miércoles, 19 de diciembre de 2012

PLACERES AL ALCANCE DE UN BILLETE DE 10 EUROS


Evidentemente pocos lugares más placenteros puede encontrar un aficionado a la literatura que una librería. Y cuando hablamos de una librería de segunda mano, en cierta manera el placer se acrecienta, como si deparase una visita a lo desconocido y una aventura en forma de búsqueda de libros olvidados que alguna vez viajaron a la mente de quienes nos precedieron, y ahora aparecen a nuestro alcance.  

A ese tipo de establecimientos, que duda cabe, conviene ir provisto de unas buenas dósis de nuestro bien más preciado (créanme, no es el dinero), me refiero al tiempo. Sin prisa. Con la misma paciencia que dedicases a seducir a una mujer. Por desgracia no ha sido mi caso en el día de hoy (y vuelvo por ello a repetir que no hay bien más preciado que nuestro tiempo), pero pude escaparme media hora de mi trabajo hacia una librería a la que llevaba tiempo echándole un ojo siempre que iba camino de la oficina. El problema es que nunca la encontraba abierta. Lo único que podía discernir sobre el local era que podías llevarte cinco libros por diez euros y que había un buen puñado de estanterías donde dejarte los ojos.  

El botín es el que ven en la fotografía. Si son seis y no cinco los ejemplares es porque la amable dependienta me dijo que podía llevarme otro libro, que por algo estamos en navidades, aunque yo aún no me haya ni enterado.  

En esta sociedad cada vez más decepcionante, infame, miserable y cruel, y en la que intentan embrutecernos y analfabetizarnos, endurecer nuestros corazones, y convertirnos en imbéciles esclavos incapaces de pensar en nada más que adornar nuestras billeteras con papeles firmados por Mario Draghi mientras la asfixia se apodera de nuestras almas y mentes, siguen existiendo placeres inmensos como el de la lectura accesibles a prácticamente cualquier bolsillo. 

Recordemos, ahora que está tan de moda demonizar todo lo público y ensalzar lo privado, que si ha habido unos lugares, templos sagrados, donde los humanos han depositado y compartido todo sus saberes, esos han sido las bibliotecas públicas desde los tiempos de la antigua Mesopotamia y Egipto. 

Apaguen de vez en cuando sus ordenadores y pierdan un poco de su tiempo husmeando entre las estanterías de las librerías de segunda mano, donde ya el solo olor de las páginas encierra la esencia misma de lo que quizás un día fuímos ante de la llegada del mundo virtual: humanos.    


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