necesario bebiendo de donde bebe) como Villena, en esta ocasión creo que se excede y tanta verborrea fatua acaba despojando al relato de pasión y verdad, esa que si se trasluce en otras obras del autor como la también recientemente leída "Fuera del mundo", a pesar de tener mucha menos consideración... de hecho este burdel lujurioso fue Premio Azorín de Novela en 1995 (segunda edición del galardón, sucediendo a Torrente Ballester con su "La novela de Pepe Ansúrez")

jueves, 22 de agosto de 2013

CAPITANES INTRÉPIDOS


Hoy toca recordar y glosar la figura de Raúl González Blanco, el estajanovista por excelencia del fútbol español. En un país sobrádamente cainita como el nuestro, el personaje de Raúl ejemplifica perfectamente nuestra capacidad para generar y destruir mitos a conveniencia, siendo aún más doloroso en el madridismo actual, ése que desde hace unos años (y hablo incluso de antes de la llegada de Mourinho, no se me echen encima sus talibanes), no sé porque extraña razón, detesta cada vez más la figura del “hombre de club” (u “hombre de la casa”) y despelleja sin piedad a todo símbolo blanco, especialmente si ocupa la capitanía (tal fue el caso de Raúl en sus últimos años como madridista, al igual que lo están siendo en los de Iker Casillas, o no dejan de serlo en los de nuestro capitán de baloncesto, el gran Felipe Reyes) Cosas veredes, que decía aquel. 


Esto fue lo que escribimos en la despedida de Raúl del club blanco, el 26 de Julio de 2010. Un texto sencillo, como el personaje, uno de esos futbolistas que nunca ha seguido ninguna ridícula moda, ni estrafalarios peinados, ni llamativos tatuajes



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¡OH CAPITÁN MI CAPITÁN!

Extraño día el de hoy para todo el madridismo. La despedida de nuestra más grande leyenda, le pese a quien le pese, de la carrera más longeva en el club blanco, del hombre record del Real Madrid y del fútbol español.

Siempre he pensado que hay dos tipos de grandes jugadores de fútbol, están por un lado los poseedores de un talento innato, aquellos que parecen tocados por una varita mágica o bendecidos por los dioses, en definitiva los genios, esos jugadores por los que merece la pena pagar una entrada… suelen ser jugadores con luces y sombras, disolutos, intermitentes, y cuyos años de grandeza no suelen alcanzar más allá de unos cuatro o cinco años en los que ciertamente son los mejores del mundo, y luego están aquellos que sin tener ese talento, esa magia, son capaces de desarrollar una longeva carrera en el deporte profesional, superándose constantemente a sí mismos, buscando nuevos retos y sin dejar nunca de tener hambre por el triunfo. El protagonista de hoy, no cabe duda, pertenece al segundo grupo… a ese tipo de deportistas que a base de tesón y cabezonería se abre un hueco en la historia. De hecho pertenece a un perfil desgraciadamente cada vez más excepcional, lo que le convierte en un futbolista casi anacrónico, y del que apenas podemos encontrar casos en la elite europea (en los últimos tiempos los únicos nombres que se me pueden venir a la cabeza son los de los Baresi, Maldini, Scholes o Giggs… o incluso Carles Puyol), el del futbolista de elite que es capaz de desarrollar una carrera deportiva larga, de más de diez años, en el mismo club, de ser el referente y el santo y seña de un club grande prácticamente durante dos décadas… es una barbaridad… no estamos hablando de tener 3, 4 o 5 años de gloria, ni siquiera 7, 8 o 9… en el caso de Raúl hablamos de 15 años en la elite del deporte profesional. Me temo que tardaremos en volver a ver un caso similar. Ejemplo de profesionalidad, jugador admirado y aprovechado por una veintena de entrenadores en su vida profesional, entrenadores tan distintos entre sí como Valdano y Clemente, como Capello y Hiddink… para prácticamente todos ha sido un jugador imprescindible por su manera de entender el futbol, delantero insaciable cuando le han pedido goles o abnegado trabajador en una banda cuando Capello le situó en esa posición, siempre ha cumplido. El primero en llegar al entrenamiento y el último en irse. Un fanático de su profesión. Prototipo de futbolista simple y llano, intelectualmente pobre, parco en palabras, transparente, sencillo, y poco dado a la vida social, realmente cuesta encontrar en este personaje un solo aspecto que nos llevase a pensar que iba a ser uno de los deportistas más brillantes de todos los tiempos… sólo hay una explicación: trabajo a destajo. Su último gol con la camiseta blanca, lesionado, en Zaragoza, define perfectamente su compromiso con el escudo al que ha servido con lealtad durante casi 20 años, un soldado capaz de dejarse la última gota de sangre en el verde campo de batalla. Posiblemente en esa simpleza, en esa personalidad sin aristas ni complejidades encontremos las claves de su fútbol, que es tanto como decir las claves de su vida. Raúl es fútbol. Sólo fútbol.

miércoles, 21 de agosto de 2013

UN POEMA PERDIDO DE ALEJANDRO BALANTINO


Alejandro Balantino (1879-1961) es un nombre totalmente desconocido dentro de las letras españolas. Apenas dejó constancia de su querencia para al arte literario más allá de algunos escritos de juventud. Se sabe que era lector de Jules Laforgue y que frecuentaba los círculos intelectuales del Madrid de principios de la pasada centuria. Desalentado por la falta de entusiasmo que provocaron sus textos entre sus allegados, decidió encaminar sus esfuerzos hacía el mundo de la promoción de espectáculos, donde llegó a ser uno de los más destacados empresarios de variedades durante las primeras décadas del siglo XX. El poema de verso libre y libérrimo aquí rescatado pertenece a la recopilación “Bastardos bajo un sortilegio maldito”, editado por Quebrantos esta misma Primavera.    




“TIRANÍA Y CONSUELO” 

Yo seré de tus labios indómito trapecista
Malabarista en tus pezones azotados por el vértigo
Jugador de ajedrez de enroque infinito que entre la multitud calma su fatiga buceando en el peligro de tus ojos.

Soy el mago de risueño Abradacabra
Y el pellizco en la locura de tus nalgas.

Imaginé un viaje a la luna y me dijiste lunático,
Te mostré el mundo a través de un catalejo y me llamaste miope.
Y así figuré formas y teñí melodías,
Todas rechazadas
Ni siquiera erecto mi sable mereció tu mirada. 

Diosa de los desplantes
Y musa de las muñecas ensangrentadas
No hay suficiente pólvora en el mundo para saciar tu arrebato. 

(Alejandro Balantino, Madrid, 1907) 


miércoles, 7 de agosto de 2013

¡OH VACACIONES OH DISPARATE!




Amigos, sé que a ojos de muchos de vosotros, en no pocas ocasiones perdí completamente el juicio… creedme que era la única manera posible para después poder recuperarlo. 

Como Luis Cifer abracé el mal sin contemplaciones. Abrazo cálido y fraternal. Aliento del diablo. La risa y la respiración de las hienas acongojadas. 

Como Lafayette Lever buceé en las aguas donde Brautigan pescaba. Contracultura de pesticida y pluma estilográfica. Alegría desatada en paños menores. 

Si la libertad es una cárcel, y el ocio una maldición, vedme convertido en nuevo Torquato Tasso, a la espera de un Byron que componga mi lamento.  

Yo te maldigo, tiempo del estío. 

Te maldigo con tus copas nacaradas donde mezclamos el semen insolente con la estulticia caduca. Maldigo la sombra de tus árboles que cobija a las yeguas agotadas por la benzedrina. Maldigo el jadeo de las liendres columpiándose a su antojo sobre tus cabellos de ramera. Maldigo los orificios por donde escupe la vida el veneno que nos atormenta. Maldigo la cordura, la bondad y el optimismo. 

Maldigo la poesía sin cojones, bendigo los poéticos cojones.


Hasta pronto, hijos de la cuadratura del círculo.    



"The walking lesson" (Jacek Yerka)


viernes, 2 de agosto de 2013

LO QUE NO PUEDE SER NO PUEDE SER Y ADEMÁS ES INFOLIBRE


"Grace" (Christopher Ulrich)


A menudo solía sentarme a reflexionar en el único banco de mi barrio en el que me encontraba a gusto. Era un banco de esperma. Mi esperma es tan abundante que yo lo llamo “espermaza”. De ahí que la espermarza es lo último que se vierte. Eran esos momentos en los que repasaba la prensa hidráulica para enterarme de lo que sucedía en el mundo más allá de las fronteras de mi cerebro. Esos lugares poblados de políticos, agentes de bolsa, deportistas balompédicos con espinilleras doradas y mujeres con tanta colonia encima que uno no se atreve a darles fuego por miedo a que salgamos volando por los aires. 

Eran instantes en los que consideraba seriamente la posibilidad de que el mundo vive bajo una terrible conspiración reflejada en el verbo. Pero somos ajenos a todo ello y seguimos pensando que nuestros hijos nacerán con un flan debajo del cazo. Entonces me daba cuenta de las similitudes entre palabras como “matrimonio” y “manicomio”, o más inquietante todavía, “sotanas” y “Satanás”. Nadie parece haber reparado nunca en todo ello, pero dado que Satán, Belcebú, Lucifer, el Demonio, la Bestia, o Don Diablo, son consumados maestros del engaño y del disfraz (lo cual utilizan sin el menor pudor para conseguir accesos VIP a cualquier evento alrededor del mundo, bien haciéndose pasar por George Clooney, bien por Juan Imedio), parece lógico asumir que su definitivo plan maestro para hacerse con las riendas de la humanidad sea hacerse pasar por Dios, Yahvé, Jesucristo, el Mesías, el Salvador, etc… mientras tanto, el auténtico buen Dios posiblemente encarnado en Cristo, pasa la eternidad congelado en animación suspendida en un bloque de carbonita en el planeta Tatooine. 

Por lo tanto, y con estas premisas, creo que he dado con la clave de su plan principal: 

-Poner un cazo o sartén al fuego, añadir 5 cucharadas de azúcar granulado y 3 cucharadas de agua. Ponerlo a fuego medio. Remover. Cuando el caramelo alcance color miel tostado añadimos unas gotas de zumo de limón. Posteriormente echamos el caramelo en una flanera.

-Separamos la yema de la clara de los huevos, añadimos aparte tres huevos enteros grandes, echamos azúcar y leche. Batimos. Cubrimos la flanera con papel de aluminio, echamos el batido anterior, lo metemos todo al horno. 200 grados. 50 minutos. 

Listo. Ya tenemos el plan de huevo.    

Tan convencido estaba de que había logrado desenmascarar el malvado y diabólico plan para conquistar la humanidad por parte de las fuerzas del mal, que un día de aquellos me dirigí hacia la iglesia más cercana. Dentro el belicoso panorama mostraba a una serie de gremlins disfrazados de monaguillos, algunos jugaban a “churro va”, otros mojaban porras en los cálices del vino, mientras que otros se tiraban en paracaídas desde el pulpito (a feira) de las lecturas. Una locura. Una visión estremecedora que hubiera echado atrás a cualquiera de los humanos, pero no al poseedor de la mayor “espermaza” entre sus congéneres. De modo que una vez allí me postré ante la santísima imagen de Cristo crucificado y en mi más perfecto mandarín exclamé: 

-¡Quién sos vos! ¡Quien sos vos, decidme! ¡Quien sos vos! 

Obtuve la callada por respuesta. En realidad no la callada si no su pareja, el cayado. De modo que el bastón del Padre Sarasa golpeó sobre mí con tal fuerza furibunda que sólo pude huir corriendo de aquel templo mientras gritaba: “¡FIN DE LA CITA! ¡FIN DE LA CITA! ¡PENITENCIAGITE! ¡SALVATORE!” y escuchaba al Padre Sarasa detrás mío exclamando: “¡pendenciero! ¡camándula! ¡ye-ye!, esto te quitará las ganas de pensar cosas raras, ¡Visça el Barça!”    


Tras aquella amarga experiencia, decidí no volver a sentarme sobre aquel banco de esperma. A partir de entonces lo hago sobre el gigantesco caparazón de una tortuga adolescente de 527 años llamada Romualda Solapada (yo la llamo Romu, porque hay confianza, mientras le meto boñigas de pingüino en la boca a modo de alimento)